77 empleados del metro y FGC fueron agredidos el a?o pasado
Los trabajadores piden medidas que frenen las repetidas agresiones
En Ferrocarrils de la Generalitat (FGC), el a?o pasado hubo 40 agresiones hasta noviembre. Un total de 14 contra empleados y 26 contra vigilantes. En el metro, 37 trabajadores fueron agredidos. Son m¨ªnimas, en opini¨®n de FGC y Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB), teniendo en cuenta los millones de usuarios anuales. Son demasiadas, seg¨²n los sindicatos, que piden que se aumenten las plantillas de seguridad.
"?Pero c¨®mo quer¨¦is que pegue a una mujer?", pregunt¨® Jos¨¦, vigilante de FGC, a los compa?eros que le visitaron en el hospital. Porque ¨¦l, de 1,90 metros de altura y 120 kilos, no quiso pegar; pero ellas, cuatro muchachas, lo pusieron a caldo. Le propinaron golpes de todo tipo con su propia porra y una buena dosis de patadas, seg¨²n revelan los v¨ªdeos de vigilancia de la empresa.
Antes de la agresi¨®n sufrida por Jos¨¦ el pasado 12 de diciembre se hab¨ªan producido otras 39 en las instalaciones de los FGC. Adem¨¢s, se contabilizaban 169 incidentes, es decir, conflictos entre usuarios y vigilantes "sin final dialogado". O sea que acabaron a golpes y en comisar¨ªa.
En relaci¨®n con los casi 70 millones de usuarios, el porcentaje de conflictos es del 0,0002%. "Son muy pocas y ocasionales. No es un problema primordial", aseguran desde FGC. Seg¨²n fuentes sindicales, faltan vigilantes y medios.
Entre semana trabajan tres parejas por la ma?ana, seis por la tarde y nueve los fines de semana. Adem¨¢s, agentes del Cuerpo Nacional de Polic¨ªa patrullan de inc¨®gnito por las instalaciones. "S¨®lo act¨²an de forma preventiva; el 99,8% de las intervenciones se las tiene que comer un vigilante", sostiene un representante sindical de la seguridad del FGC.
Desde 1991, los vigilantes carecen de la potestad de un agente de la autoridad y no pueden llevar armas de fuego. Ante un grupo de j¨®venes drogados o bebidos y armados, la porra disuade poco. "Cuando nos ven, muchos dicen: 'A ¨¦stos nos los comemos", afirma el sindicalista. Ahora, los vigilantes tienen que llamar a la polic¨ªa para que detenga e identifique a los alborotadores.
Los puntos negros de FGC son las estaciones de Sant Cugat (los fines de semana, por las cercanas carpas musicales), la del Peu del Funicular y la de la plaza de Catalunya. En todas ellas se ha reforzado la seguridad.
La red dispone de un complejo sistema de c¨¢maras, con 582 unidades. Las medidas de seguridad pasiva crecen mientras el n¨²mero de vigilantes se mantiene. "A veces nos vemos desbordados. Queremos m¨¢s hombres. Las c¨¢maras advierten del problema, pero a veces estamos a cuatro paradas de distancia y es imposible llegar a tiempo", afirma el vigilante de FGC.
"Una c¨¢mara no me va a parar un guantazo", coincide Jordi Rodr¨ªguez, representante sindical de los trabajadores del metro, donde hasta noviembre se hab¨ªan contado 37 agresiones f¨ªsicas. Las verbales son incontables y se asumen como inherentes al trabajo. Rodr¨ªguez sostiene que el vandalismo es habitual. Un total de 247 incidentes entre usuarios y vigilantes han terminado en comisar¨ªa.
En el metro hay dos parejas de vigilantes por cada una de las cinco l¨ªneas, m¨¢s doce caneros (vigilantes con perro), seg¨²n Rodr¨ªguez. La red tiene unas 2.500 c¨¢maras. El presupuesto para seguridad aumentar¨¢ este a?o el 40%, que se destinar¨¢ a medidas pasivas y plantilla. Los problemas se concentran en los primeros trenes que circulan los fines de semana en las estaciones de Ciutadella (en los aleda?os del Port Ol¨ªmpic), Alfons X (por varias discotecas cercanas) y Torre Bar¨® (por los que llegan desde los centros de ocio del Vall¨¨s), seg¨²n fuentes sindicales, pero tambi¨¦n en los extremos de lass l¨ªneas.
La mala imagen que arrastran los vigilantes jurados est¨¢ detr¨¢s de muchas agresiones, sostiene el representante de la seguridad en FGC. "Nos insultan y pegan a veces s¨®lo por el uniforme". En el cuerpo domina cierta frustraci¨®n por la imagen que irradian, m¨¢s cercana a la del mat¨®n de discoteca que a la de un agente que se enfrenta a problemas con escasos medios. Y es que, como dicen los portavoces de las empresas, el asunto no es prioritario. Primero fueron los cristales, luego las paredes, ahora las personas. La veda sigue abierta.
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