Alfombra roja para Putin en Berl¨ªn
Schr?der primar¨¢ la relaci¨®n econ¨®mica con Mosc¨² sobre la defensa de las libertades durante la visita hoy del presidente ruso a Alemania
?Puede el canciller Gerhard Schr?der defender los intereses econ¨®micos alemanes en Rusia y apoyar al presidente Vlad¨ªmir Putin a toda costa, ignorando los problemas que se acumulan entre Mosc¨² y la Uni¨®n Europea? ?sta es la gran pregunta que se plantea en la visita que Putin inicia hoy a Alemania, un d¨ªa despu¨¦s de la escandalosa subasta de Yuganskneftegaz y sobre el tel¨®n de fondo de la revoluci¨®n naranja en Ucrania.
El l¨ªder del Kremlin tiene un aliado excepcional en el canciller Schr?der, que ha salido en defensa de Putin como "dem¨®crata". Ante el retroceso de las libertades en Rusia, la benevolencia de Schr?der provoca tensi¨®n con Los Verdes, el socio menor de la coalici¨®n gubernamental, aunque el ministro de Exteriores, Joshka Fisher, est¨¢ menos preocupado por la democracia rusa que por el respaldo de Mosc¨² a un sill¨®n para Berl¨ªn en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Un 40% del gas y casi un tercio del crudo que consume Alemania proceden de Rusia
El desempleo en Alemania hace muy tentadores los negocios en Rusia. El canciller no discutir¨¢ sobre Yukos con Putin por considerar que ¨¦ste tema pertenece al ¨¢mbito de las actividades econ¨®micas privadas. Deutsche Bank, el mayor banco de Alemania, era una de las entidades que negociaban con Gazprom, el gigante del gas ruso, un cr¨¦dito para comprar Yuganskneftegaz. El tema de fondo es la disposici¨®n de la gran industria alemana a invertir en Rusia al amparo de una buena relaci¨®n estatal, siguiendo as¨ª la tradici¨®n de la ¨¦poca sovi¨¦tica. Un 40% del gas que consume Alemania y cerca de un tercio de su crudo procede de Rusia. Schr?der quiere incrementar la cooperaci¨®n energ¨¦tica y ha subrayado que, desde los noventa, Alemania ha invertido m¨¢s de 10.000 millones de d¨®lares en la econom¨ªa rusa. Este a?o el comercio bilateral sobrepasa los 22.000 millones de euros.
La actitud de Schr?der es una cierta garant¨ªa de que en Europa no surgir¨¢ una nueva l¨ªnea divisoria que margine a Rusia. En reminiscencia de su estancia en la Rep¨²blica Democr¨¢tica Alemana, Putin ha hablado de nuevos wessies, como ciudadanos de primera categor¨ªa, y ossies, como personajes de segunda, aplicando la terminolog¨ªa que sirvi¨® para denominar a los ciudadnos del Oeste y del Este, de forma vaga a Ucrania, pero evidenciando su propia identificaci¨®n con los ossies.
El proyecto de Putin para la reintegraci¨®n econ¨®mica del espacio pos-sovi¨¦tico ha entrado en una fase m¨¢s incierta con los acontecimientos en Ucrania. ?stos son una dolorosa constataci¨®n de la p¨¦rdida del Imperio. "Como a casi todos los rusos me cuesta reconocer que Crimea u Odessa son de Ucrania", manifestaba el comentarista Aleksandr Budberg. Como si la conjuraci¨®n eslava de Bielorrusia en 1991 no hubiera culminado un proceso en el que los rusos fueron protagonistas, ¨¦stos trasmiten hoy la sensaci¨®n de sentirse despose¨ªdos y humillados. El ministro de Exteriores, Sergu¨¦i Lavrov, en sus observaciones sobre la Organizaci¨®n de Seguridad y Cooperaci¨®n en Europa, indica que Rusia se siente objeto selectivo de la fiscalidad occidental. Seg¨²n la soci¨®loga Olga Kryshtanovskaya, en los reproches del Kremlin hay una dosis de sinceridad. "Esperaban mucho de Occidente y est¨¢n decepcionados porque no quieren ayudarles ni en la guerra de Chechenia, ni en la reforma econ¨®mica y porque les acusan de autoritarismo por reformas pol¨ªticas que ellos consideran necesarias para que no se desintegre el Estado", se?alaba. El Kremlin no quiere entender otras cosas. "En el entorno de Putin se ha formado la firme y c¨ªnica opini¨®n de que las elecciones y otros valores democr¨¢ticos s¨®lo son formas de manipulaci¨®n y que, con el esfuerzo adecuado, se puede obligar al pueblo a votar por quien sea. Si nos comportamos as¨ª en casa, c¨®mo se puede esperar que respetemos a los electores de Abjasia o de Ucrania?, se?alaba Budberg.
En otro recodo de la historia, se reproducen los dilemas que enfrentaron en Occidente a los partidarios de la Ostpolitik (el cambio por aproximaci¨®n) y a los te¨®ricos del Imperio del Mal, partidarios de destruir a la URSS. La Rusia de hoy no es la URSS, aunque Mosc¨² sigue midi¨¦ndose en relaci¨®n a Washington. La Europa de hoy tampoco es la de la guerra fr¨ªa.
Los nuevos miembros de la UE y ex aliados de la URSS recelan de Rusia m¨¢s que en la vieja Europa, pero en Polonia o Lituania surge una conciencia de peligro m¨¢s responsable que la satisfacci¨®n intelectual que la condena lapidaria deja en algunos pensadores de la vieja Europa. De lo que se trata hoy es de tender puentes, si no para integrar a Rusia en Europa, al menos para echar un ancla que impida la transformaci¨®n de este enorme pa¨ªs en un barco a la deriva. "No vaya a ser que por ganar a Ucrania perdamos a Rusia", dec¨ªa el lituano Petras Vaitiakunas. En t¨¦rminos parecidos se expresaba Marc Franco, el delegado de la Comisi¨®n Europea en Mosc¨², seg¨²n el cual "al ganar a Ucrania no debemos perder a Rusia". Franco reconoc¨ªa que tal vez fue un error marginar a Rusia del di¨¢logo sobre la ampliaci¨®n de la UE.
Putin estaba en la encrucijada de reconstruir un espacio econ¨®mico en torno a Mosc¨² o avanzar hacia la UE cuando se produjo la crisis ucrania. ?sta distorsiona la estrategia de replegamiento hacia la "zapatilla vieja", que tiene la ventaja de la comodidad, pero el problema de que no se sabe cu¨¢ndo perder¨¢ la suela, en palabras de un diplom¨¢tico europeo.
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