Fronteras de la fantas¨ªa

Esconde una aviesa contradicci¨®n el t¨ªtulo de esta pel¨ªcula, una de las m¨¢s raras, y por algunas razones tambi¨¦n apasionantes, que haya producido el fant¨¢stico en mucho tiempo. Porque el hecho de referir en su t¨ªtulo a "el mundo del ma?ana" parece una contradicci¨®n, anclada como est¨¢ toda la peripecia al cine del ayer, a los viejos seriales de finales de los a?os treinta, a las citas que la pel¨ªcula hace expl¨ªcitas durante su desarrollo (de El mago de Oz a Horizontes perdidos, de Metr¨®polis a la imaginer¨ªa visual del c¨®mic de los cuarenta, o las pel¨ªculas de ciencia-ficci¨®n de los cincuenta): hay que decirlo claro, Sky Captain es por lo menos una pel¨ªcula que luce airosa su aire retro, sin arrepentirse en ning¨²n momento de ¨¦l.

Y, sin embargo, sus im¨¢genes, antes que propugnar el mundo de ayer, apuntan decididamente en la direcci¨®n del futuro: esta primera obra de Kerry Conran, el empe?o personal de un hombre que ha dedicado una d¨¦cada a montar su proyecto, resulta, en su impresionante plasmaci¨®n en la pantalla, el ¨²ltimo grito en lo que efectos especiales se refiere, una especie de nueva frontera para la fantas¨ªa: todo lo que vemos en la pantalla, con excepci¨®n de los actores, que son de carne y hueso, es pura ilusi¨®n por ordenador, puro, y apasionante, juego virtual.

Por eso, desde ese comienzo esplendoroso, con el, digamos, aterrizaje de un gran zepel¨ªn en el Empire State y la bajada de sus pasajeros, hasta la invasi¨®n de Nueva York por parte de un ej¨¦rcito de robots, o las gr¨¢ciles naves espaciales que vuelan batiendo sus alas como p¨¢jaros de acero, todo es ilusi¨®n en la mejor acepci¨®n del t¨¦rmino. Lo dem¨¢s, parece querer decir Conran, importa poco: lo que m¨¢s ocupa al director y su portentoso equipo t¨¦cnico es la creaci¨®n de ese universo de incre¨ªble, hosca, turbia belleza.

Y lo dem¨¢s, por desgracia para el resultado global de la pel¨ªcula, es el juego de los actores, la (escasa) qu¨ªmica entre los personajes, el desaprovechamiento de algunos de ellos (como el de Angelina Jolie, una mera caricatura sin desarrollo... como todos los otros, por lo dem¨¢s) y, lo que es peor, la mism¨ªsima trama, se antojan s¨®lo excusas para un juego mayor, el de la creaci¨®n de las escenograf¨ªas. Es una l¨¢stima, entre otras cosas, porque ninguna pel¨ªcula, por grandes efectos especiales que tenga, se sostiene si no hay alg¨²n tipo de empat¨ªa con la suerte de sus personajes. Los de aqu¨ª son tan voluntariamente acartonados, se les lleva tan impasiblemente hacia su destino (?esos peinados, ese impecable maquillaje de Gwyneth Paltrow en medio de los mayores cataclismos!), que al poco de comenzar la historia nos desvinculamos de ellos para dedicar todos los esfuerzos en deleitarnos con la imaginer¨ªa visual que el filme propone. Es una l¨¢stima que Conran y los suyos hayan desaprovechado, por obra de un gui¨®n pobre y plagado de lugares comunes y por opciones est¨¦ticas en alg¨²n caso discutibles, la ocasi¨®n de construir una obra maestra de las aventuras fant¨¢sticas del pasado/futuro.