?Viven!
A M? LOS HOMBRES espa?oles (salvo raras excepciones) me parecen todos iguales. No tienen misterios para m¨ª: ni a nivel intelectual ni a nivel puramente f¨ªsico. No es que los haya probado a todos todos todos, pero quieras que no, a cierta edad, la que m¨¢s la que menos tiene hecho su estudio de campo. Yo, modestamente, tengo el m¨ªo. Hablo desde la experiencia, pero tambi¨¦n desde la observaci¨®n: los hombres espa?oles son parecid¨ªsimos unos a otros, como si no se hubieran mezclado jam¨¢s con otras tribus. Todo esto forma parte de un estudio que me van a publicar o en Muy Interesante o en Science (a¨²n no est¨¢ decidido). El estudio se va a llamar ?Viven!, y lleva un subt¨ªtulo: Los verdaderos hombrecillos de Flores. Y en dicho estudio cuento primero mi experiencia con el hombre americano, a mi juicio un hombre completamente desproporcionado: gran cuello, gran culo, gran cabeza. Sean jud¨ªos o cristianos, negros o blancos, da igual, no caben por nuestras puertas ni en nuestras camas. Por cierto, vine en el avi¨®n rodeada de cinco rabinos vestidos de rabinos, y eran tan enormes que para encajar a cada rabino en su asiento hicieron falta dos azafatas de Iberia. Bien es verdad que los asientos de Iberia cada vez son m¨¢s mezquinos, pero los rabinos eran para echarles de comer aparte. Les echaron de comer aparte: comida kosher bendecida. Fue com¨¦rsela, echar su provechito (en hebreo) y toc¨¢ndose los ricillos se quedaron cuajaos. Oyes, como si no hubiera rabinos. Abundando en el tema rabinesco: llevaban sombreros negros de ala ancha y, antes de dormir, sacaron unas sombrereras tambi¨¦n enormes, guardaron los sombreros y en su lugar se pusieron la kip¨¢, esa peque?a boina que se colocan en el centro craneal. Al rabino que yo ten¨ªa al lado, con los ronquidos, la kip¨¢ se le fue deslizando, hasta que se le qued¨® ladeada en la frente. Parec¨ªa un monterilla. Qu¨¦ caramba, ten¨ªa su gracia. Yo se la fui a colocar bien, porque de siempre tengo la man¨ªa de quitarle pelos a la gente desconocida de la ropa o arrancarles las bolillas del jersey, que es una man¨ªa que practico bastante en los vuelos internacionales cuando el pasaje se duerme y las azafatas hablan de sus jodidas cosas detr¨¢s de las cortinillas, pero el rabino era tan inmenso que me dio no s¨¦ qu¨¦. Pens¨¦: a ver si mientras le estoy colocando la kip¨¢, el rabino se me despierta y tenemos un misundertanding (malentendido). Pero a lo que iba, que fue verme en Barajas, en el taxi, en la Gran V¨ªa y en Cortylandia (si no voy a Cortylandia, noto como que me falta algo), observar a los hombres espa?oles y pensar: m¨ªralos, tan peque?os y tan intensos. He intentado ponerme infructuosamente en contacto con mi admirado Javier Sampedro (el que escribe de ciencia) y con nuestro gran Arsuaga (el que vive en Atapuerca) para ver si le encontraban una l¨®gica cient¨ªfica a mi idea de los hombres espa?oles, pero hija, en Espa?a el que m¨¢s el que menos tiene una madre en una naci¨®n distinta de la naci¨®n en la que uno vive, y es comprensible que a la postre hasta los hombres de ciencia quieran atravesar naciones de nuestra piel de toro para reencontrarse con su pobre madre o, en su defecto, su pobre padre, y puedan disfrutar con ellos ese momento m¨ªtico de Ramonchu con la capa castiza explicando lo que son los cuartos, etc. Entre otras cosas porque, por muy mal que te lleves con la familia, vivir el momento Ramonchu a solas ante la tele ser¨ªa como para autosuicidarse. Aparte de que tener a tu madre en una naci¨®n distinta da mucha pena. Lo bueno de Espa?a es que las naciones est¨¢n supercerca unas de otras: por ejemplo, un hombrecillo de Catalu?a que tenga a su madre en Almer¨ªa (hay bastantes) se cruza en cinco horas, sin exagerar, tres naciones. Yo (sin encambio) me he cruzado el oc¨¦ano para vivir tan crucial noche con mi querido padre, que me recibi¨® en Barajas dici¨¦ndome que ha inventado un crecepelo y que si le puedo acompa?ar a patentarlo una ma?ana de ¨¦stas. La verdad, te hacen tal afirmaci¨®n seg¨²n te bajas del avi¨®n, y te quedas muerta. Yo le dije a mi santo: "Pell¨ªzcame, porque no s¨¦ si esto que ha dicho mi padre es verdad o es un sue?o". Era verdad. Otro d¨ªa hablar¨¦ del crecepelo. Pero centr¨¦monos en un solo tema, por Dios: mi teor¨ªa es que todav¨ªa hay hombrecillos de Flores, y no se encuentran en ning¨²n bosque ind¨®mito de Indonesia, sino aqu¨ª mismo: est¨¢n en Espa?a. La descripci¨®n es la misma que han hecho los cient¨ªficos de los hombrecillos de Flores: son peque?os, fuertes, compactos, irascibles y se lo comen todo con una voracidad impresionante. Co?o, no hay m¨¢s que darse una vuelta por los bares en estas fechas para darse cuenta de que los hombrecillos de Flores est¨¢n chupando gambas, huesos de corderos, apurando el cerdo del morro al rabo, con una determinaci¨®n que asusta. Y todo esto mientras hablan compulsivamente y se pelean a la m¨ªnima. Lo que no s¨¦ es si los hombrecillos de Flores hac¨ªan cada dos por tres ese gesto tan entra?able de colocarse sus partes ¨ªntimas o si es una derivaci¨®n ins¨®lita de los hombrecillos espa?oles. Nuestro hombrecillo de Flores protot¨ªpico, por as¨ª decirlo, ser¨ªa Ram¨®n Garc¨ªa, Ramonchu. Y no quiero finalizar el a?o sin resaltar una cosa que me ha emocionado en esta vuelta a Espa?a, y es que, para m¨ª, que toda esta naci¨®n de naciones, en la que siempre tenemos nuestras rencillas, nuestros rencorcillos, se ponga de acuerdo para que cuando Ramonchu diga: "?Viva el 2005!", todos gritemos: "?Por el culo te la hinco!", es emocionante. Cuando me pasaron esta informaci¨®n v¨ªa Internet, pens¨¦ que si todos los hombrecillos de Flores somos capaces de ponernos de acuerdo en una gilipollez de tal calibre, es que hay esperanza. As¨ª lo veo yo.
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