La alfombra m¨¢gica del Califa Castej¨®n
Uno. Jes¨²s Castej¨®n, zarzuelista rom¨¢ntico hasta la m¨¦dula, sigue so?ando en tecnicolor y Damascope. Sue?a con una tradici¨®n gen¨¦tica de compa?¨ªas de repertorio, sue?a con los espect¨¢culos de sus mayores, apenas entrevistos en ¨¢lbumes de la infancia, con im¨¢genes fastuosas, coloreadas de anilina, como golpes de una luz irreal y ex¨®tica en la grisura hosca de la posguerra. El ni?o jud¨ªo, del maestro Luna, fue el gran zambombazo de Castej¨®n en el Teatro de la Zarzuela: arras¨® en la temporada 2001 y volvi¨® a hacerlo, "con honores de estreno", en la de 2003. Su plan era (y sigue siendo) recuperar la "trilog¨ªa oriental" de Pablo Luna: El ni?o jud¨ªo (1918), El asombro de Damasco (1916) y Benamor (1923). Tras el ¨¦xito de la primera entrega, la troupe Castej¨®n ha vuelto a levantar su carpa en la Zarzuela para repetir la jugada por todo lo alto con El asombro de Damasco, y es un placer, de entrada, constatar que la estirpe del t¨¢ndem Castej¨®n-Rosado sigue en sus trece, a la antigua usanza: Jes¨²s dirige; Carmen Gonz¨¢lez, su mujer, soprano l¨ªrica, encarna a Fahima; Rafa Castej¨®n es Ali-Mon, y Nuria Castej¨®n monta la coreograf¨ªa, todo ello bajo la batuta de Miguel Roa, con la asombrosa Mar¨ªa Rey-Joly en el rol titular. He hablado antes de "trilog¨ªa oriental", pero la verdad es que Pablo Luna se pas¨® media vida mirando a Oriente: el Oriente de los cromos Nestl¨¦ y de las estampas, en La Corres de 1908, del bodorrio entre la cupletista Anita Delgado y el Maharaj¨¢ de Kapurthala. Luna es, para los anales, el compositor de Molinos de viento, pero su otra cara brota con denominaci¨®n de origen en La corte de J¨²piter (1906), un "ensue?o c¨®mico-l¨ªrico-extravagante" que define la tonalidad b¨¢sica de una producci¨®n vast¨ªsima, en la que abundan zarzuelas ex¨®ticas y comedias de magia como El pa¨ªs del sol, Las once mil v¨ªrgenes, Vida de pr¨ªncipe, El dirigible, La corte de Risalia, Salamb¨®, El suspiro del moro, La Venus de las pieles, El fumadero y El anillo del sult¨¢n, entre otros t¨ªtulos suculentos. Bien poco queda de ese caudal de ingenuas maravillas perdido entre dos guerras, salvo su semilla lis¨¦rgica. No cuesta imaginar a Castej¨®n salivando ante su colecci¨®n de cromos mentales: las tiples Rosario Leon¨ªs y Julia Castillo cubiertas de pedrer¨ªa, la noche del estreno en el Teatro Apolo, o las refulgentes im¨¢genes, reproducidas en el programa, de Sucedi¨® en Damasco, la lujos¨ªsima adaptaci¨®n cinematogr¨¢fica de L¨®pez Rubio, una superproducci¨®n absoluta (dos millones y medio de pesetas "de 1942"), un Kismet a la espa?ola, con Miguel Ligero y Paola Barbara, y m¨¢s de mil figurantes, y "veinticinco bailarinas de la ¨®pera de Par¨ªs", y unos decorados de Pierre Schid que ocuparon 2.500 metros cuadrados en los Estudios Ufisa, y unos figurines que dibuj¨®, por cierto, un adolescente llamado Jos¨¦ Luis L¨®pez V¨¢zquez, en su primer trabajo para el cine.
Dos. Ana Garay, la escen¨®grafa de cabecera de Jes¨²s Castej¨®n, ha atrapado al vuelo todas esas enso?aciones para convertir la caja de la Zarzuela en un palacio otomano de plata, azul, turquesa y cobre, perfumado (literalmente) de incienso y vainilla, con un vestuario que parece rendir homenaje por igual a la pel¨ªcula de L¨®pez Rubio y al Mikado de Gilbert & Sullivan (el atav¨ªo de pr¨ªncipe samur¨¢i de Ali-Mon, tan cercano al de Ko-Ko, el Lord Ejecutor) y a las comedias "blancas" de Juan de Ordu?a, con una Zobeida (Mar¨ªa Rey-Joly) que habla y se mueve como Amparito Rivelles en Deliciosamente tontos. El texto, la m¨²sica y la puesta en escena funcionan como sucesivas e intercomunicadas c¨¢maras de ecos. A ratos, El asombro de Damasco hace pensar en una versi¨®n de Medida por medida dibujada por Uderzo, con ese Califa que se disfraza de derviche para recorrer su reino, y ese inflexible Cad¨ª Ali-Mon, que no tarda en proponerle a Zobeida un revolc¨®n a cambio de justicia. Gilbert & Sullivan tambi¨¦n son, desde luego, una referencia quiz¨¢ carambolesca pero palmaria. Si Luna bebi¨® de las operetas vienesa y francesa, no veo por qu¨¦ no habr¨ªa de conocer su equivalente brit¨¢nico: de hecho, The Rose of Persia cuenta una historia similar, y, viaje de vuelta, El asombro se present¨® luego en Londres bajo el t¨ªtulo de The First Kiss. Castej¨®n es muy consciente de la singular¨ªsima mixtura que tiene entre manos, y juega como un ni?o feliz (y con ¨¦l toda la compa?¨ªa) con la continua zarabanda de g¨¦neros. El asombro de Damasco es un cuento oriental que muda en vodevil de esmalte astracanesco, servido por la raz¨®n social Paso & Abati: no alcanzan la dosis de locura de Garc¨ªa ?lvarez, genial art¨ªfice del libro de El ni?o jud¨ªo, pero tampoco se arredran a la hora de sacarse de la manga a un pirata, el temible Ka-Fur (Abel Garc¨ªa) como deus ex machina del enredo. Musicalmente, estamos ante una zarzuela "operetada" que alterna lo c¨®mico y lo l¨ªrico, con n¨²meros de revista (lo que lleva a echar mano de la pasarela con un dominio absoluto de sus recursos) y cupl¨¦s picarescos, y danzas sical¨ªpticas inspiradas en T¨®rtola Valencia. La partitura brilla como nunca en manos de Miguel Roa. Hay pocas grabaciones de El asombro y ninguna es espl¨¦ndida: coros confusos, tempos excesivamente acelerados, partes suprimidas por la cara (la "voz lejana" del mohec¨ªn que canta El sol por el Oriente en el preludio) o abordadas con desgana (el baile de las Almeas); voces chillonas o redichas (la maldici¨®n de los tenores c¨®micos espa?oles), y escasa elegancia en el hermos¨ªsimo tema de amor. Nada de esto sucede aqu¨ª. Mar¨ªa Rey-Joly y Jos¨¦ Antonio L¨®pez (Nhured¨ªn) interpretan Esto que pides aqu¨ª como si fuera el So In Love de Kiss Me Kate; las coreograf¨ªas son estupendas; Carmen Gonz¨¢lez vuelve a lucirse en el papel de Fahima; el Ben-Ibhem de Miguel Sol¨¢ tiene la malicia justa, y Rafa Castej¨®n es un Ali-Mon memorable, divertid¨ªsimo y, sobre todo, muy preciso, con una comicidad moderna y sin estridencias. A Manuel Puig y Terenci Moix les hubiera enloquecido este espect¨¢culo.
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