Bollywood en el Sant Jordi
Atardecer noche. Lunes. Lluvia. Alrededores del Sant Jordi. Hay bastante gente pero apenas se entiende lo que dicen. S¨®lo abandonan su idioma cuando piden precio en la taquilla. Dicen algo, quiz¨¢ una blasfemia, al entender que les comunican que 30 euros lo m¨¢s barato. Alargan los billetes, sonr¨ªen y enfilan la puerta del recinto bajo la lluvia. Siguen hablando entre s¨ª en un idioma indescifrable. Son indios, paquistan¨ªes y nativos de Bangladesh -por cierto, ?cu¨¢l es su gentilicio?-. Est¨¢n en el Sant Jordi porque las estrellas de Bollywood vienen por vez primera a Barcelona. Es una noche hist¨®rica.
Noche de lunes. Puerta del Sant Jordi, a¨²n llueve. Un equipo local de televisi¨®n ha concluido su trabajo antes de comenzar el concierto. Lo ¨²nico que han podido hacer es preguntar al p¨²blico sobre sus impresiones. No pueden grabar nada del espect¨¢culo que est¨¢ a punto de iniciarse. Una cadena de televisi¨®n india tiene todos los derechos y no permite que nadie grabe ni una m¨ªsera imagen para informativos. El c¨¢mara del equipo muestra alborozo al constatar que los ni?os, ni?os morenos de pelo azabache y ojos oscuros como la noche, hablan en la lengua de Pla. Algo est¨¢ cambiando en esta ciudad, algo de nuestra realidad se transforma, no todo lo que enfoco es igual que hace unos a?os, cuando la c¨¢mara siempre me devolv¨ªa la misma imagen, parece decir.
Noche hist¨®rica en Barcelona: el lunes actuaron en la ciudad un pu?ado de rutilantes e idolatradas estrellas del 'star-system' indio
Noche de lunes. Interior Sant Jordi. Fuera ya no llueve. Un mostrador aparece repleto de bolsas. Tomo una y un se?or me dice en ingl¨¦s que s¨®lo puedo cogerlas si me voy a inscribir. Ve mi cara de incomprensi¨®n y me dice que bien, que puedo llevarme la bolsa. Miro en su interior. Hay un im¨¢n enorme con forma de pizarra para el frigor¨ªfico, una octavilla con fotograf¨ªas que parecen de artistas y la revista de una cadena de televisi¨®n llamada Zee que resulta ser la patrocinadora del espect¨¢culo y editora de la publicaci¨®n. En su portada aparece una especie de Lorenzo Lamas del Ganges, un guaperas seguro de su mirada, de sus ojos marrones, de su abundante pelo negro y de su media sonrisa seductora. Se llama Shahrukh Khan y es el reclamo principal de una revista para indost¨¢nicos editada en Londres por una cadena de televisi¨®n que ya ha detectado que en Barcelona tambi¨¦n hay clientes potenciales. En su interior hay anuncios de curry y de d¨®nde comer tandoori en Nueva York. Los ¨²nicos que no tenemos aspecto de clientes somos una docena de rostros p¨¢lidos. El resto, unos 3.000 asi¨¢ticos, hojean la revista con la soltura propia de una clienta de peluquer¨ªa mirando el Hola. Hay una diferencia: los adultos son triling¨¹es en su mayor¨ªa -hindi, ingl¨¦s y castellano- y los ni?os adem¨¢s saben catal¨¢n porque ya han sido escolarizados en Barcelona.
Mensaje de megafon¨ªa en el Sant Jordi: "Se ha perdido un ni?o llamado Viru. Es hijo de Mika, que vive en Santa Madrona. Por favor, que sus padres acudan a la entrada". Viru de Santa Madrona. Para aumentar el efecto multicultural, suena el Mull of Kyntire anglo en versi¨®n techno. Todo resulta asombroso. Tambi¨¦n que el espect¨¢culo comience una hora m¨¢s tarde de lo anunciado y nadie diga ni Nueva Delhi. El tiempo debe de ser m¨¢s el¨¢stico para un indio. El dinero no. Uno pregunta a un vendedor ambulante lo que cuesta una coca-cola. La respuesta, tres euros y medio, le deja fr¨ªo. Beber¨¢ al llegar a casa. Cuando est¨¢ a punto de cumplirse la hora de retraso comienza el show.
El escenario est¨¢ limpio, s¨®lo es una explanada enorme sin objeto alguno. De repente aparecen m¨¢s de 20 bailarines envueltos en trajes de lentejuelas brillantes como gemas y explota una coreograf¨ªa bajo el cromatismo de decenas de luces. Cada coreograf¨ªa est¨¢ protagonizada por un artista que previamente ha sido presentado en las pantallas laterales como encarnaci¨®n de un valor concreto. Uno es "poderoso", otra es la "pasi¨®n", otra el "amor", otra el "deseo". El p¨²blico brama, grita en hindi y baila bajo los acordes de una m¨²sica de orientaci¨®n techno marcada por unos graves que har¨ªan temblar al mism¨ªsimo S¨®nar. Las bailarinas exhiben sus cuerpos sin demasiado recato y los protagonistas de cada coreograf¨ªa hacen labiales sin inter¨¦s alguno en disimular que se trata de un playback. Son n¨²meros que se han hecho populares en las pantallas de cine, all¨ª donde estos actores se mueven y vocalizan sobre la voz de cantantes de verdad. Ellos s¨®lo son actores y como tales no est¨¢n obligados a cantar. Se mueven, bailan el¨¢sticamente y ya est¨¢. Esto es Bollywood.
Bollywood es el Hollywood de Bombay, una enorme factor¨ªa de pel¨ªculas que no s¨®lo distrae con im¨¢genes, sino con una enorme cantidad de canciones que en la India y Pakist¨¢n est¨¢n reemplazando a la m¨²sica popular. Antes hab¨ªa compa?¨ªas de teatro ambulantes que escenificaban y cantaban historias trasmitidas de manera oral, ahora s¨®lo hay cine. Y como el cine ha de distraer de una vida cotidiana por lo general miserable, sus historias siempre hablan de amor, esperanza, riqueza y lujo, algo que pocas veces se halla en la vida diaria. Gracias a Bollywood la m¨²sica no refleja la vida del pueblo que la produce, sino las aspiraciones y fantas¨ªas que este necesita para olvidar la miseria que le rodea. En Bollywood la m¨²sica es m¨¢s truculenta y desapegada de la realidad que en ning¨²n otro rinc¨®n del mundo. Y en el Sant Jordi se mostr¨® ese tipo de m¨²sica.
El protagonismo para los hind¨²es se lo llev¨® Shahrukh Khan, la gran estrella que entre baile y baile subi¨® a escena a varios espectadores. Uno era un importador de electr¨®nica, otra una se?ora india que viv¨ªa en Valencia. Tambi¨¦n subi¨® a una joven que dijo llamarse Sneha Deol... "from Barcelona". Para los que en la gama de Patak's no distinguimos entre un curry balty y el rogan josh, lo m¨¢s atractivo de la noche fue comprobar que aquella chica ya se sent¨ªa de Barcelona.
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