Carne
El otro d¨ªa, en el restaurante, renunci¨¦ a pedir un filete de carne de caballo y opt¨¦ por un entrec¨® de buey. Una alternativa absolutamente rid¨ªcula, cocida con ese c¨®modo sopicaldo ideol¨®gico que llamamos h¨¢bitos culturales. La tradici¨®n cultural es una receta que utilizamos para los mismos menesteres que otros usan el agua bendita. De ah¨ª el inter¨¦s de la iniciativa de Esquerra Republicana de suprimir los toros en Catalu?a.
Como Esquerra tiene el don de la inoportunidad pol¨ªtica, a poco que se lo proponga, puede abrir un debate de mucha mayor profundidad. Su diputado Oriol Amor¨®s asegura que le preocupa el sufrimiento del toro, un mam¨ªfero con un sistema nervioso similar al de los humanos. A eso responde el maestro Luis Francisco Espl¨¢ que ese dolor apenas es comparable al de los animales estabulados de por vida, o al sufrimiento de una cigala al cocerla. Pues s¨ª, pero como una cosa no quita la otra, h¨¢blese tambi¨¦n de ello y ¨¢brase tambi¨¦n un debate sobre el consumo de animales. J. M. Coetzee, el pen¨²ltimo premio Nobel de literatura, hace pronunciar a su personaje Elisabeth Costello dos estremecedoras conferencias: Los fil¨®sofos y los animales y Los poetas y los animales. La comparaci¨®n con los cr¨ªmenes del III Reich es de una l¨®gica impecable. "Fueron como ovejas al matadero", decimos de las v¨ªctimas, "los mataron los carniceros nazis". Nadie quiso ver entonces los campos de concentraci¨®n. Hoy no queremos saber d¨®nde ni c¨®mo funcionan los mataderos.
Hoy aceptamos que los animales tienen ciertos derechos, s¨ª ?pero hasta d¨®nde? A la humanidad le ha costado milenios deslegitimar la esclavitud, o reconocer los derechos de las mujeres. ?Ser¨¢ nuestra mirada al mundo animal tan corta como la de los eclesi¨¢sticos que negaban el alma a los indios? Pero el consumo de carne traspasa el problema ¨¦tico y tiene evidentes connotaciones sanitarias, que no dejan de tener consecuencias ¨¦ticas: los pa¨ªses desarrollados destinan enormes recursos m¨¦dicos para el tratamiento de enfermedades causadas por nuestros excesos carn¨ªvoros, mientras el tercer mundo sigue padeciendo hambre y desnutrici¨®n. ?Si hay estados que restringen las prestaciones sanitarias a los fumadores podemos imaginar un futuro en que se les limiten a los carn¨ªvoros?
?ticos son tambi¨¦n los problemas medioambientales que plantea la multiplicaci¨®n del consumo de carne per c¨¢pita que, en los ¨²ltimos cincuenta a?os, ha llegado a duplicarse a pesar del aumento de la poblaci¨®n mundial. Analizado especie por especie, despu¨¦s del hombre, el consumo de agua m¨¢s importante es el de los animales que se cr¨ªan para la producci¨®n de carne. El menor consumo de carne es una forma de reducir la demanda de agua. Se ha calculado que se ahorra m¨¢s agua dejando de consumir un kilo de carne de bovino que suprimiendo la ducha diaria de todo el a?o. ?En ese futuro s¨®lo tendr¨¢n licencia de golf los vegetarianos? ?Los carn¨ªvoros ser¨¢n condenados a vivir en pocilgas sin derecho a ducha? Por no hablar de las graves consecuencias que para el calentamiento del planeta tienen las flatulencias del ganado, que emiten importantes cantidades de metano, gas de efecto invernadero.
Lo malo de todo esto es que a uno no s¨®lo no le disgustan los toros, sino que es capaz de emocionarse con esos instantes ¨²nicos, que a veces se dan cuando una faena se convierte en arte, o unas agallas se transforman en cocochas al pil-pil. Y es que tambi¨¦n el bacalao tiene sus derechos.
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