1905: una revoluci¨®n espiritual a¨²n no asumida
Siempre se terminar¨¢ regresando: tal es el t¨ªtulo de un art¨ªculo de Sch?nberg fechado en 1948 en el que justifica su aparente atenuaci¨®n de la fidelidad a la exigencia dodecaf¨®nica. El compositor intenta, sin duda, poner de relieve que la subversi¨®n de las reglas de juego en una disciplina como la m¨²sica s¨®lo tiene legitimidad si con ello se apunta a esa "genial extensi¨®n de los principios" a la que se refer¨ªa el tambi¨¦n compositor Paul Dukas a prop¨®sito de Claude Debussy. Este regreso propugnado por Sch?nberg no constituye tanto una reacci¨®n como una refundaci¨®n, la cual pasa por verificar la solidez de las premisas, a un momento dado subversivas, que una vez fertilizadas se convirtieron en encrucijadas de m¨²ltiples caminos; caminos en los cuales hoy seguimos avanz¨¢ndonos, con velocidad tal que la distancia nos ha hecho perder de vista la matriz. Y esto concierne a m¨²ltiples disciplinas. Recordemos lo nuclear.
En 1905, Albert Einstein compatibiliza sus tareas de perito t¨¦cnico en la oficina de patentes de Berna con la redacci¨®n de los art¨ªculos en los que se pon¨ªa cimiento a dos disciplinas que han modificado radicalmente nuestros esquemas de pensamiento; a saber: la teor¨ªa de la relatividad y la f¨ªsica cu¨¢ntica. Quiz¨¢ no sea obvio recordar que el destino de ambas teor¨ªas producir¨ªa a su autor muy desiguales satisfacciones. Pues si la primera se revel¨® siempre compatible con premisas filos¨®ficas que ¨¦l consideraba condici¨®n sine qua non de la reflexi¨®n sobre la naturaleza, la segunda parece en ocasiones violentarlas. De ah¨ª que, al final de sus d¨ªas, Einstein siguiera proyectando una teor¨ªa (llamada de las "variables ocultas") que de haber llegado a plasmarse hubiera permitido la reconciliaci¨®n de la mec¨¢nica cu¨¢ntica con tales premisas. Desgraciadamente para Einstein, esta teor¨ªa se muestra hoy en d¨ªa dif¨ªcilmente armonizable con teorizaciones incontestables (as¨ª el Teorema de Bell unido al experimento de Aspect). Y algunas variantes de la misma s¨®lo pod¨ªan ser asumidas al precio de cuestionar supuestos b¨¢sicos de la relatividad especial.
Esta posici¨®n de Einstein, confrontado a apor¨ªas derivadas de su propia obra, ilustra perfectamente la tesis que aqu¨ª se expone; a saber: que en torno a 1905 cristalizan ciertas construcciones del esp¨ªritu, en relaci¨®n a las cuales el debate conceptual o filos¨®fico sigue abierto y cuyos corolarios son inasumibles, a menos de proceder a una reflexi¨®n actualizadora de lo que all¨ª se jugaba. Un primer ejemplo: desde la perspectiva relativista, la convicci¨®n de la existencia per se de tiempo y espacio constituye un mero prejuicio. Mas la liberaci¨®n de este prejuicio (a la cual invitan las m¨¢s incontestables descripciones y previsiones de la f¨ªsica) choca con la inercia y sobre todo con la costumbre, que opera como una especie de tisana e incapacita para mantener la tensi¨®n del esp¨ªritu, ya se trate de la ciencia o del arte.
En la ciencia hay en esa misma fecha otras grandes novedades, una de las cuales concierne precisamente al papel del tiempo: si dos a?os antes Sutton hab¨ªa reivindicado y fertilizado los trabajos del casi olvidado Mendel, es en el propio a?o 1905 cuando Frederic Edward Clements sienta las bases de la ecolog¨ªa como ciencia, defendiendo el concepto de sucesi¨®n ecol¨®gica e introduciendo el tiempo en la idea de ecosistema.
El papel crucial del tiempo no anda lejos tampoco en la consideraci¨®n de los artistas en torno a ese crucial 1905. Si un a?o antes, en el Sal¨®n de Oto?o, C¨¦zanne provocaba a la vez irritaci¨®n y pasmo, perturbando hasta la deformaci¨®n im¨¢genes que parec¨ªan perder su estatuto de mero correlato de una naturaleza estable, o al menos estabilizada, tan s¨®lo dos a?os despu¨¦s Les Demoiselles d'Avignon indicaba ya sin ambages que la topolog¨ªa objetiva que sostiene a una aparente instant¨¢nea se halla intr¨ªnsecamente perturbada por el hecho de ser indisociable del tiempo.
Y tambi¨¦n por entonces, casi a la par de la redacci¨®n de los art¨ªculos de Einstein, el evocado Sch?nberg va sentando las bases de lo que se conoce como su segundo estilo, que se concretiza en la emergencia de una tonalidad "libre o flotante" y que acabar¨¢ vincul¨¢ndose al proyecto de emancipaci¨®n respecto de la consonancia. Sch?nberg se halla animado por la convicci¨®n de que los principios en los que la m¨²sica (incluida la hasta entonces por ¨¦l compuesta) se sustentaba hab¨ªan alcanzado el l¨ªmite de sus potencialidades. Y esta convicci¨®n es el com¨²n denominador que une a tantos personajes en torno a ese emblem¨¢tico 1905. Es incluso significativo que en este mismo a?o muera la madre de Marcel Proust, lo cual (dada la enorme vinculaci¨®n entre ellos) movi¨® al escritor a proyectar ese abandono de la vida mundana, que, se sabe, fue el primer paso en la cimentaci¨®n de la Recherche. Pues bien.
No es en absoluto cierto que las cuestiones reflejadas en esta eclosi¨®n de creatividad hayan sido zanjadas y ni siquiera asumidas. Pell¨¦as et Melisande sigue en gran medida provocando en el espectador un sentimiento de desarraigo. Mas este desarraigo nada tiene que ver con lo que provoca el arte que ignora el polo dial¨¦ctico al que se enfrenta Debussy: arte que pura y simplemente aburre..., como aburre todo aquello que se limita a instrumentalizar principios asumidos sin concepto y en consecuencia erigidos en dogma. De ah¨ª esa figura del erudito, capaz de discernir en una punta de aguja infinidad de matices formales, sin que tal dominio de la sintaxis le permita descubrir el menor rescoldo de sentido. Pues recuperar la sem¨¢ntica, recuperar lo que est¨¢ en juego tras el ascetismo formalista, supone dejar de seguir avanzando sin criterio por los caminos abiertos hace un siglo para (con disposici¨®n a mirar, sondear y sumergirse en lo que entonces advino) efectuar al respecto una aut¨¦ntica anamnesis.
V¨ªctor G¨®mez Pin es catedr¨¢tico de la Universitat Aut¨°noma de Barcelona.
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