Hugo S¨¢nchez, la furia y las am¨ªgdalas
"La Virgen de Guadalupe le va a los Pumas", me dijo un taxista mientras un grupo de peregrinos vestidos de azul y oro avanzaba en bicicleta rumbo a la bas¨ªlica de Guadalupe. El 12 de diciembre se celebra a la patrona de M¨¦xico; un d¨ªa antes, los Pumas de la Universidad disputaban la final contra el Monterrey. Miles de feligreses rend¨ªan culto simult¨¢neo a las potestades del cielo y a las de la cancha.
"No vamos a pedir un milagro, sino a dar las gracias", me dijo uno de los ciclistas peregrinos. Sobraban motivos para esta afirmaci¨®n. En 2004 el equipo universitario hab¨ªa ganado el Torneo de Apertura, el Campe¨®n de Campeones y el Santiago Bernab¨¦u contra el Real Madrid.
M¨¦xico es un pa¨ªs fiestero donde antes de las posadas se celebran preposadas. Con el mismo ¨¢nimo de multiplicaci¨®n, los campeonatos son tan breves que un mismo club puede ser bicampe¨®n entre Reyes y Navidad, una desmesura equivalente a tener dos cumplea?os que ning¨²n equipo hab¨ªa logrado. Los seguidores de los Pumas estaban conformes con su cosecha de 2004: tres t¨ªtulos despu¨¦s de 13 a?os de sequ¨ªa. Motivos de sobra para resignarse a que la Virgen padeciera campeonitis y favoreciera al Monterrey.
El f¨²tbol mexicano sabe romantizar la derrota. En cada Mundial, los comentaristas elogian a la selecci¨®n portuguesa, que pierde con una elegancia que desear¨ªamos para nosotros. La escuadra que practica el mejor futbol de toque es el Atlas; naturalmente, no se rebaja a conquistar trofeos y su lema informal es Le voy al Atlas, aunque gane. ?Y qu¨¦ decir de nuestro grito de guerra en las tribunas, "?s¨ª se puede!", comprobaci¨®n emp¨ªrica de que por lo com¨²n no podemos?
En este ¨¢mbito victimista surgi¨® un hombre de alta extravagancia, consagrado a la impopular tarea de triunfar. Desde su paso por la selecci¨®n ol¨ªmpica y su bautizo en Francia como El Ni?o de Oro, Hugo S¨¢nchez mostr¨® las condiciones que Napole¨®n ped¨ªa a sus generales: voluntad de hierro y suerte oce¨¢nica. Aunque esto lo facultaba para la campa?a de Egipto, la ¨¦poca lo situ¨® ante otro empe?o: debutar en Primera Divisi¨®n en 1977 y contribuir a que los Pumas ganaran su primera Liga. A partir de ese momento, Hugo se hizo el raro en un pa¨ªs en el que la canci¨®n La vida no vale nada ha llegado a representar el himno del equipo el Le¨®n. Gan¨® todo lo que se puede ganar con un pie izquierdo y una cabeza rematadora: dos t¨ªtulos de goleo en M¨¦xico y cinco en Espa?a, donde sus cifras s¨®lo son superadas por el m¨ªtico Zarra, que anotaba lluvias de goles cuando un marcador diet¨¦tico terminaba en un 4-3.
Hugo era el ¨²ltimo en salir de los entrenamientos en Ciudad Universitaria. Pero su verdadero tes¨®n se med¨ªa despu¨¦s: iba a la Facultad de Odontolog¨ªa a combinar la capacidad goleadora con un escalofriante temple para graduarse de dentista.
Los grandes artilleros, los killers del ¨¢rea chica, hacen del ego¨ªsmo su contribuci¨®n al grupo. Hombres del instante, aparecen en cinco jugadas que pueden representar tres goles. Su ¨²nico deseo de socializaci¨®n es vencer al portero. Esta tendencia al lance solitario los aparta de la visi¨®n global del juego y muchas veces del oficio de entrenador. La estirpe de Rossi, M¨¹ller, Santillana y Krankl descubre huecos en el ¨¢rea amotinada y pasa trabajos para hacer relaciones p¨²blicas en el resto de la cancha. Cuando Hugo anunci¨® su vocaci¨®n de t¨¦cnico, la fanaticada se pregunt¨® si su ego cabr¨ªa por la ol¨ªmpica puerta del estadio. De nuevo, mostr¨® que la severidad con que juzga a los dem¨¢s es recreativa comparada con el trato que se impone a s¨ª mismo. En 2000 tom¨® a unos despellejados Pumas y los llev¨® al tercer lugar. Aunque no es ajeno a las salidas de tono, baj¨® el volumen de su autofanfarria e hizo del trabajo una moral. Los Pumas, hay que decirlo, no tienen gran plantel. Tampoco logran un sofisticado juego de conjunto. Sin embargo, son dignos de su apodo. ?Qu¨¦ truco los convirti¨® en devoradores de trofeos? "Hay que jugar con am¨ªgdalas", dice Hugo para recordar que un universitario no habla de cojones y que estudi¨® para dentista. Sus Pumas semejan una especie en extinci¨®n que en cada partido decide su supervivencia. Aunque suele hacer cambios atinados y privilegia una t¨¢ctica de eficiente sencillez, Hugo ha sido ante todo un motivador. Por su trayectoria impar como futbolista, sab¨ªamos que jam¨¢s reconoci¨® la existencia de un obst¨¢culo. Como entrenador, ha decidido volverse contagioso. S¨®lo as¨ª se explica que Kik¨ªn Fonseca, delantero nominal, arrebate balones en cualquier sitio con c¨¦sped.
El mi¨¦rcoles 8 de diciembre, durante el partido de ida contra el Monterrey, las pancartas de Ciudad Universitaria no alud¨ªan a la Virgen, sino al Che y al esp¨ªritu del 68. Un gol del Monterrey estuvo a punto de arruinar esa algarab¨ªa de pa¨ªs aut¨®nomo. Los Pumas remontaron con los atributos del coraje. Al d¨ªa siguiente, un peri¨®dico resumi¨® el 2-1 con este encabezado: "?Am¨ªgdalas!". Aunque el subcampeonato hubiera sido bueno, en el partido de vuelta volvieron a hacerse sorpresivos: 0-1 a domicilio.
Hugo S¨¢nchez tiene el reto de llevar a los Pumas al t¨ªtulo de la Copa Libertadores, pero ha empezado a escuchar otras ofertas. Su anhelado destino es la Espa?a del Real Madrid. La meta parece lejana para el hombre del instante. Por ahora, celebremos que alguien con su car¨¢cter no sea dentista, y que haya convertido al estadio de Ciudad Universitaria en sede del sonido y de la furia.
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