De los incunables al libro moderno
Los impresos empezaron por no tener t¨ªtulo ni nombre de autor. Era una m¨¢s entre las otras herencias que les hab¨ªan dejado sus antecesores, los libros manuscritos. De igual manera, no ten¨ªan portada, ni ¨ªndice, ni sus cap¨ªtulos estaban estructurados en p¨¢rrafos. Por no tener, no ten¨ªan ni n¨²meros de p¨¢ginas, y los impresores del siglo XV tuvieron que ingeni¨¢rselas, a trav¨¦s de varios intentos fallidos (el n¨²mero de carta, es decir, de las dos p¨¢ginas que aparecen ante el lector cuando el volumen est¨¢ abierto; el n¨²mero de folio, esto es, la cara recta y la cara vuelta de cada una de sus hojas; el n¨²mero de columna...), para llegar al c¨®modo sistema de paginaci¨®n que utilizamos hoy d¨ªa. Ante un objeto de uso cotidiano como el libro cuesta creer que todos estos elementos, que hoy nos parecen imprescindibles no formaran parte de ¨¦l desde un principio. Pero no fue as¨ª.
LOS LIBROS IMPRESOS ANTIGUOS
Juli¨¢n Mart¨ªn Abad
Universidad de Valladolid
Valladolid, 2004
160 p¨¢ginas. 12 euros
Esa historia, c¨®mo los libros antiguos se convirtieron en los libros actuales, es la que nos explica Juli¨¢n Mart¨ªn Abad. Varios t¨ªtulos excelentes, como Los incunables en las bibliotecas espa?olas (1996) o Post-incunables ib¨¦ricos (2001), y una larga investigaci¨®n en bibliotecas de todo el mundo avalan su conocimiento de la materia. Pero, m¨¢s all¨¢ de un completo repaso a la historia de los impresos en sus primeros siglos de existencia, la ¨¦poca de la imprenta manual, que va desde los incunables del siglo XV a las grandes joyas bibliogr¨¢ficas del siglo XVIII, su trabajo constituye una excelente introducci¨®n a otras grandes cuestiones. ?C¨®mo se hicieron los libros antiguos? ?C¨®mo se trabaja con ellos? El lector descubre, as¨ª, que un volumen rara vez se empezaba a imprimir por su primera p¨¢gina, sino que se sol¨ªa empezar m¨¢s adelante (casi siempre, por la p¨¢gina cuatro o la ocho). O que las hojas preliminares de un libro sol¨ªan estamparse cuando el resto del volumen hac¨ªa ya tiempo que se hab¨ªa acabado (de ah¨ª que, en muchas ocasiones, en la portada aparezca una fecha m¨¢s tard¨ªa que en el colof¨®n). O que entre los miles de ejemplares de una misma tirada, te¨®ricamente id¨¦nticos, podemos encontrar diferentes emisiones (alteraciones conscientes de la edici¨®n) y diferentes estados (diferencias accidentales, a veces muy notables). S¨®lo conociendo todos esos detalles estaremos en condiciones de interpretar cabalmente toda la informaci¨®n que los mismos libros antiguos nos suministran. Si la edici¨®n de Alcal¨¢ del Lazarillo de Tormes (1554) por ejemplo, se presenta ante nosotros como "segunda impresi¨®n", hemos de saber que anuncia, simplemente, que en su texto se han introducido algunos retoques, no que deriva directamente de una hipot¨¦tica primera edici¨®n. Y si ah¨ª mismo se nos dice que los cambios se han hecho "de nuevo" es porque se incluyen ah¨ª por primera vez (ex novo), no porque hubieran aparecido con anterioridad.
Desde ese planteamiento y con esos objetivos, el resultado no puede ser mejor. Es una magn¨ªfica introducci¨®n a los antiguos libros impresos, ¨²til tanto para diferentes disciplinas acad¨¦micas (literatura, historia, sociolog¨ªa) como para un buen n¨²mero de profesionales (anticuarios, libreros, bibliotecarios, maquetadores). Se trata, en fin, de una obra imprescindible y, sobre todo, necesaria. en una ¨¦poca en que cualquier descerebrado con un ordenador y un programa de tratamiento de textos se atreve a dise?ar un libro.
Rafael Ramos. Universidad de Gerona.
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