Nuevas estrategias para una pol¨ªtica cient¨ªfica y tecnol¨®gica
El autor sostiene que el impulso para un cambio en la pol¨ªtica de investigaci¨®n en Espa?a es ahora posible porque hay presupuestos claros y programas definidos
La ciencia y la tecnolog¨ªa viven en Espa?a momentos de gran expectaci¨®n. Existe un acuerdo social muy amplio sobre su importancia. Tenemos bien identificado nuestro potencial y nuestras necesidades de cambio. Los investigadores esperan que se apuntale el mucho trabajo ya hecho y se apoye decididamente la actividad cient¨ªfica. Los empresarios conf¨ªan en que las insuficiencias del sistema de apoyo al desarrollo y a la innovaci¨®n empresarial se corrijan. Las muchas organizaciones que articulan el sistema, desde las Universidades a los centros tecnol¨®gicos, est¨¢n pendientes de poder jugar su papel en lo que se percibe como un futuro inmediato de grandes oportunidades. Todos aguardan con cierta impaciencia, que viene siendo manifestada por voces autorizadas.
Es hora de demostrar que hemos dedicado tiempo, energ¨ªas e imaginaci¨®n al dise?o de nuevos enfoques, de estrategias concretas y de programas espec¨ªficos para responder a estos retos. Disponemos de presupuestos claros y de convocatorias definidas para poder hacerlo.
Como punto de partida, debemos reconocer la diversidad institucional de nuestro pa¨ªs, en general, y de las organizaciones interesadas en la generaci¨®n y el empleo de la ciencia y la tecnolog¨ªa. Nuestras comunidades aut¨®nomas tienen m¨²ltiples competencias, nuestras universidades amplia autonom¨ªa, nuestros organismos p¨²blicos de investigaci¨®n muchas finalidades, nuestras empresas son muy diversas, y todas ellas se relacionan a trav¨¦s de una gran variedad de instrumentos creados al efecto, como los parques, los centros tecnol¨®gicos, las oficinas de transferencia de conocimiento, las fundaciones y consorcios cuya finalidad ¨²ltima es fortalecer la actividad cient¨ªfica y la transferencia de sus hallazgos hasta los niveles productivos. Esta diversidad es una riqueza, fruto de una concepci¨®n no homogeneizadora del Estado y respuesta a la propia variedad de opciones y necesidades que plantean los procesos, nada lineales, de generaci¨®n y difusi¨®n del saber. Reconocer esta diversidad es un punto de partida. Necesitamos generar confianza mutua entre todos estos actores, concertarlos en torno a programas concretos de actuaci¨®n, y planes de futuro, haciendo de esta necesidad una fuente de nueva energ¨ªa y vertebraci¨®n. Con este fin, describir¨¦ a t¨ªtulo ilustrativo algunas actuaciones que vamos a poner en marcha desde Enero. Aunque s¨®lo son ejemplos, deber¨ªan reflejar el tono general y el car¨¢cter innovador de nuestras propuestas.
La primera actuaci¨®n est¨¢ destinada a incentivar la creaci¨®n de puestos de trabajo estables para personas con perfil investigador. El MEC, a trav¨¦s de la Direcci¨®n General de Investigaci¨®n, cubrir¨¢ los costes salariales de los primeros tres a?os a cualquier instituci¨®n sin ¨¢nimo de lucro y con vocaci¨®n investigadora que haya proporcionado un puesto de trabajo estable a personas con una probada trayectoria y capacidad investigadora. Es un primer instrumento, no el ¨²nico, que pondremos al servicio del desarrollo de una carrera investigadora, y para generar condiciones de absorci¨®n de la gran riqueza que suponen, para nuestro sistema, los investigadores j¨®venes. Entre ellos se cuentan, los beneficiarios del programa Ram¨®n y Cajal, y muchos otros profesionales con perfil investigador, dentro y fuera de Espa?a. La r¨¢pida puesta en marcha del programa deber¨ªa acelerar el proceso de creaci¨®n de oportunidades, y resolver en gran medida las situaciones personales de quienes hoy se mueven en la incertidumbre. Abrimos as¨ª una nueva forma de abordar, entre todos los agentes en cuyas manos est¨¢ la definici¨®n de carreras investigadoras, la soluci¨®n, necesariamente compleja, al reto de incrementar nuestro personal de manera acelerada, pero ordenada, en los pr¨®ximos a?os. No prejuzgamos, a trav¨¦s de este programa, si las carreras deben basarse en contratos laborales o en puestos funcionariales; si los investigadores deben incorporarse a universidades, hospitales, fundaciones, consorcios, institutos u otros tipos de centros. Cada comunidad tiene sobre esto pol¨ªticas propias, cada centro sus peculiaridades y todos ellos har¨¢n bien afrontando el reto desde sus propias estrategias. Por ello, la convocatoria se concretar¨¢ mediante convenios entre el MEC, cada una de las comunidades aut¨®nomas interesadas y las instituciones dentro de ellas que sean potenciales contratantes.
Una segunda convocatoria importante de la Direcci¨®n General de Investigaci¨®n es la de proyectos de investigaci¨®n, cuyo presupuesto pasar¨¢ de 278 a 330 millones de euros. Parte de este aumento se dedicar¨¢ a dotar mejor los proyectos, y otra al incremento de la financiaci¨®n de costes indirectos, que hasta ahora se fijaba en el 15% de lo que reciben los investigadores, y pasa al 19%. Seguimos trabajando en otra gran asignatura pendiente, la de la simplificaci¨®n de procedimientos, pero ah¨ª nos enfrentamos con una pesada herencia de la administraci¨®n anterior, que gener¨® una ley de subvenciones, totalmente alejada de la realidad de la ciencia: estamos en camino de acabar con sus efectos nocivos, pero llevar¨¢ un tiempo.
Volvamos a novedades absolutas. Vamos a iniciar un programa, basado de nuevo en la concertaci¨®n, para planificar la construcci¨®n y explotaci¨®n de instalaciones singulares. Con esta denominaci¨®n nos referimos a cualquier proyecto de largo alcance que permita servir, desde un emplazamiento concreto, a colectivos cient¨ªficos amplios. La Direcci¨®n General de Pol¨ªtica Tecnol¨®gica impulsar¨¢ tales proyectos, en colaboraci¨®n con CCAA, OPIs y tambi¨¦n con empresas que encuentren en ellos la posibilidad de abrirse al mercado de altas tecnolog¨ªas. Esta misma direcci¨®n iniciar¨¢ una nueva pol¨ªtica de apoyo a parques cient¨ªficos y tecnol¨®gicos, que den impulso a la ciencia en un contexto que se ocupe tambi¨¦n de transferir conocimiento.
Espero que estos ejemplos demuestren reflexi¨®n y se?alen buenas direcciones, aunque no sean descripciones exhaustivas de nuestras pol¨ªticas. Han quedado por tratar grandes temas, como las caracter¨ªsticas de una futura agencia de financiaci¨®n, la definici¨®n definitiva de una carrera cient¨ªfica en Espa?a o el alcance de nuevos mecanismos, adem¨¢s de los ya apuntados, para mejorar la conexi¨®n entre ciencia y empresa en Espa?a. Tambi¨¦n sobre ellos tenemos v¨ªas de respuesta, que espero ir exponiendo. Sin duda, con el actual presupuesto podemos operar con energ¨ªa en el 2005, generar proyectos ambiciosos cuya realizaci¨®n justifique seguir aumentando las dotaciones para ciencia y tecnolog¨ªa para a?os sucesivos.
Hace ya veinte a?os tuve el honor de ser designado por el Congreso como miembro del Consejo de Universidades. Uno de mis m¨¢s preciados recuerdos de aquella ¨¦poca son las muchas horas que pas¨¦ al lado de Don Francisco Grande Cobi¨¢n, ya entonces profesor em¨¦rito de la Universidad de Zaragoza. En muchas ocasiones, y en mitad de cualquier debate abracadabrante sobre las miserias de nuestra ciencia y las perspectivas de cambio, Don Francisco me comentaba: "mire Vd., Barber¨¤, esto ya lo dec¨ªa Don Santiago Ram¨®n y Cajal en 1913...". Ten¨ªa raz¨®n. Los cient¨ªficos, estemos donde estemos, siempre hablamos de lo mismo. Pero no decimos lo mismo. Siempre queremos avanzar. Pero no partimos del mismo punto. Siempre tenemos que explicar el inter¨¦s de lo que hacemos. Pero no ante p¨²blicos igualmente receptivos. Cierto, debemos seguir reivindicando m¨¢s y mejor para la ciencia y sus aplicaciones, pero sin olvidar los avances sobre los que construimos, ni que la sociedad nos observa cada vez con mayor inter¨¦s y exigencia. Si le explicamos nuestros planes, sabr¨¢ apoyarlos.
Salvador Barber¨¤ es secretario general de Pol¨ªtica Cient¨ªfica y Tecnol¨®gica
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