Entre la gen¨¦tica y el ambiente
?Es el ambiente, el entorno en el que nos desarrollamos, qui¨¦n gu¨ªa nuestras vidas, nuestras inclinaciones o car¨¢cter, o, por el contrario, es nuestra propia naturaleza, esto es, los genes codificados en las cadenas de ADN de nuestros cromosomas? Dicho con otras palabras: cuando se trata de intentar explicar el comportamiento de los humanos, ?a qui¨¦n debemos considerar como responsable principal, a la naturaleza o al entorno, a lo gen¨¦tico o a lo ambiental?
Esta pregunta no es en absoluto nueva; todo lo contrario, posee una larga y cambiante historia. Francis Galton (1822-1911), primo del gran Charles Darwin y recordado hoy sobre todo por su destacada contribuci¨®n a la puesta en marcha de aquel odioso programa de "mejora" de la especie humana llamado "eugenesia", opinaba que la clave estaba en la herencia, es decir, en nuestra naturaleza biol¨®gica. Bajo otra formulaci¨®n, menos susceptible de ser llevada al peligroso terreno de la eugenesia, algo no demasiado diferente pensaba el psic¨®logo y fil¨®sofo estadounidense William James (1842-1910), que sostuvo que los humanos tienen m¨¢s instintos que otros animales, no menos.
QU? NOS HACE HUMANOS
Matt Ridley
Traducci¨®n de Teresa Carretero e Irene Cifuentes
Taurus. Madrid, 2004
363 p¨¢ginas. 22 euros
Pero en lenguaje moderno decir que algo es instintivo es equivalente a decir que es gen¨¦tico. Franz Boas (1858-1942), uno de los padres de la antropolog¨ªa cultural, daba prioridad a la cultura como factor diferenciador; el origen de las diferencias ¨¦tnicas resid¨ªa, argumentaba, en la historia, la experiencia y las circunstancias, no en la fisiolog¨ªa ni en la psicolog¨ªa. El et¨®logo Konrad Lorenz (1903-1989) defend¨ªa la naturaleza, mientras que conductistas como John Watson (1878-1958) y, con m¨¢s intensidad, su seguidor Burhus F. Skinner (1904-1990), daban preferencia al entorno y a las costumbres. Menos radical era Jean Piaget (1896-1980), quien consideraba que el desarrollo cognitivo ni era aprendido ni tampoco maduraci¨®n de algo gen¨¦tico, sino una combinaci¨®n de los dos, una especie de compromiso activo que la mente que se est¨¢ desarrollando establece con el mundo. Fue seguramente el primero que tom¨® en serio la cuarta dimensi¨®n de la naturaleza humana: la dimensi¨®n temporal.
Ahora bien, todos estos per
sonajes y movimientos, incluso los que nos son m¨¢s pr¨®ximos, pertenecen a ¨¦pocas cient¨ªficas que pueden parecer antediluvianas, al ser anteriores al mundo biol¨®gico-molecular, al universo del ADN y de los genes, en el que nos encontramos hoy inmersos. Es preciso, en consecuencia, replantearse la cuesti¨®n de naturaleza versus entorno desde una perspectiva informada y respetuosa con lo que hoy nos dice la gen¨¦tica molecular. Tal es la tarea que se ha impuesto en este libro, ?Qu¨¦ nos hace humanos?, Matt Ridley, que public¨® hace cuatro a?os un texto maravilloso, Genoma. Pocos, por consiguiente, m¨¢s adecuados para acometer semejante empresa. Una empresa, adem¨¢s, extremadamente necesaria porque, como es f¨¢cil imaginar, el problema de si somos meros esclavos de nuestros genes o productos del medio en el que vivimos, va m¨¢s all¨¢ de lo puramente cient¨ªfico, adentr¨¢ndose en las procelosas aguas por las que transitan esos delicados nav¨ªos llamados pol¨ªtica, derecho o, simplemente, "sociedad". Y aunque, al menos para quien escribe estas l¨ªneas, su nuevo libro no llegue a tener el encanto y desparpajo del primero, mantiene un nivel que hace que su lectura sea m¨¢s que recomendable.
En cuanto a cu¨¢l es la postura de Ridley, si se inclina hacia el lado de la naturaleza o al del ambiente, pues no opta ni por uno ni por otro, situ¨¢ndose en una naturaleza que desempe?a un papel en la determinaci¨®n de la personalidad, la inteligencia y la salud: que los genes son importantes. Pero nos dice que este papel est¨¢ a expensas del entorno... La naturaleza no triunfa sobre el entorno; no compiten; no se trata en absoluto de enfrentar a la naturaleza con el entorno. "Cualquier genetista", a?ade, "que diga que ha descubierto una influencia a favor de los genes y que por consiguiente el ambiente no desempe?a papel alguno, est¨¢ diciendo tonter¨ªas. Y cualquier defensor del entorno que diga que ha descubierto un factor ambiental, y que por lo tanto los genes no tienen ning¨²n papel, est¨¢ diciendo tonter¨ªas igualmente".
Para defender su posici¨®n, Ridley recurre a un extens¨ªsimo arsenal, en el que se encuentran temas cl¨¢sicos, como el de las diferencias o semejanzas entre gemelos. Han sido tantos los resultados obtenidos que han mostrado cu¨¢n parecidas son las historias de gemelos separados en los primeros momentos de sus vidas, que parece dif¨ªcil evitar la conclusi¨®n de que este caso favorece claramente la posici¨®n gen¨¦tica. Sin negar tales evidencias, Ridley nos recuerda que estudios sobre la heredabilidad del tan debatido coeficiente de inteligencia (CI) en gemelos, adoptados y combinaciones de ambos, concluyen que aproximadamente el 50% del CI es gen¨¦tico, un 25% est¨¢ influido por el ambiente compartido y otro 25% influido por factores ambientales ¨²nicos en cada individuo.
Es muy importante hacer hin-
capi¨¦ en que no todo aquello que conforma nuestras personalidades o nuestras configuraciones f¨ªsicas depende de la misma forma de los genes. Ni las preferencias alimenticias ni el sentido del humor parecen demasiado heredables; se adquieren de la experiencia temprana, no de los genes. Asimismo, las actitudes sociales y pol¨ªticas muestran una fuerte influencia del entorno compartido. En cuanto a la heredabilidad del peso, es cierto que en una sociedad occidental con abundancia de alimentos, engordar¨¢n m¨¢s r¨¢pido quienes tengan unos genes que les induzcan a comer m¨¢s, pero en aquellos lugares en los que domina la extrema pobreza, los gordos son probablemente los ricos. En este caso, la variaci¨®n del peso est¨¢ producida por el ambiente, no por los genes. Dicho de otra forma algo m¨¢s t¨¦cnica: el efecto del ambiente no es lineal; en los extremos tiene efectos dr¨¢sticos, pero en el medio moderado, un peque?o cambio ambiental surte un efecto despreciable.
Los anteriores son ¨²nicamente unos pocos ejemplos de los temas que Ridley trata en su libro, poblado de cuestiones ante las cuales es dif¨ªcil que los lectores se sientan ajenos. ?Cu¨¢l es el efecto de la cultura en el ¨¦xito de nuestra especie, que gen¨¦ticamente no se distingue demasiado de otras, como los chimpanc¨¦s o los gorilas? ?Existen algo as¨ª como "genes de la cultura"? ?Y de la homosexualidad, como a veces leemos defienden algunos investigadores? En fin, es ¨¦ste un libro que no s¨®lo entretiene, sino que tambi¨¦n ayuda para orientarse en ese dif¨ªcil camino que es la vida.
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