Conspiraci¨®n
?Existe un plan para ahondar y dramatizar la distancia entre Euskadi y el resto de Espa?a, dificultando m¨¢s y m¨¢s una soluci¨®n negociada y, por negociada, consensuable del problema vasco? Ignoro si los nacionalistas conspiran en tal sentido, como algunos medios de comunicaci¨®n, empe?ados en atizar las ascuas, afirman cada d¨ªa, pero la actitud de sus oponentes, ll¨¢mense como se llamen, conduce a tales resultados, queridos o no. Una vez m¨¢s, los hombres hacen la historia, aunque ignoren c¨®mo y en qu¨¦ sentido la hacen. Basta, para comprobarlo, repasar los hechos.
En septiembre de 2002, tras numerosos intentos de obtener un estricto cumplimiento del Estatuto de Gernika -norma que ahora se invoca todos los d¨ªas pero a lo que Madrid se neg¨®, una y otra vez, por motivos estrictamente pol¨ªticos-, el Gobierno del lehendakari Ibarretxe propuso el plan que se conoce por su nombre. Se trataba, a todas luces, de una propuesta de negociaci¨®n y as¨ª se afirm¨® reiteradamente por sus proponentes en la cual, desde el punto de vista "espa?olista", hab¨ªa luces y sombras. Entre las primeras, nada menos que la renuncia por parte del nacionalismo a la "estatalidad" y la reivindicaci¨®n de la integraci¨®n vasca en un ¨²nico Estado espa?ol. Entre las segundas, si es que ello es una sombra, la reivindicaci¨®n vasca a decidir su propio futuro, democr¨¢ticamente y en paz. Ret¨®ricas aparte, se pretend¨ªa, adem¨¢s, una importante extensi¨®n de las competencias auton¨®micas a trav¨¦s de los cauces institucionales previstos en el Estatuto vigente y, si ello fuera necesario, mediante la reforma de la Constituci¨®n, algo hoy sobre la mesa.
Nada de esto se contempl¨® en tales t¨¦rminos. La primera versi¨®n del plan Ibarretxe ni se ley¨® (?algunos de sus m¨¢s autorizados cr¨ªticos se preciaban de ello!) y se rechaz¨®, con rara unanimidad, por el Gobierno del PP, la oposici¨®n socialista y los fautores de opini¨®n, como antes se hab¨ªa rechazado la despu¨¦s a?orada propuesta Ardanza. En consecuencia, el plan Ibarretxe no se negoci¨® con las fuerzas no nacionalistas -salvo la relevante aunque peque?a IU vasca-, sino que, durante un a?o largo, se debati¨® s¨®lo (?!) en el mundo nacionalista. El resultado fue la segunda versi¨®n del plan presentada en 2003, en forma de texto articulado, al Parlamento vasco y, l¨®gicamente, m¨¢s radical que la primera, puesto que hab¨ªa sido negociada, no con los moderados que no quer¨ªan ni o¨ªr hablar de ella, sino con los m¨¢s radicales de entre sus autores.
Como toda iniciativa parlamentaria, esta nueva versi¨®n del plan estaba abierta a la enmienda y la negociaci¨®n y para ello hubo tiempo y ocasi¨®n, sobrados y prolongados. Pero ni el PP ni, a su zaga, el PSE / PSOE propusieron otra cosa que su retirada..., en un alarde de flexibilidad, como condici¨®n previa a su negociaci¨®n. ?Alguien ha visto, en la vida pol¨ªtica tanto como en la privada, que se negocie una propuesta desistiendo primero de ella? El resultado fue que las enmiendas presentadas procedieron no de quienes hubieran podido moderar la propuesta y que excluyeron durante meses esta posibilidad, sino de quienes pretend¨ªan extremarla, especialmente en sus aspectos, por ret¨®ricos, m¨¢s chocantes. Y el resultado, como no pod¨ªa ser menos, fue la radicalizaci¨®n del plan en la versi¨®n sometida a votaci¨®n del Parlamento vasco el pasado 30 de diciembre. Lo que en una negociaci¨®n se hubiera podido moderar, reconducir y hacer patrimonio com¨²n, con la l¨®gica consecuencia de haber merecido la oposici¨®n de HB, se encuentra ahora radicalizado y protagonizado por el tripartito y, m¨¢s a¨²n, por el bloque nacionalista con el apoyo abertzale. De haber habido una conspiraci¨®n consciente para obtener tales resultados, la estrategia seguida no hubiera podido ser m¨¢s acertada.
Si, como se imaginaba, HB hubiera bloqueado la aprobaci¨®n parlamentaria, el frustrado plan Ibarretxe hubiera servido para consolidar la coalici¨®n PNV-EA (algo que ya ha ocurrido), vincular IU al tripartito y plantear como bander¨ªn electoral en los pr¨®ximos comicios auton¨®micos un proyecto cuyo "centrismo" hubiera aparecido avalado por el com¨²n rechazo de "jacobinos" y "abertzales". La mayor¨ªa absoluta nacionalista se ofrec¨ªa as¨ª al alcance de la mano, gracias a la actitud de los llamados "constitucionalistas".
El apoyo parlamentario de HB dificulta semejante escenario, pero posibilita otro no menos preocupante. El voto abertzale hasta ahora drenaba el electorado nacionalista y basta para comprobarlo atender comparativamente a las dos ¨²ltimas elecciones auton¨®micas. La ilegalizaci¨®n de HB indujo e induce a muchas decenas de miles de votantes abertzales, bien al encastillamiento en la abstenci¨®n (?algo que expresamente pretend¨ªan los promotores de la ilegalizaci¨®n, prefiriendo el estancamiento del adversario nacionalista a la incorporaci¨®n del voto radical a la moderaci¨®n y la democracia!), bien a votar al PNV-EA, porque es dif¨ªcilmente concebible un trasvase de votos abertzales hacia el PP o el PSOE. El apoyo parlamentario de HB al plan Ibarretxe supone, objetivamente, cualquiera que sea su intenci¨®n subjetiva, una invitaci¨®n a ese voto, capaz de proporcionar al nacionalismo la mayor¨ªa absoluta en el pr¨®ximo Parlamento vasco.
A estas alturas el PP se encuentra fuera del escenario pol¨ªtico de Euskadi y el PSE no parece alternativa suficiente con un proyecto alternativo, tan estimable como poco conocido y extempor¨¢neo (por qu¨¦ no se plante¨® a tiempo en el Parlamento es algo dif¨ªcil de entender), criticado desde su mismo seno y visto con reticencia desde el propio PSOE. Esperar que, en tales condiciones, sea el electorado vasco el que derrote al plan Ibarretxe en las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas es un "p¨ªo deseo" que prescinde peligrosamente de la l¨®gica y de la experiencia. Cada vez que se radicaliza la confrontaci¨®n con el PNV ¨¦ste incrementa su ventaja. Y si el Gobierno del PSOE surgido del 14 de marzo ha tenido la virtud de desdramatizar las relaciones entre Madrid y Vitoria, llevadas al paroxismo por su parox¨ªstico antecesor, la realidad de un plan apoyado por un Parlamento democr¨¢ticamente elegido, y que puede obtener un respaldo electoral a¨²n mayor, requiere m¨¢s all¨¢ de la buena voluntad un plus de habilidad estrat¨¦gica. No basta cambiar de talante, con ser ello necesario; hace falta recurrir al talento.
La negociaci¨®n de la propuesta Ibarretxe inicial hubie-ra sido m¨¢s f¨¢cil que sobre el texto articulado de 2003; mejor sobre ¨¦ste, por v¨ªa de enmienda parlamentaria, que sobre el texto salido de la ponencia; y hoy, una vez aprobado por el pleno del Parlamento vasco, m¨¢s dif¨ªcil que entonces. Si el tripartito obtiene la mayor¨ªa absoluta en las pr¨®ximas elecciones auton¨®micas, ?se podr¨¢ seguir rechazando la negociaci¨®n o ¨¦sta tendr¨¢ lugar en condiciones todav¨ªa peores para el Gobierno estatal? ?No ser¨ªa mejor negociar ya, discreta y eficazmente? Plantear como l¨ªnea de defensa la sacralidad de algunos t¨¦rminos constitucionales es propio de alumnos poco espabilados de primero de licenciatura y sugerir como opci¨®n el recurso al art¨ªculo 8 de la CE, esto es, a las Fuerzas Armadas, una peligrosa estupidez.
Quienes, desde diversas latitudes, el error es transversal, se equivocaron rotundamente cuando sustituyeron la coalici¨®n por la confrontaci¨®n, cuando rechazaron la propuesta Ardanza, cuando desaprovecharon y descalificaron la tregua como si desearan su t¨¦rmino, cuando desecharon todas las posibles medidas que hubieran apoyado su prolongaci¨®n, cuando cre¨ªan en la derrota nacionalista en 2001 y en tantas ocasiones m¨¢s, ?no deber¨ªan reconsiderar unos diagn¨®sticos que la tozudez de los hechos no cesa de desmentir? ?O prefieren seguir participando en la conspiraci¨®n inconsciente de la que solamente salen como beneficiarios quienes propugnan el "cuanto peor, mejor"? Y peor, sin duda alguna, para todos.
Miguel Herrero de Mi?¨®n es miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Pol¨ªticas.
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