V¨ªctima
Han vuelto a pedir el procesamiento de Dolores V¨¢zquez. Un jurado popular la encontr¨® culpable del asesinato de Roc¨ªo Wanninkof, hija de su compa?era sentimental, pero el juicio fue anulado porque el Tribunal Superior de Justicia de Andaluc¨ªa entendi¨® que el jurado no hab¨ªa funcionado de la manera prevista en la ley (por ejemplo, no hab¨ªa sido instruido acerca de sus funciones). Lo mismo opin¨® el Tribunal Supremo, que orden¨® repetir el juicio. La ulterior investigaci¨®n del asesinato de otra joven dej¨® fuera de toda sospecha a Dolores V¨¢zquez, y parec¨ªa que para esta mujer llegaba el final de un suplicio. Pero ya se ve que no.
Este acoso obsesivo me ha recordado una pel¨ªcula de 1931, M, El vampiro de D¨¹sseldorf, del alem¨¢n Fritz Lang, cuyo argumento arranca de la alarma social provocada por una serie de asesinatos de ni?as cometidos por entonces. M¨¢s tarde, en 1947, Lang escribi¨® un texto con el t¨ªtulo ?Por qu¨¦ me interesa el asesinato? en el que dice que para ¨¦l hay un posible asesino dentro de cada uno de nosotros. De hecho, M iba a llamarse as¨ª, Los asesinos est¨¢n entre nosotros, pero los nazis se dieron por aludidos y Lang tuvo que cambiar.
M es la inicial de M?rder (asesino, en alem¨¢n), y el trazo de esa letra adquiere en la pel¨ªcula una dimensi¨®n muy especial. Cuando el asesino es finalmente identificado por uno de sus perseguidores, ¨¦ste lo marca en la espalda con una M que lo se?ala y lo hace reconocible por todos. De esta forma, el peligro abstracto que se cern¨ªa sobre la ciudad toma una dimensi¨®n mucho menos ansi¨®gena: lo Otro, el mal absoluto, el riesgo de retorno a la barbarie que amenaza nuestra existencia "como un incendio que se incuba", dice Lang, adquiere la identidad de un otro, un individuo singular, cuya amenaza podemos combatir gracias a que ya tiene un nombre y un rostro. Y algo m¨¢s: la marca, la M trazada con cal en la espalda de s¨®lo uno de nosotros, libera a todos los dem¨¢s de la carga de la sospecha que, mientras M no ten¨ªa nombre, pod¨ªa recaer sobre cualquiera porque "cualquiera de nosotros, en determinadas circunstancias, puede convertirse en un asesino".
De modo que es preciso marcar a alguien, y la sociedad -que no distingue entre un indicio y una prueba- lo hizo de una manera terrible, acosada por un miedo arcaico y en un clima de linchamiento que era un signo de barbarie hip¨®crita. El gobierno reaccion¨® en seguida, y a tono: el ministro Acebes justific¨® la cadena de errores policiales (?r¨¢pido, un culpable!) diciendo que la se?ora V¨¢zquez ofrec¨ªa "el perfil delicuencial veros¨ªmil"; y el fiscal general, Jes¨²s Cardenal, aprovech¨® la ocasi¨®n para arremeter contra la instituci¨®n del Jurado popular, que evidentemente le gusta menos que la ley de Linch (el del linchamiento). Para Dolores V¨¢zquez su negativa a acudir a la televisi¨®n para defenderse se convirti¨® en un terrible indicio de culpabilidad; y as¨ª se lo espet¨® un periodista en una rueda de prensa celebrada cuando Dolores ya estaba exculpada pero que los medios utilizaron para atacarla con m¨¢s sa?a a¨²n.
Lo dijo B. Brecht: qu¨¦ dif¨ªcil es perdonar a una persona la injusticia que se ha cometido con ella.
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