Espa?a en Europa
El hoy hist¨®rico, el presente en marcha sobre el tiempo, viene a ser, en mucho, efecto del ayer, del pasado, asimismo hist¨®rico, que fue en su hora con actividad real y que sigue y seguir¨¢ siendo hacia el futuro con influencia efectiva y actividad tambi¨¦n real y positiva de presencia indudable. Por eso, para intentar comprender con interpretaci¨®n suficientemente adecuada el hoy que est¨¢ corriendo en la vida circunstancial de los pueblos, de las asociaciones nacionales e internacionales, de las uniones m¨²ltiples que viven y se mueven con el ¨¢nimo y el impulso que reciben de lo que se entiende por Pol¨ªtica, por eso, rep¨ªtase, resulta altamente conveniente, e incluso necesario, repasar -y, mejor dicho, repensar- la historia de un tiempo atr¨¢s, normalmente la de unos siglos anteriores. Tal estudio del ayer, si se logra alcanzarlo con objetividad suficiente, explicar¨¢ en mucho y con grado aceptable el ser activo y moviente del hoy -su c¨®mo y su porqu¨¦- de lo que solemos entender al decir "lo que est¨¢ pasando". De ah¨ª que al mirar hoy a la Espa?a del momento en su relaci¨®n con la Europa de este hoy y de este momento hist¨®rico convenga echar una mirada inquietamente penetrante al pasado de Espa?a en el marco de lo europeo, de la Europa de ayer hasta pr¨¢cticamente la de ahora.
Espa?a estuvo en Europa decididamente y con pr¨¢ctica actividad desde terminada la Reconquista, cuando en realidad empez¨® a ser naci¨®n: la naci¨®n espa?ola. Estuvo Espa?a en ese entonces en lo oce¨¢nico y en lo americano que empezaba a ser, y desde la Europa en la que estaba arrastr¨® -"remolc¨®", dir¨ªase tal vez mejor- a esa Europa, algo informe acaso todav¨ªa, hacia lo reci¨¦n descubierto: oc¨¦anos y tierras nuevas. Espa?a estuvo en Europa desde esos mares y esas tierras. Con los Austrias sigui¨® Espa?a en Europa, pero, por as¨ª decir, metida en tierra, porque le dio la espalda a lo oce¨¢nico, que se compaginaba mejor con su ser nacional. Espa?a, con los primeros Austrias espa?oles, estuvo en Europa con influencia marcada y positiva. Puede decirse que Espa?a fue europea con gravedad tangible y esencia decisiva. Estuvo Espa?a en las guerras de Europa. Entr¨® en la decadencia que el tiempo hist¨®rico impone y perdi¨® con claridad lo que pudiera llamarse "potencial europeo". Con los Borbones sigue Espa?a en Europa, mas lo hace en plano inferior al de un siglo y medio antes porque se supedita a la Francia, borb¨®nica tambi¨¦n, que le dicta su hacer en Europa y en la historia al fin, con lo que el estar Espa?a en Europa no llega a ser sino una actitud impersonal reflectante del ser, del hacer y del mandar de otros, hacer ese que lleva a Espa?a a "estar" cada vez menos en Europa por alejarse fatalmente de lo genuino y palpitante europeo. En el siglo XIX se acent¨²a la ausencia de Espa?a en Europa. Dir¨ªase que Espa?a, por el declinar de su hacer hist¨®rico y por el fatalismo de encerrarse en s¨ª misma -la p¨¦rdida del imperio ultramarino y las guerras civiles y los pronunciamientos militares, consecuencia acaso ¨¦stos de aqu¨¦lla-, queda aislada de Europa, al margen pr¨¢ctico de lo vivo y activo europeo. Lo mismo acontece en el siglo XX. Espa?a no est¨¢ en Europa, entre otras cosas porque no est¨¢ en las guerras europeas. Europa rechaza a Espa?a. La admite al fin oficialmente y de modo nominal, pero en el fondo subconsciente de Europa no es para ella Espa?a lo que al exterior pol¨ªtico puede aparentar.
Pero una cosa es el estar y otra el ser en Europa. Para ser en Europa en un presente vivo y activo es preciso disponer de un estar activo y eficaz en el pasado, ya reciente ya remoto; de un "haber estado" ayer que signifique todav¨ªa algo en el estar de hoy y en el ser y en el estar hacia adelante. Cuanto m¨¢s reales sean esos estar y haber estado, m¨¢s influyente habr¨¢ de resultar el ser efectivo y activo en cada presente corriendo hacia el futuro sin deshacer el pasado.
Ahora Europa llama a los europeos; los est¨¢ llamando con voces claras y profundas. Esas voces claman hacia la uni¨®n. Esta uni¨®n es -naturalmente y sobre todo- uni¨®n humana, fusi¨®n ideal de hombres, de convicciones, de creencias. Toda uni¨®n humana de este orden resulta ser una cohesi¨®n de energ¨ªas convencidas de alcanzar un fin fruct¨ªfero y eficaz para el hacer com¨²n, una fusi¨®n de fuerzas individuales para formar la fuerza com¨²n, unitaria, conjunta. Claro es que esas fuerzas que tienden a unirse son, por as¨ª decir, individuales, distintas entre s¨ª, diferentes: unas m¨¢s potentes que otras, m¨¢s influyentes, m¨¢s decisivas al fin. Naturalmente predominan en el conjunto formal las fuerzas mayores. En Europa -ayer, s¨ª, pero en especial en el hoy que est¨¢ corriendo-, las fuerzas individuales que la componen son muy distintas. "Fuerza", ahora, equivale a haber hecho la historia, la historia de Europa en este caso y, sobre todo, acaso, la historia europea de los tiempos recientes. Tales fuerzas, destacadas francamente sobre las dem¨¢s, son, para una amplia opini¨®n europea desprovista de particularismos, Inglaterra, Alemania, Francia. Lo dem¨¢s queda en segundo o tercer plano.
Espa?a en Europa est¨¢ hoy en plano francamente secundario, secuela del nivel en el que estuvo en los siglos XIX y XX. Dif¨ªcil ser¨¢ para esa Espa?a ganar altura europea. Necesitar¨¢ para ello competir en fuerza con convicci¨®n cimentada y din¨¢mica. Tal competencia habr¨¢ de nacer de la pol¨ªtica espa?ola, del hacer de los pol¨ªticos de Espa?a, que habr¨¢n de perseguir, en cuanto fin primordial para ello, la comprensi¨®n de los espa?oles de hoy de su ser europeos, en el pasado, desde luego, y en el hoy trascendente hacia el ma?ana, en el que Europa ha de ser verdaderamente Europa. Lo malo parece ser que Espa?a est¨¢ hoy en cierta crisis de lo que pudi¨¦ramos entender por nacionalidad verdadera y completa. Partes de Espa?a dan la impresi¨®n -la est¨¢n dando- de querer estar en Europa junto a lo espa?ol, tal vez, pero al margen de lo que real y verdaderamente es ello. Esa crisis puede pasar o, por el contrario, tender a agudizarse. De cualquier forma, Espa?a est¨¢ ya en Europa. Siente y sentir¨¢ la conveniencia y el imperativo hist¨®rico de seguir estando en ella.
Eliseo ?lvarez-Arenas es almirante de la Armada y miembro de la Real Academia Espa?ola.
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