Las dos caras de la econom¨ªa valenciana
La discusi¨®n sobre las caracter¨ªsticas del modelo que ocupa la econom¨ªa valenciana se han intensificado durante 2004, estimuladas por la mayor competencia internacional, la desaceleraci¨®n de la actividad en algunos sectores tradicionales, la deslocalizaci¨®n de ciertas empresas y la inusitada continuidad que sigue animando el crecimiento de la actividad inmobiliaria. Los factores concurrentes ofrecen puntos de apoyo a concepciones de nuestra econom¨ªa que son distintas, pero no por ello nuevas. M¨¢s all¨¢ de un mero nominalismo (crisis o transformaci¨®n, decadencia o progreso), lo que surge tras la discusi¨®n es la disparidad de visiones que, con unas u otras manifestaciones, ha latido tras la econom¨ªa valenciana durante parte del siglo XX y hasta la actualidad.
La primera visi¨®n privilegia el papel de los sectores considerados productivistas, frente a las denominadas actividades especulativas. En aqu¨¦llos la acci¨®n del trabajo desempe?a un papel central: nada es objeto de regalo, sino consecuencia de un esfuerzo activo, con conductas empresariales ahorradoras y reinversoras de gran parte de los beneficios alcanzados. Integra actividades para las que se asume la existencia de una vocaci¨®n de continuidad de la empresa, considerada en s¨ª misma como instrumento de largo plazo. Sus sectores se emplazan principalmente en la producci¨®n agraria e industrial, con la moderna adici¨®n de los servicios a empresas, otros servicios dirigidos a los consumidores y las actividades de naturaleza tur¨ªstica asociadas a la labor hotelera. Aunque el desempe?o del trabajo y el virtuosismo de la acumulaci¨®n recta de nuevo capital siguen centrando la atenci¨®n, las ¨²ltimas tendencias han destacado el concurso del capital humano y del conocimiento como variables estrat¨¦gicas, entre las que abunda la referencia a la investigaci¨®n y el desarrollo tecnol¨®gico.
Rastrear el hilo conductor de esta visi¨®n nos conducir¨ªa a economistas como Ricardo, Marx, Sraffa y Schumpeter, entre otros. E incluso, en un estadio anterior, a ciertas reprobaciones de los excesos del lujo y del despilfarro, presentes en actitudes religiosas consideradas her¨¦ticas, como las calvinistas y las jansenistas. La recepci¨®n en el caso valenciano de las ideas econ¨®micas de partida debe mucho a Ernest Lluch e, indirectamente, a Fabi¨¢n Estap¨¦, as¨ª como al conocimiento, en los a?os setenta y primeros ochenta, de los distritos industriales italianos que aportan una relaci¨®n te¨®rica entre econom¨ªa y territorio que, hasta el momento, se encontraba desdibujada.
Aunque con cierta inclinaci¨®n hacia el centro-izquierda pol¨ªtico, la visi¨®n productivista no permite aflorar ning¨²n manique¨ªsmo pol¨ªtico; de hecho, ha encajado con insistencia en buena parte de las peque?as y medianas empresas, dada su exaltaci¨®n del esfuerzo y de cierta austeridad como legitimadores prioritarios del beneficio econ¨®mico. Desde esta misma visi¨®n, aunque con matices necesariamente mayores, arranca la mejor disposici¨®n a relacionarse con Catalu?a y Barcelona, de las cuales se obtiene la impresi¨®n de que, en estos aspectos, encajan con la Comunidad Valenciana mejor que Madrid: a la que se percibe como ejemplo simb¨®lico de la concentraci¨®n de un poder econ¨®mico, si no ocioso, s¨ª bien privilegiado por su proximidad a los centros neur¨¢lgicos del poder. Como segunda consecuencia, la dispersi¨®n de la actividad agraria e industrial en la Comunidad conduce a que el territorio resalte su posici¨®n como punto ineludible de referencia econ¨®mica, animando la consideraci¨®n institucional y pol¨ªtica de las comarcas.
Frente a la orientaci¨®n anterior, las ra¨ªces del modelo especulativo nos sit¨²an ante la figura hist¨®rica (y en ocasiones t¨®pica) del comerciante: de la persona que intermedia en la exportaci¨®n de los productos agrarios o industriales, abonado a la especulaci¨®n siempre que le sea posible; de esta modalidad de empresario se intuye que no obtiene sus ganancias merced a su celo por el trabajo bien hecho, sino por medio de pr¨¢cticas que se relacionan con el control de la informaci¨®n, lo que le permite manipular a proveedores y clientes. La vocaci¨®n empresarial del comerciante no obedece desde esta percepci¨®n a objetivos de largo alcance: el cortoplacismo es su medio preferente de actuar y reaccionar, mientras que en sus inversiones predomina, de uno u otro modo, la finalidad ¨²ltima de emplearlas como plataformas para ampliar su acci¨®n especulativa. En tiempos m¨¢s recientes, esta figura arquet¨ªpica ha experimentado una progresiva decadencia: basta revisar la relaci¨®n de empresas exportadoras de c¨ªtricos que han subsistido, frente a las existentes en los a?os setenta. Su desempe?o econ¨®mico, en el imaginario com¨²n, se ha trasladado por ello hacia el promotor inmobiliario de viviendas y segundas residencias. Si el comerciante obten¨ªa beneficios empresariales extraordinarios por la asimetr¨ªa entre la informaci¨®n que pose¨ªa y la existente en las empresas o explotaciones agrarias con las que se relacionaba, el promotor inmobiliario vuelve a beneficiarse de esta misma circunstancia merced a su particular conocimiento de un mercado opaco, como el del suelo, y a su capacidad de influir sobre las autoridades p¨²blicas que autorizan las revisiones del planeamiento urbano. En segundo t¨¦rmino, se percibe que gran parte de sus inversiones suelen adoptar un ciclo recurrente: los beneficios se destinan a la adquisici¨®n de nuevas superficies, quedando inmovilizadas (y econ¨®micamente ociosas) hasta que surge una oportunidad particularmente provechosa.
Aunque se trate de toscas simplificaciones, los dos modelos referidos de la econom¨ªa valenciana permiten delimitar con cierta claridad las contradicciones econ¨®micas existentes en nuestra Comunidad. As¨ª, las posibilidades de ampliaci¨®n del excedente empresarial del sector productivista se encuentran limitadas por la traslaci¨®n, a precios y salarios, de los intensos aumentos en los precios del suelo. Como consecuencia, se producen dos efectos: el primero, v¨ªa actualizaci¨®n de los costes salariales, cuyos repuntes no siempre es sencillo trasladar a los precios de venta de las empresas productivistas, dada su mayoritaria inserci¨®n en mercados de acentuada competencia; el segundo efecto, de duraci¨®n prolongada, se encuentra motivado por la apreciable proporci¨®n que alcanza en los presupuestos familiares el pago de las hipotecas inmobiliarias, lo que limita la capacidad de adquisici¨®n de bienes y servicios aportados por el modelo productivista. Las transferencias de rentas que se producen como consecuencia de tales efectos podr¨ªan alentar la exteriorizaci¨®n de las contradicciones entre los intereses de las empresas de ambos modelos; sin embargo, no parece ser ¨¦ste el caso. Tal hecho puede estar motivado por la nueva morfolog¨ªa que ha adoptado parte del empresariado de tama?o medio y alto, cuya diversificaci¨®n econ¨®mica le ha conducido a configurar grupos de empresas, -con presencia en ambos modelos- capaces de obtener cierto equilibrio interno en la consecuci¨®n de sus objetivos de beneficios. A ello se a?ade la voluntad expl¨ªcita o impl¨ªcitamente favorable de las administraciones p¨²blicas competentes, dadas su permisividad ante la expansi¨®n urban¨ªstica; en tercer lugar, aunque con un efecto global discutible, tambi¨¦n se recuerda la presencia de representantes de sectores vinculados a regulaciones p¨²blicas en las c¨²pulas de las organizaciones empresariales.
Pero la ausencia de confrontaci¨®n entre ambos modelos obedece, de igual modo, a los efectos econ¨®micos que se atribuyen en la actualidad al modelo especulativo. Este ¨²ltimo presenta y subraya, como ventajas m¨¢s destacadas, su incidencia positiva sobre los mercados locales y regionales: la promoci¨®n inmobiliaria, por ejemplo, genera empleo directo e indirecto en espacios pr¨®ximos, dadas las limitaciones que imponen los costes de transporte de los materiales empleados en la construcci¨®n; adem¨¢s, estimula la adquisici¨®n de algunos bienes ampliamente presentes en la propia Comunidad Valenciana (no en vano, existe en ¨¦sta un te¨®rico macro cluster de hogar que abarca a muebles, pavimentos y revestimientos cer¨¢micos, textiles para el hogar, m¨¢rmol y l¨¢mparas, entre otros). Por lo tanto, desde tal perspectiva, este modelo contribuye a aumentar el tama?o de la poblaci¨®n ocupada: efecto en absoluto menor, en una Comunidad que ha alcanzado -y todav¨ªa recuerda- las altas tasas de paro experimentadas en otros momentos. Al anterior hecho se ha a?adido la adquisici¨®n, desde el modelo especulativo, de propiedades de suelo tradicionalmente agrario, cuyo rendimiento actual como actividad productiva es a menudo simb¨®lico, si se lo compara con el obtenido mediante su venta como suelo urbanizable; no sorprende, por lo tanto, la complicidad de los propietarios agr¨ªcolas locales y su constituci¨®n como grupos de presi¨®n, de gran eficacia en los peque?os municipios.
Por lo tanto, las consecuencias de la corriente que esgrime las bondades del modelo especulativo (en ocasiones ampar¨¢ndose bajo el paraguas protector del turismo) no s¨®lo son ideol¨®gicas, sino tambi¨¦n de orden pr¨¢ctico. En la actualidad, estimula la demanda, reequilibrando la tendencia contraria que se advierte en parte del modelo productivista y facilitando la ampliaci¨®n del mercado de trabajo. La visibilidad de estos efectos, unida a la pluralidad de intereses que se integran en los grandes y medianos grupos empresariales valencianos, la p¨¦rdida de fuelle de las actividades agrarias y las facilidades p¨²blicas concedidas, contribuyen, en consecuencia, a explicar la debilidad actual del modelo productivista.
Sin embargo, la permanencia de dicha debilidad conduce a resultados mediatos, de apreciable calado, que dif¨ªcilmente pueden ignorarse. La econom¨ªa valenciana, durante las pasadas d¨¦cadas, ha mantenido un equilibrio sectorial que ha propiciado, a su vez, cierto equilibrio territorial, bien presente en la red que constituyen las medianas ciudades de la Comunidad. Si se produce la ruptura de esa caracter¨ªstica se facilitar¨¢ la irrupci¨®n de espacios de decadencia, tanto en el ¨¢mbito agrario como en el industrial; un declive que, por su concentraci¨®n geogr¨¢fica, no admite soluciones f¨¢ciles: esgrimir el ejemplo de la reconversi¨®n industrial de Sagunto, durante los ochenta, s¨®lo conduce a equ¨ªvocos firmes porque, ahora, ni las ayudas p¨²blicas de entonces ser¨ªan posibles -salvo acuerdos adoptados por el conjunto de la Uni¨®n Europea- ni tampoco la privilegiada localizaci¨®n e infraestructuras de Sagunto son susceptibles de clonaci¨®n. Ciudades como X¨¤tiva, Alcoi, Elda, Ibi, Ontinyent y sus zonas de influencia forman parte de las potenciales ¨¢reas en declive econ¨®mico de la Comunidad Valenciana.
La intensificaci¨®n de la productividad tampoco la garantiza un modelo cuyas necesidades de nuevo conocimiento son escasas. Puede ser, como de hecho ocurre, un modelo sensible a la construcci¨®n de ciertas infraestructuras econ¨®micas, b¨¢sicas para la ampliaci¨®n de su mercado potencial; pero no se manifiesta con nitidez que su demanda de capital humano y de capital tecnol¨®gico se encuentre a la misma altura que la expresada para carreteras o ferrocarriles.
Resulta posible conjugar los intereses -y efectos- de los modelos mencionados. Ni conviene la anemia que revela parte del modelo productivista, ni la fiebre que se advierte en algunas manifestaciones del modelo especulativo: ambas son, por igual, signo de enfermedad. En los dos modelos caben aspiraciones m¨¢s selectivas, menos invasoras de los recursos naturales y m¨¢s pr¨®ximas a una profesionalizaci¨®n progresiva de las empresas y trabajadores valencianos: profesionalizaci¨®n para revalorizar el capital y calidad intelectual de los recursos humanos aplicados, acoger nuevos y superiores segmentos de mercado, y diversificar el destino de las inversiones privadas (y en ocasiones p¨²blicas).
Pero debemos ser conscientes de que uno de los problemas relevantes, a corto plazo, es el que abunda en la debilidad del modelo productivista para identificarse con nuevas y m¨¢s amplias ambiciones. Demasiada gente parece confiar en la continuidad inercial del pasado o seguir esperando se?ales externas dram¨¢ticas para poner su imaginaci¨®n y talento a trabajar. Hacer buenos negocios en actividades productivistas muy rentables es perfectamente posible, como bien advertimos en otros pa¨ªses. Unas actividades, eso s¨ª, que privilegian el empleo del factor que comienza a mandar en las econom¨ªas m¨¢s competitivas: ese factor no es otro que la inteligencia y, con apenas algo m¨¢s de cuatro millones de habitantes, en un mundo de 6.000, dif¨ªcilmente los valencianos podremos aceptar que su infrautilizaci¨®n nos est¨¢ permitida.
Manuel L¨®pez Estornell es economista
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