En un lugar
Est¨¢bamos en ese lugar de La Mancha, entretenidos con nuestra olla de algo m¨¢s vaca que carnero, en la buena compa?¨ªa de algunos pellejos de vino, compartiendo mesa con el profesor Jos¨¦ Manuel Lucia, que est¨¢ a punto de presentar un inteligente y hermoso libro con curiosos acercamientos iconogr¨¢ficos de la obra cervantina -?y deseando la llegada del n¨²mero especial de la revista Poes¨ªa que, junto a una exposici¨®n itinerante, est¨¢n preparando Gonzalo Armero y familia!- y en charla con los amigos del Bachiller Sans¨®n Carrasco. Es decir, est¨¢bamos tranquilos y sanchopancescos en un lugar de La Mancha. En el lugar llamado Argamasilla de Alba, en el mismo lugar al que un superviviente llamado Miguel de Cervantes lleg¨® despu¨¦s de su reposo forzado en las celdas de Argel. No lleg¨® como turista. Lleg¨® como funcionario. En pago a sus entregas patri¨®ticas, a su voluntaria soldadesca en tierras de infieles, le consiguieron el amable puesto de comisario de los Diezmos y la p¨®lvora de estos campos manchegos. Una suerte para este soldado sin fortuna. Le pod¨ªan haber dado un trabajo peor, por ejemplo, verdugo. Pero no, ten¨ªa que ejercer de duro recaudador. No me extra?a que se diera al juego, la bebida y las manceb¨ªas. Con oficios como ¨¦se no era dif¨ªcil ser uno de los menos queridos de estos campos de Montiel. Parece que se le fue la mano en las deudas de juego y en los requiebros a fermosa moza de alta alcurnia del lugar. Y volvi¨® por donde sol¨ªa. Otra vez encarcelado, en la famosa cueva de Medrano, donde la tradici¨®n asegura que comenz¨® la escritura del Quijote. As¨ª, a nadie le chocaba que no quisiera recordar el nombre de este lugar de La Mancha. En esas est¨¢bamos cuando lleg¨® la universitaria investigaci¨®n. Y resulta que ahora no, que no es Argamasilla, dicen los estudiosos complutenses, el lugar de La Mancha. Que el lugar es otro pueblo de La Mancha, la muy noble y hermosa villa de Villanueva de los Infantes, tambi¨¦n de famosas c¨¢rceles, de trabajos, hambrunas y muerte, de otro de nuestros grandes escritores, Francisco de Quevedo. Y comenz¨® el l¨ªo. O est¨¢s conmigo o contra m¨ª. O eres del bando de Argamasilla o de Villanueva. O Quijote o Sancho. O jumento o Rocinante. Ind¨ªbil o Mandonio. Joselito o Belmonte. Barcelona o Madrid. Lorca o Cernuda. Ortega o Gasset. Almod¨®var o Amen¨¢bar. Otra vez nuestro esp¨ªritu de guerracivilismo. Otra vuelta a las dos Espa?as. Menos mal que ahora los mandobles son verbales. No somos capaces de estarnos un poco quietos. Afirm¨¢ndonos negando al vecino. Incapaces de reconocernos en una parte quijotesca y otra sanchopancesca.
?Por qu¨¦, si nos gusta Amen¨¢bar, tiene que ser a costa de que no nos guste Almod¨®var? As¨ª volvi¨® a pasar en las nominaciones de los premios Goya. Otra vez votamos no a favor de los dos m¨¢s internacionales, exportables y reconocibles directores espa?oles. No, tenemos que cargar contra uno para afirmar al otro. Este a?o, a pesar de la opini¨®n de los cr¨ªticos de Nueva York, de la opini¨®n del propio Amen¨¢bar o de los espectadores de medio mundo, tocaba cargarse la pel¨ªcula de Almod¨®var. Los acad¨¦micos del cine espa?ol no son muchos, pero s¨ª mal avenidos. Unidos algunas veces, eso s¨ª. Un ejemplo de uni¨®n la consigui¨® Aznar. En aquellos a?os que parecieron interminables, Aznar y sus guerreros consiguieron unir a los acad¨¦micos del cine espa?ol. Contra Aznar viv¨ªamos mejor, aunque rod¨¢ramos igual de mal. Despu¨¦s de haber fundido en negro al aznarismo, le toca el turno al almodovarismo. Ya fuimos ro?osos -o algo parecido- cuando le dejamos fuera de ser el representante de nuestro cine en los Oscar, y sin embarg¨® se llev¨® la estatuilla por el atajo directo de los de Hollywood. Cuando toque, le volveremos a castigar sin goyas y ya nos quedaremos contentos. Nominarle poco, premiarle menos. As¨ª demostramos nuestra mejor esencia patria. Encumbramos a uno para, sobre todo, negar al otro.
Cada vez que lo pienso me parece m¨¢s raro lo que ocurre con Javier Krahe. Ha conseguido que todos los de la profesi¨®n no s¨®lo le respeten, le admiren, le hagan homenajes, le regalen versiones de sus canciones, sino que adem¨¢s hablan bien de ¨¦l. Y Krahe sigue a lo suyo, a meternos la iron¨ªa por los o¨ªdos, a conseguir que, como asegura Savater, siga siendo el mejor "cronopio que nos consuela de tantas p¨¦rdidas". Un tipo singular que se niega a seguir siendo tonto. Canta por libre, sigue llenando los ¨²ltimos bares que en Madrid quedan para hacer m¨²sica en directo. Sin duda, malos tiempos estos de la nocturnidad madrile?a para los m¨²sicos que pretendan vivir de sus cantes. Tambi¨¦n malos tiempos para comprar una cerveza si son m¨¢s de las diez de la noche. As¨ª me lo cuenta el Gran Wyoming, que despu¨¦s de grabar su esperado programa para la televisi¨®n p¨²blica, pretendi¨® comprar una cerveza a altas horas, m¨¢s o menos pasaban unos minutos de las diez. A esa hora comienza la lucha contra el esp¨ªritu de los j¨®venes y el botell¨®n. Y ya no valen recomendaciones. Ni que seas famoso, ni que est¨¦s a punto de cumplir los cincuenta. La ley es la ley, caiga qui¨¦n caiga. Pues eso, el que quiera una cerveza, que llame a los de Telepizza. Est¨¢ visto que no hay que salir de noche, al menos no hay que hacerlo con sed. Eso debe ser el esp¨ªritu ol¨ªmpico a martillazos legales. En fin, hay que saber estar en forma. Despu¨¦s de tantos siglos de ley h¨²meda, deberemos estar preparados para la ley seca. Todo sea por la conquista de las olimp¨ªadas. Yo tambi¨¦n brindo por la vida sana. Con cava, por supuesto.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.