Can¨ªbales y bandas latinas
Tras la lectura del art¨ªculo de Carles Freixa y Germ¨¢n Mu?oz, ?Reyes Latinos? Pistas para superar los estereotipos, en el que se explica acertadamente el origen de ciertas bandas latinas llegadas a Catalu?a en los ¨²ltimos a?os, algunos de cuyos miembros se han visto involucrados en peleas y asesinatos, uno puede acabar teniendo una sensaci¨®n parecida a la lectura de ciertos libros de antropolog¨ªa en los que se describ¨ªa brillantemente las tribus can¨ªbales que perviv¨ªan en ?frica a mediados del siglo XX. En dichos estudios se explicaba que muchas civilizaciones hab¨ªan consumido carne humana, o se insist¨ªa en que si la humanidad siempre hab¨ªa hecho la guerra, no hab¨ªa que escandalizarse por el hecho de que pueblos primitivos carentes de la capacidad de almacenar alimentos se comieran a los vencidos en lugar de quemarlos con napalm o dejarlos agonizando en el campo de batalla. Tras su lectura, uno pod¨ªa acabar sintiendo compasi¨®n por los can¨ªbales y con tanta compasi¨®n, casi te olvidabas de las v¨ªctimas humanas comidas y asesinadas: generalmente ni?os y mujeres que no pudieron defenderse, colectivos humanos que saciaban el hambre con la agricultura y la ganader¨ªa.
La llegada de una inmigraci¨®n lationamericana tan necesaria para nosotros ha tra¨ªdo consigo que se implanten grupos que delimitan territorios, se apropian de parques, se enfrentan a las otras bandas, utilizan a los m¨¢s d¨¦biles de los suyos como carne de ca?¨®n y, sobre todo, dan sentido a su vida con el enfrentamiento de grupos. Tal vez a los adultos no nos dir¨¢n nada, tal vez a la mayor¨ªa de j¨®venes no inmigrantes no les har¨¢n caso pese a que si pasa por all¨ª uno con cara de d¨¦bil quiz¨¢ lo acorralen y le digan que les gusta su reloj. Probablemente a los jovenes magreb¨ªes les har¨¢n saber que por ese parque no deben pasar, y luego marcar¨¢n las reglas territoriales de relaci¨®n con otros grupos; unos amigos, otros hostiles. Evidentemente, las primeras v¨ªctimas de sus extorsiones son j¨®venes latinoamericanos que pretendan ningunear a estos reyes de papel. Y el delito mayor ser¨¢ no el hecho de pertenecer a otra banda, sino negarle su autoridad. Esa pudo ser la tragedia de Ronny Tapias, el joven asesinado. Los pobres can¨ªbales, al parecer, lo confundieron con otro joven con el que ten¨ªan un asunto pendiente. ?l no sab¨ªa de qu¨¦ le hablaban, y su negativa fue un acto de insumisi¨®n que le llev¨® a la muerte. Se han producido m¨¢s muertes por estas peleas juveniles, la ¨²ltima de ellas, la del joven dominicano Nelson D¨ªaz, en Sants, el pasado 27 de noviembre. Por m¨¢s que comprendamos que las tribus y las bandas acaudilladas por falsos Robin Hood sean un sistema de supervivencia y autoayuda en ciertas ciudades de Latinoam¨¦rica, desde aqu¨ª no podemos desactivar los motivos por los que all¨ª nacieron. Pero s¨ª se puede evitar que se implanten e impongan su miedo. Un miedo que afecta no s¨®lo a los chicos y chicas que antes pod¨ªan sentarse en ciertos parques en los que ahora prefieren no entrar, sino, sobre todo, a la mayor¨ªa de j¨®venes latinoamericanos que, temerosos, obedecen y en mayor o menor medida se someten a dichas bandas al reconocerles su poder y autoridad.
Cuando se permite a grupos juveniles violentos que delimiten territorios propios, sean los skins de Sabadell o Castellar del Vall¨¨s, sean bandas latinas de L'Hospitalet, Sants o el Clot, sean boixos nois que imponen su ley en unas gradas del Camp Nou, de alguna manera se les legitima para que luego defiendan territorios e impongan all¨ª sus leyes. Si a dichos grupos se les priva del territorio y se les persigue por sus amenazas y coacciones, sus l¨ªderes, como tigres de papel, dan toque de retirada. Eso pas¨® cuando Joan Laporta, por ejemplo, aplic¨® tolerancia cero con los Boixos. Tenemos, por ejemplo, el caso de otras bandas de caracter¨ªsticas ¨¦tnicas, y no precisamente juveniles, que ante la m¨¢s absoluta pasividad policial se han repartido barrios y calles obligando a pagar protecci¨®n al sector de la construcci¨®n. ?No se preguntan qu¨¦ significa el cartel con la rueda de carro colocado en tantas obras de Barcelona y su ¨¢rea? ?Se habr¨ªan implantado si se les hubiera acosado policialmente?
Ciertamente, es complejo desactivar las bandas delictivas que se creen due?as de un territorio cuando ya se han apropiado de ¨¦ste. Tambi¨¦n lo es con los neonazis. Y aqu¨ª viene la gran paradoja. Los libertarios okupas, contrarios a la polic¨ªa y a las prisiones, piden ahora, con raz¨®n, prisi¨®n para el culpable de la muerte de su compa?ero de Gr¨¤cia asesinado. Otra paradoja, muchos temen pedir presi¨®n policial contra las bandas latinas por temor a ser llamados racistas. Lo que fomenta el racismo es ser tolerante con estos delincuentes porque tiznan a todo un colectivo de gente que s¨®lo vivir en paz. La tolerancia s¨®lo consigue que estas bandas se sientan m¨¢s fuertes a costa del miedo de los dem¨¢s. El art¨ªculo de Freixa y Mu?oz comenzaba con el siguiente texto de Bertolt Brecht: "Llaman violento al r¨ªo impetuoso, pero a las orillas que lo comprimen nadie las llama violentas". S¨ª, posiblemente los l¨ªderes de tribus violentas padecieron agresiones en su infancia de Guayaquil. Pero ya que citan a Brecht me permito acabar adaptando otro texto suyo: "Echaron a los magreb¨ªes del parque, pero a m¨ª no me precocupaba porque no soy magreb¨ª. Prohibieron la entrada de los colombianos al parque, pero no me preocup¨® porque no soy colombiano. Amenazaban a los chicos y chicas que siempre iban a besarse al parque tras anochecer, pero no me preocup¨® porque no tengo hijos adolescentes. Hace unas semanas comenzaron a insultarme cuando bajaba de noche a tirar la basura; ahora, como casi todo el vecindario, no bajo m¨¢s tarde de las seis".
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