?Por qu¨¦ tanta timidez?
Por qu¨¦ hay tantos europeos occidentales tan cr¨ªticos con la revoluci¨®n naranja de Ucrania? Cada d¨ªa trae un nuevo ejemplo de reacci¨®n tibia, ambigua o claramente hostil. El otro d¨ªa fue Simon Jenkins, ex director de The Times, al calificar a las muchedumbres de Kiev de "turba". La semana pasada, fue el comentarista Jonathan Steele, que respond¨ªa en The Guardian a mi entusiasta columna sobre los sucesos de Kiev con argumentos como ¨¦ste: "Tampoco existen grandes pruebas que nos permitan imaginar que, si ¨¦l [el candidato de la oposici¨®n, V¨ªktor Y¨²shchenko] hubiera sido el presidente saliente enfrentado a un grave desaf¨ªo, no habr¨ªa intentado falsificar los votos". Eliminen el si hipot¨¦tico, si pueden. En el berlin¨¦s Tagesspiegel leo una comparaci¨®n de las t¨¢cticas de la oposici¨®n con las de Lenin en 1918; en el italiano La Repubblica, un art¨ªculo que sugiere que Varsovia y Vilnius est¨¢n intentando imponer a la Uni¨®n Europea una pol¨ªtica de desestabilizaci¨®n de la regi¨®n. Y hay otros muchos casos.
Por nuestro bien y por el suyo, una Ucrania democr¨¢tica merece un sitio en la Uni¨®n Europea
Hace 25 a?os que oigo estos mismos argumentos para no apoyar a las oposiciones democr¨¢ticas en el este de Europa. Nos dicen que son movimientos que amenazan la "estabilidad" europea. Que detr¨¢s o al lado de ellos est¨¢n odiosos nacionalistas y la CIA. Que debemos respetar la leg¨ªtima preocupaci¨®n de Mosc¨² por la seguridad (un argumento que ya se utiliz¨® para justificar la permanencia del muro de Berl¨ªn). Que... (ll¨¦nese este espacio con Solidarnosc en Polonia, el movimiento Carta 77, los manifestantes de Leipzig en 1989, los estudiantes que se opon¨ªan a Milosevic en Belgrado, los revolucionarios de la rosa en Georgia o, ahora, los ucranios) van a abrir una espantosa caja de Pandora.
Ah, s¨ª, y el argumento del tu quoque: hay alg¨²n otro que es igual de malo, as¨ª que peor para todos. "Vlad¨ªmir Putin", escribe Simon Jenkins, "elimin¨® a sus rivales en las ¨²ltimas presidenciales rusas sin que Occidente dijera ni p¨ªo". Exactamente. Pero la conclusi¨®n que debemos sacar es que tendr¨ªamos que haber criticado con m¨¢s fuerza la manipulaci¨®n de Putin, no que no tengamos que criticar la manipulaci¨®n electoral en Ucrania.
Tras todas estas reservas tan retorcidas, lo que o¨ªmos es una voz interior que, en realidad, dice: "?Por qu¨¦ no nos dejan esos europeos del Este semib¨¢rbaros y sanguinarios en paz, para que podamos seguir viviendo eternamente felices en nuestro peque?o y perfecto para¨ªso europeo occidental (o simplemente brit¨¢nico)"? Y, muchas veces, "?qu¨¦ hacen esos malditos estadounidenses, agit¨¢ndolos para que nos molesten?". No estamos ante una simple divisi¨®n entre derecha e izquierda. Es una divisi¨®n entre, por un lado, los europeos centrales y orientales que est¨¢n en la UE, junto a los estadounidenses de derechas y de izquierdas, y, por otro, los europeos occidentales, tanto de derechas como de izquierdas. No todos los europeos occidentales, desde luego. Es m¨¢s, la Uni¨®n Europea se ha pronunciado con extraordinaria claridad sobre el fraude electoral, a trav¨¦s de la presidencia holandesa y el ministro de Exteriores espa?ol. Pero s¨ª muchos europeos occidentales.
Antes de hacerle unas cuantas preguntas al europeo occidental que se resiste, tengo que mencionar unas cuantas verdades innegables. Estamos ante una situaci¨®n muy peligrosa. Existe la posibilidad real de violencia (ya ha habido casos en el este del pa¨ªs) y de que se produzca una dolorosa escisi¨®n entre el este de Ucrania, de tendencia m¨¢s pro-rusa, y el oeste, m¨¢s pro-occidental. Debemos seguir hablando con Mosc¨², adem¨¢s de con Kiev. Y hay que tener claro que las v¨ªctimas inmaculadas no existen. Los bosnios de la Sarajevo sitiada no eran v¨ªctimas inmaculadas, ni tampoco los checos en la Carta 77. Esto es especialmente cierto en Ucrania, un pa¨ªs con una atormentada historia de opresi¨®n (recu¨¦rdese la hambruna deliberadamente provocada por Stalin, la "cosecha de dolor", en la que se calcula que murieron cinco millones de ucranios), divisi¨®n y ocupaci¨®n, un pa¨ªs de males causados a los ucranios y devueltos con intereses.
Ucrania posee un grado de corrupci¨®n espantoso, que alcanza tanto al Gobierno como a la oposici¨®n. Es innegable que en los dos bandos existen miembros o partidarios de ambos vinculados a alguna mafia. Cuando gane la oposici¨®n llegar¨¢n tiempos ca¨®ticos y decepcionantes -a veces, incluso sucios- para la mayor¨ªa de los j¨®venes seguidores naranjas que ocupan la plaza de la Independencia de Kiev, como ha ocurrido en todos los pa¨ªses poscomunistas. Pero eso no significa que no tengan derecho a probar suerte si su candidato vence en unas elecciones nuevas, vigiladas por la comunidad internacional y tan libres y justas como se puede esperar en semejantes circunstancias. Ahora, pasemos a mis seis preguntas al europeo occidental recalcitrante.
1. ?Ser¨¢ que los ¨¢rboles no le dejan ver el bosque? Usted indica algunos ¨¢rboles enfermos, pero el quid de la cuesti¨®n es que se han robado unas elecciones. Casi todos los revolucionarios naranjas quieren que su pa¨ªs tenga m¨¢s libertades, oportunidades y derechos como los de Europa occidental, y no volverse a atar a una Rusia cada vez m¨¢s autoritaria. ?No ser¨ªa ¨¦se un dato positivo, tanto para ellos como para nosotros?
2. ?Cree que los ucranios no se merecen la democracia? Por favor, examine su actitud y piense si refleja algunos de los profundos prejuicios de los europeos occidentales hacia quienes habitan la otra mitad del continente, a los que se aplica, desde hace siglos, el t¨®pico de que son distantes, ex¨®ticos, misteriosos, oscuros. Una buena prueba es sustituir "ucranios" por "espa?oles" o "franceses" en cualquier frase, y ver c¨®mo la interpretamos.
3. ?Se resiste a apoyar al movimiento naranja s¨®lo porque lo hacen los estadounidenses? Dicho as¨ª, la mayor¨ªa de la gente dir¨ªa que no. Pero es indudable que parte del molestar de Europa occidental se debe a que, en EE UU, las organizaciones de defensa de la democracia han apoyado a Ucrania, y es cierto que Washington tiene unas prioridades geoestrat¨¦gicas, entre las que est¨¢n la expansi¨®n de la OTAN, bases militares en Asia central, etc¨¦tera. Sin embargo, la reacci¨®n visceral de la izquierda o los eurogaullistas -"si los americanos est¨¢n a favor, tiene que tener algo de malo"- es una tonter¨ªa. Juzguemos el caso de Ucrania por sus propios m¨¦ritos, no a trav¨¦s de un prisma pro o antiamericano.
4. ?Por qu¨¦ tiene Rusia derecho a contar con una esfera de influencia que comprenda Ucrania, si Estados Unidos no tiene derecho a contar con una esfera de influencia que incluya Nicaragua? La verdad es que ni Mosc¨² ni Washington tienen ese derecho. Los vecinos peque?os y m¨¢s d¨¦biles de las grandes potencias tienen que vivir con las crudas realidades del poder econ¨®mico, militar y pol¨ªtico. En el caso de Ucrania, es todav¨ªa m¨¢s complicado por la identificaci¨®n cultural y ¨¦tnica de muchos ucranios orientales con Rusia. Pero se trata de limitaciones que debe afrontar la propia Ucrania en su calidad de Estado soberano. El pa¨ªs de Yalta (que est¨¢ en la pen¨ªnsula ucrania de Crimea), no debe verse sometido a otra Yalta.
5. ?Prefiere a George W. Bush o a Vlad¨ªmir Putin? Si es posible, a ninguno. Si hay que elegir entre Bush y Putin, prefiero a Marilyn Monroe. Ahora bien, resulta incre¨ªble que tantos europeos occidentales, incluido el canciller Schr?der de Alemania, parezcan preferir como socio a un ex funcionario del KGB que est¨¢ volviendo a imponer un Gobierno autoritario en Rusia, por encima de un hombre que, con todos sus defectos, acaba de ser reelegido mediante elecciones libres y limpias en una de las grandes democracias del mundo.
6. Si no le gusta que Estados Unidos tome la iniciativa en Ucrania, ?por qu¨¦ no la tomamos nosotros? En cierta medida, ya lo estamos haciendo. Esta semana, en la mesa de negociaciones de Kiev, estaban Javier Solana en representaci¨®n de Bruselas, los presidentes de Polonia y Lituania y un alto funcionario ruso, pero ninguna autoridad estadounidense, que yo sepa. Y es como debe ser. ?sta es una versi¨®n de nuestro modelo europeo de revoluci¨®n pac¨ªfica, y el objetivo es incorporarse a Europa, no a Am¨¦rica. Somos nosotros quienes debemos apoyarles, con todos los medios pac¨ªficos a nuestro alcance. Entre otros, el de decir que, por nuestro bien tanto como por el suyo, una Ucrania democr¨¢tica merece un sitio en la Uni¨®n Europea. ?Estamos de acuerdo?
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