La larga caza de Osama
?D¨®nde ha estado? ?C¨®mo le han dejado escapar? Uno de los pocos periodistas occidentales que han conocido a Osama Bin Laden sigue las huellas del l¨ªder de Al Qaeda en Afganist¨¢n y Pakist¨¢n, y describe la hasta ahora desafortunada persecuci¨®n estadounidense.
Cuando sobrevuelas los inmensos picos nevados del Hindu Kush, que marchan en apretada hilera hacia el Himalaya, separando Asia Central del subcontinente indio, te das cuenta de la enorme magnitud del problema: puede que Osama Bin Laden est¨¦ escondido ah¨ª abajo. En alg¨²n sitio ah¨ª abajo. Y aunque es de dominio p¨²blico que localizarle no influir¨¢ mucho en la gran guerra contra el terrorismo, encontrarle sigue siendo de suma importancia por tres motivos. Primero, porque es una cuesti¨®n de justicia para las miles de v¨ªctimas de atentados de Al Qaeda en todo el mundo. Segundo, porque cada d¨ªa que sigue en libertad supone una victoria propagand¨ªstica para Al Qaeda. Tercero, porque aunque Bin Laden y su lugarteniente, Ayman al Zawahiri, no ejerzan un control diario sobre Al Qaeda, seg¨²n Roger Cressey, antiguo alto cargo antiterrorista de EE UU, siguen facilitando una "amplia gu¨ªa estrat¨¦gica" para sus acciones. Las declaraciones de Bin Laden y, hasta cierto punto, las de Al Zawahiri han sido la pauta m¨¢s fiable para las futuras acciones de los movimientos de la yihad [guerra santa] en el mundo. Poco despu¨¦s de que en octubre de 2002 Bin Laden alentara a atacar intereses econ¨®micos occidentales, en una discoteca indonesia estall¨® una bomba que mat¨® a 200 turistas occidentales, y se perpetr¨® un ataque contra un petrolero franc¨¦s que zarpaba de la costa de Yemen. En diciembre de 2003, despu¨¦s de que Al Zawahiri condenara al presidente de Pakist¨¢n, Pervez Musharraf, por apoyar la campa?a contra Al Qaeda, Musharraf sobrevivi¨® por poco a dos intentos de asesinato. Coincidiendo m¨¢s o menos con ellos, Bin Laden exhort¨® a atacar a los miembros de la coalici¨®n en Irak. Posteriormente, unos terroristas bombardearon un consulado brit¨¢nico y un banco en Turqu¨ªa, y a los viajeros que se desplazaban en cuatro trenes a trabajar en Madrid.
El a?o pasado viaj¨¦ dos veces a Afganist¨¢n y Pakist¨¢n para comprobar c¨®mo progresaba su caza y captura. Mientras estuve en Kabul, me hosped¨¦ en una espaciosa casa de campo que, seg¨²n dicen, fue antigua residencia de una de las cuatro mujeres de Bin Laden. Por algo menos de 100 euros, es posible disfrutar del dudoso placer de dormir en lo que pudo haber sido la sala marital del hombre m¨¢s buscado del mundo; para m¨ª, era un lugar apropiado para iniciar una investigaci¨®n sobre qu¨¦ fue de Bin Laden tras el 11-S. Mi investigaci¨®n incluy¨® m¨¢s de dos docenas de entrevistas con oficiales estadounidenses, afganos y paquistan¨ªes, y conversaciones con diversas personas que le hab¨ªan conocido a lo largo de los a?os.
S¨®lo se conoce a tres personas ajenas a Al Qaeda y a los talibanes que hayan pasado un tiempo con Bin Laden tras el 11-S. Dos son periodistas, y el tercero, m¨¦dico. Uno de los periodistas, Taysir Aluni, de la cadena Al Yazira, le entrevist¨® en octubre de 2001 (m¨¢s tarde, Aluni fue acusado en Espa?a por financiar presuntamente a Al Qaeda). Durante esa entrevista, Bin Laden reconoci¨® p¨²blicamente por primera vez su relaci¨®n con los atentados del 11-S. Aluni le pregunt¨®: "Estados Unidos tiene pruebas de que usted est¨¢ detr¨¢s de lo ocurrido en Nueva York y Washington. ?Qu¨¦ tiene que responder a eso?". Bin Laden contest¨®: "Si incitar a la gente a hacerlo es terrorismo, y si matar a aquellos que est¨¢n asesinando a nuestros hijos es terrorismo, que la historia sea testigo de que somos terroristas". Hubo un momento en que afirm¨®: "Nosotros practicamos el buen terrorismo".
Hamid Mir, un paquistan¨ª que ha pasado varios a?os escribiendo una biograf¨ªa de Bin Laden, fue el otro periodista. Dos meses despu¨¦s del 11-S, Mir fue conducido ante ¨¦l en alg¨²n lugar de Afganist¨¢n. "Iba con los ojos vendados", me explic¨®, "y me dieron unas pastillas. Cuando me despert¨¦, era la ma?ana del 8 de noviembre. Creo que el lugar no estaba lejos de Kabul. Me llevaron a una caba?a de barro y me encontr¨¦ rodeado de ¨¢rabes armados. '?Bienvenido! ?Bienvenido!', me dec¨ªan al entrar". Finalmente, Mir se encontr¨® ante Bin Laden, que degustaba un saludable plato a base de carne y aceitunas, y mostraba talante bromista. Sin embargo, lo que dijo durante la entrevista no era broma. Cuando Mir le pregunt¨® c¨®mo pod¨ªa justificar el asesinato de tantos civiles, ¨¦l respondi¨®: "Estados Unidos y sus aliados nos est¨¢n masacrando en Palestina, Chechenia, Cachemira e Irak. Los musulmanes tienen derecho a atacarles como represalia? Los ataques del 11-S no estaban dirigidos contra mujeres y ni?os. Los objetivos eran los iconos estadounidenses del poder militar y econ¨®mico". Bin Laden coment¨® su deseo de utilizar armas nucleares.
Por esas fechas, noviembre de 2001, Amer Aziz, conocido cirujano paquistan¨ª, fue citado en Kabul para tratar a Mohamed Atef, entonces comandante de Al Qaeda. Durante su visita, Aziz, simpatizante de los talibanes, tambi¨¦n se reuni¨® con Bin Laden. El encuentro es significativo, ya que se han divulgado informes de que ¨¦ste sufre alg¨²n tipo de insuficiencia renal mortal. Aziz declar¨® m¨¢s tarde a Associated Press: "La ¨²ltima vez que le vi, gozaba de excelente salud. Caminaba. Estaba sano. Nada indicaba que padeciera una enfermedad de ri?¨®n. No observ¨¦ indicio alguno de di¨¢lisis". Seg¨²n diversos funcionarios estadounidenses que investigan a Al Qaeda, Bin Laden no padece nada que amenace su vida. Tiene diversos achaques, como presi¨®n baja, diabetes y una herida que se hizo en el pie mientras luchaba en Afganist¨¢n en los ochenta; pero aunque puedan provocar desgaste, es improbable que alguna de estas enfermedades le cause la muerte a corto plazo. Adem¨¢s, Al Zawahiri, que probablemente pasa gran parte del tiempo con ¨¦l, es un m¨¦dico muy capaz. Un alto funcionario afgano me cont¨® que Bin Laden y Al Zawahiri viajan juntos "como un matrimonio".
El 13 de noviembre de 2001, Kabul cay¨® ante la Alianza del Norte, y Bin Laden huy¨® a Yalalabad, al este de Afganist¨¢n. Conoc¨ªa bien la ciudad, ya que se hab¨ªa instalado all¨ª en mayo de 1996, despu¨¦s de ser expulsado de su anterior asentamiento en Sud¨¢n. Para ampliar mi informaci¨®n sobre Yalalabad, habl¨¦ con el doctor Mohamed Asif Qazizada, gobernador adjunto de Nangarhar, la provincia en la que se encuentra Yalalabad. En sus oficinas, un espl¨¦ndido edificio del siglo XIX con una c¨²pula azul, que una vez fue el palacio de invierno de los reyes de Afganist¨¢n, Qazizada explic¨® por qu¨¦ Yalalabad y el cercano reducto monta?oso de Tora Bora eran perfectos para que Bin Laden protagonizara una de las desapariciones m¨¢s notables de la historia.
Cuando ten¨ªa poco m¨¢s de veinte a?os, Qazizada trabaj¨® como m¨¦dico en Tora Bora, cuando era una importante base para la resistencia afgana contra los sovi¨¦ticos. En aquella ¨¦poca, recordaba, Tora Bora era un laberinto de cuevas y fortificaciones defendidas por ametralladoras y bater¨ªas antia¨¦reas. Debido a que ofrec¨ªa un f¨¢cil acceso a pie, Parachinar, una regi¨®n de Pakist¨¢n que sobresale hacia Afganist¨¢n como el pico de un loro, tambi¨¦n era lugar ideal desde el que organizar operaciones rel¨¢mpago contra los sovi¨¦ticos. De hecho, en 1987, Bin Laden libr¨® su primera batalla contra los sovi¨¦ticos en Yayi, un pueblo afgano lim¨ªtrofe con Parachinar. Durante los ochenta, explic¨® Qazizada, Tora Bora sufri¨® varias ofensivas sovi¨¦ticas, y en una de ellas participaron miles de soldados, docenas de helic¨®pteros de combate y diversos cazas MIG. Las fortificaciones eran tan s¨®lidas que las ofensivas sovi¨¦ticas fueron contrarrestadas por menos de 130 afganos. Qazizada cree que ¨¦se fue el motivo por el que Bin Laden eligi¨® la regi¨®n como escondite y v¨ªa de escape en noviembre de 2001. Cuando, poco m¨¢s tarde, en diciembre, se produjo la batalla de Tora Bora durante dos semanas, ¨¦sta fue librada principalmente por las fuerzas de comandantes afganos de la regi¨®n, apoyados por peque?os grupos de Fuerzas Especiales estadounidenses que participaron en intensos ataques a¨¦reos contra las posiciones de Al Qaeda. Pero la topograf¨ªa monta?osa de Tora Bora jug¨® a favor de Bin Laden. "Y hab¨ªa un lugar por el que huir", afirma Qazizada.
Desde Yalalabad, Tora Bora est¨¢ a dos horas de trayecto por un camino estrecho y lleno de baches. Protegido por un pelot¨®n de diez soldados del Gobierno de Afganist¨¢n, fui conducido all¨ª por Mohamed Zahir, un comandante afgano de 30 a?os. Mientras avanz¨¢bamos, ve¨ªamos debajo de nosotros unos campos en terrapl¨¦n del verde m¨¢s intenso, alz¨¢ndose hacia las enormes monta?as, cubiertas de nieve incluso en verano. En uno de los numerosos afloramientos rocosos de Tora Bora visitamos cuatro tumbas de Al Qaeda, se?aladas por banderines rosas, verdes, azules y naranjas. "Son obra de los lugare?os", explic¨® Zahir. "Son simpatizantes de Al Qaeda. Consideran a sus miembros guerreros sagrados en lucha contra los infieles".
Durante la comida, Zahir, que combati¨® en primera l¨ªnea en la batalla de Tora Bora en 2001, explic¨® c¨®mo se hab¨ªa desarrollado el conflicto. Las bases de Al Qaeda se hab¨ªan esparcido por las nevadas monta?as. Zahir dice que vio a miembros de Al Qaeda ¨¢rabes, paquistan¨ªes y chechenos combatiendo con cohetes, tanques, ametralladoras y artiller¨ªa, una fuerza formidable que s¨®lo pod¨ªa ser derrotada con bombardeos de los B-52. Cuando regres¨¦ a Yalalabad, habl¨¦ con el comandante Mohamed Musa, que dijo haber capitaneado a 600 soldados afganos en la primera l¨ªnea de Tora Bora; con desganada admiraci¨®n, record¨® la tenacidad con la que algunos combatientes de Al Qaeda resistieron. "Fueron un adversario muy duro. Cuando les capturamos, se suicidaron con granadas. Yo mismo vi a tres de ellos hacerlo. Los m¨¢s duros, los chechenos". Musa alab¨® a las Fuerzas A¨¦reas de Estados Unidos, pero menospreci¨® a su Ej¨¦rcito de Tierra: "Si hubieran bloqueado las salidas a Pakist¨¢n, Al Qaeda no hubiese tenido forma de escapar". Ah¨ª est¨¢ la ra¨ªz del problema. Con pocos soldados de infanter¨ªa sobre el terreno, el ej¨¦rcito estadounidense decidi¨® confiar en los servicios de apoderados afganos de la regi¨®n, de dudosa lealtad y competencia, una metedura de pata que permiti¨® escapar a muchos de Al Qaeda, incluido Bin Laden. As¨ª, no se sabe con certeza cu¨¢ndo desapareci¨® Bin Laden.
Pero Lutful¨¢ Mashal, un alto cargo del Ministerio de Interior de Afganist¨¢n, me ayud¨® a resolver esta inc¨®gnita. Me coment¨® que El Jeque, como llaman a Bin Laden sus seguidores, parti¨® de Tora Bora la primera semana de la campa?a estadounidense de bombardeos en la regi¨®n, a principios de diciembre de 2001, por la ruta de Parachinar, con la ayuda de miembros de la tribu past¨²n ghilzai, que recibieron a cambio de sus esfuerzos una atractiva suma de dinero y rifles. De esta forma se perdi¨® la ¨²ltima oportunidad de capturarle, en un momento en el que se encontraba confinado en una zona de docenas de kil¨®metros cuadrados. Hoy, Bin Laden puede encontrarse en alg¨²n lugar de la Provincia Fronteriza del Noroeste de Pakist¨¢n, y de ser as¨ª, la zona en cuesti¨®n tiene unos 10.000 kil¨®metros cuadrados. A pesar de la importancia de dar con los l¨ªderes de Al Qaeda, a principios de 2002, Estados Unidos ya estaba desviando su atenci¨®n y recursos lejos de Afganist¨¢n (aquel cambio empez¨® mucho antes: seg¨²n Bob Woodward, a finales de noviembre de 2001, Bush hab¨ªa pedido al Pent¨¢gono que renovara su plan de guerra contra Irak, un documento de 800 p¨¢ginas conocido como Op Plan 1003). Durante m¨¢s de a?o y medio se dio una prioridad baja a la b¨²squeda de Bin Laden. El 24 de febrero de 2002, el general Richard Myers, jefe del Estado Mayor, dijo: "Yo no lo considerar¨ªa [capturarle] una misi¨®n primordial". Los activos militares y de espionaje que podr¨ªan haberse destinado a su captura fueron desviados a Irak. S¨®lo tras la captura de Sadam Husein, en diciembre de 2003, se reorientaron esos recursos a la b¨²squeda de l¨ªderes de Al Qaeda. Y seg¨²n la CNN, hasta la pasada primavera no se orden¨® que los sat¨¦lites estadounidenses vigilaran la frontera afgano-paquistan¨ª 24 horas al d¨ªa.
Aunque Bin Laden pudo dar esquinazo a las tropas estadounidenses en Tora Bora, no sali¨® del todo airoso. El periodista palestino Abdel Bari Atwan, que pas¨® dos d¨ªas entrevistandole en 1996, me dijo que fue herido en el hombro en esa batalla. A finales de diciembre de 2001, a Bin Laden se le vio en un v¨ªdeo que parece confirmar la existencia de dicha herida: aparece demacrado, con barba canosa y el lado izquierdo del torso inmovilizado, algo no usual. Suele gesticular con ambas manos al hablar. Como si quisiera subrayar su debilitada condici¨®n f¨ªsica, Bin Laden afirma all¨ª: "Soy un pobre esclavo de Dios. Viva o muera, la guerra continuar¨¢". Desde la aparici¨®n de esa cinta, Bin Laden y Al Zawahiri han hecho p¨²blicas unas doce m¨¢s.
?Por qu¨¦ es tan dif¨ªcil encontrar a Bin Laden? Por una parte, est¨¢ su obsesi¨®n por la seguridad, una prioridad no s¨®lo desde el 11-S, sino hace ya una d¨¦cada. En 1994, mientras viv¨ªa en Sud¨¢n, fue objetivo de un grave intento de asesinato, probablemente organizado por los saud¨ªes. Ah¨ª empez¨® a preocuparse m¨¢s por su seguridad. En 1997, cuando trabajaba de productor para la CNN, me reun¨ª con Bin Laden al este de Afganist¨¢n para rodar su primera entrevista televisiva, y pude as¨ª ser testigo del extraordinario empe?o con que los miembros de Al Qaeda le proteg¨ªan. Mis colegas y yo fuimos conducidos a su escondite en mitad de la noche; nos hicieron cambiar de veh¨ªculo con los ojos vendados; nos registraron con agresividad y electr¨®nicamente en busca de dispositivos de localizaci¨®n, y pasamos por tres grupos consecutivos de guardias armados con ametralladoras y lanzagranadas. El alto mando de Al Qaeda es muy dado al secretismo y dirige la organizaci¨®n mediante c¨¦lulas diferenciadas, lo cual hace que sea dif¨ªcil penetrar en ella, garantizando as¨ª que cualquier agente capturado s¨®lo conocer¨¢ parte de los secretos del grupo. Un dato que ilustra lo anterior es el reducido n¨²mero de l¨ªderes de Al Qaeda que conoc¨ªan la trama del 11-S. En una cinta de v¨ªdeo descubierta por las fuerzas estadounidenses en Afganist¨¢n tras la ca¨ªda de los talibanes, se ve a Bin Laden gesticulando a Sulaiman Abu Ghaith, por aquel entonces portavoz del grupo, y comentando que ni siquiera Abu Ghaith estaba al corriente del 11-S.
La situaci¨®n se complica m¨¢s si Bin Laden y Al Zawahiri est¨¢n, efectivamente, escondidos en las zonas tribales de Pakist¨¢n, en la frontera afgana, "la zona con mayor concentraci¨®n de Al Qaeda del planeta", seg¨²n un miembro del espionaje estadounidense. Esta frontera tiene una extensi¨®n de 2.400 kil¨®metros, est¨¢ escasamente custodiada y es incluso indefinida en algunos puntos. Por ello, los viajes clandestinos son sencillos. Las dos provincias paquistan¨ªes lim¨ªtrofes con Afganist¨¢n son Baluchist¨¢n, una vasta e inh¨®spita extensi¨®n de desiertos, y la Provincia Fronteriza del Noroeste, una pedregosa regi¨®n de monta?a en la que proliferan las fortalezas de los jefes tribales. Las tribus past¨²n, uno de los mayores grupos tribales del mundo, son presencia importante en ambas. Suscriben la Pastunwali, la ley de los past¨²n, que prima la hospitalidad y el dar refugio a quien lo necesite, una clara ventaja para los miembros fugitivos de Al Qaeda.
Pero seg¨²n Rahimullah Yusufzai, un periodista past¨²n, esconderse all¨ª tiene un inconveniente: "Si llega alguien de otra tribu, llama la atenci¨®n. A los ¨¢rabes les resulta dif¨ªcil esconderse en las zonas tribales". Otra posibilidad, a la que hasta la fecha se ha prestado escasa atenci¨®n, es que Bin Laden est¨¦ en las monta?as de la Cachemira paquistan¨ª, zona prohibida para forasteros y refugio de numerosos grupos militantes cachemires, algunos vinculados a Al Qaeda. Harakat ul Muyahidin (HUM), por ejemplo, comparti¨® campos de entrenamiento con Al Qaeda en Afganist¨¢n en los noventa. Una rama de HUM, Jaish-e Mohamed, organiz¨® el secuestro y asesinato del periodista estadounidense Daniel Pearl en 2002, en colaboraci¨®n con Al Qaeda. Para complicar m¨¢s la situaci¨®n, el Gobierno paquistan¨ª ha mantenido una larga y estrecha relaci¨®n con los grupos cachemires, ya que comparten el objetivo de expulsar a las fuerzas indias de Cachemira. Un funcionario de Asuntos Exteriores de Afganist¨¢n lo confirma: "Los l¨ªderes y cerebros de Al Qaeda no se encuentran en las zonas tribales de Pakist¨¢n. La cuesti¨®n es: ?qui¨¦n est¨¢ en Cachemira?".
Muchos creen que si Al Qaeda ha creado una nueva base de operaciones, no es en Afganist¨¢n ni a lo largo de la frontera afgano-paquistan¨ª, sino en el anonimato de las populosas ciudades de Pakist¨¢n. Como me explic¨® el teniente general Asad Durrani, antiguo director del servicio de inteligencia militar paquistan¨ª (IIS): "Las ciudades ofrecen mejor refugio. En el campo, la informaci¨®n se filtra m¨¢s f¨¢cilmente". Desde el 11-S, ninguno de los agentes de Al Qaeda capturados lo ha sido en zonas tribales de Pakist¨¢n, sino en las ciudades de Karachi, Peshawar, Queta, Faisalabad, Guirat y Rawalpindi. Entre los arrestados se encuentran Ramzi Bin al Shib, elemento clave para la planificaci¨®n del 11-S; Abu Zubaid¨¢, encargado del reclutamiento de Al Qaeda; Salid Bin Atash, implicado en el ataque contra el USS Cole en Yemen; Mustaf¨¢ Ahmed al Hawsawi, que financi¨® a los secuestradores del 11-S, y el m¨¢s importante, Jalid Sheij Mohamed, el jefe militar de Al Qaeda, responsable de la planificaci¨®n de los ataques del 11-S. ?ste fue arrestado en Rawalpindi, donde se encuentran los cuarteles generales del ej¨¦rcito paquistan¨ª. Un diplom¨¢tico occidental me pregunt¨®: "?Qu¨¦ cojones estaba haciendo ese tipo junto a los cuarteles generales del ej¨¦rcito?".
Concretamente, Karachi, una megaurbe de 14 millones de habitantes pr¨¢cticamente ingobernable, ha emergido como foco de violencia de la yihad, perpetrada por una t¨®xica alianza de grupos militares cachemires, fan¨¢ticos sectarios sun¨ªes que han iniciado una guerra contra la minor¨ªa chi¨ª paquistan¨ª y contra la propia Al Qaeda. Desde el 11-S, Karachi ha sufrido un atentado con bomba en el hotel Sheraton, que acab¨® con la vida de 11 contratistas franceses; dos atentados distintos contra el consulado de Estados Unidos, uno de los cuales mat¨® a una docena de paquistan¨ªes; diversas explosiones en gasolineras Shell, y el asesinato de Daniel Pearl. S¨®lo en mayo, los militantes asesinaron a 63 personas en la ciudad. La activa presencia de Al Qaeda en Pakist¨¢n plantea un interrogante: ?qu¨¦ confianza merece el Gobierno paquistan¨ª en su esfuerzo por capturar al grupo terrorista?
Fuentes estadounidenses afirman que quiz¨¢ ciertos elementos de la IIS profesen alguna simpat¨ªa ideol¨®gica hacia los talibanes. Pero el consistente archivo de detenciones de altos miembros de Al Qaeda en Pakist¨¢n indica que trabajan con diligencia. Seg¨²n el comandante general Shaukat Sultan Jan, portavoz de la IIS, Pakist¨¢n ha arrestado a 500 "combatientes extranjeros" desde el 11-S. Adem¨¢s, tras las intentonas de asesinato contra su persona, Musharraf est¨¢ resuelto a destruir Al Qaeda. Sin embargo, miembros de menos rango del ej¨¦rcito estuvieron implicados en dichos intentos de asesinato, seg¨²n Jan. La captura de Jalid Sheij Mohamed en marzo de 2003 supuso el arresto m¨¢s importante de miembros de Al Qaeda tras el 11-S. No obstante, seg¨²n Syed Moshin Naqvi, un periodista paquistan¨ª que entrevist¨® a Mohamed mientras se encontraba huido en agosto de 2002, ¨¦ste declar¨® que ya hab¨ªa otros dispuestos a sustituirle en caso de que fuera detenido. "Tenemos tantos sustitutos", dijo, "que los estadounidenses ni se lo pueden imaginar". Tras la captura de Mohamed se produjo cierto clima de esperanza sobre el acercamiento y una posible detenci¨®n de Bin Laden a corto plazo, pero actualmente, seg¨²n un alto cargo estadounidense, "la estela personal de Bin Laden se ha enfriado". Meses despu¨¦s de la detenci¨®n de Mohamed habl¨¦ con Cofer Black, antiguo director del Centro Antiterrorista de la CIA, que parece tener un especial inter¨¦s en atrapar a Bin Laden. Despu¨¦s del 11-S, es de sobra conocida la afirmaci¨®n de Black al presidente Bush de que sus agentes le traer¨ªan la cabeza de Bin Laden "en una caja".
Black inici¨® nuestra conversaci¨®n matizando que la guerra contra el terrorismo es m¨¢s importante que la b¨²squeda de Bin Laden: "No puedes acabar con el crimen con s¨®lo capturar a Al Capone", afirm¨®. "Esto no es como Ahab contra Moby Dick". Para evitar ser capturado, Bin Laden tiene que adoptar una actitud a la defensiva, de "ermita?o en las monta?as", afirm¨® Black, lo cual aniquila su capacidad para dirigir una organizaci¨®n terrorista efectiva. Por otro lado, si sigue "en el negocio", se abre a la posibilidad de que se detecten sus comunicaciones. Coment¨¦ que Bin Laden parece estar atrapado entre la espada y la pared, y Black se inclin¨® hacia m¨ª, con generosa sonrisa, y dijo: "Lo ha entendido".
El pasado enero, el teniente coronel Brian Hilferty, portavoz jefe de las fuerzas estadounidenses en Afganist¨¢n, anunci¨®: "Estamos convencidos de que este a?o atraparemos a Bin Laden y al mul¨¢ Omar [antiguo l¨ªder talib¨¢n]". Su predicci¨®n coincidi¨® m¨¢s o menos con el anuncio de los Gobiernos de EE UU y Pakist¨¢n sobre un plan para dirigir operaciones m¨¢s intensas para encontrarlo. La estrategia conjunta del martillo y el yunque supuso el desplazamiento de 70.000 soldados paquistan¨ªes a las regiones tribales para acorralar a las fuerzas de Al Qaeda, que, te¨®ricamente, cruzar¨ªan la frontera y caer¨ªan en las garras de las tropas estadounidenses en el lado afgano. Pero el plan fue anunciado a bombo y platillo, y todos los miembros de Al Qaeda posiblemente abandonaron las zonas tribales a principios de a?o. "Los miembros de Al Qaeda no son tan est¨²pidos como para sentarse a esperar un a?o al ej¨¦rcito paquistan¨ª", me dijo Syed Moshin Naqvi.
A finales de julio mantuve un encuentro con David Barno, comandante de las fuerzas de EE UU en Afganist¨¢n, despu¨¦s de que concluyera una de sus reuniones habituales con colegas paquistan¨ªes para coordinar esfuerzos en la frontera afgano-paquistan¨ª. Sobre Bin Laden y Al Zawahiri, dijo: "Su paradero sigue siendo un misterio". Pero a?adi¨®: "Hoy dedicamos m¨¢s recursos a eso". A rengl¨®n seguido describi¨® un importante problema al que se enfrenta Estados Unidos en Afganist¨¢n: los 2.300 millones de d¨®lares generados por el tr¨¢fico de hero¨ªna. Barno afirm¨® que el dinero proveniente de la droga supone m¨¢s del 40% de la econom¨ªa afgana, una cantidad que podr¨ªa ascender al 50% el pr¨®ximo a?o. La posibilidad de que Afganist¨¢n pueda convertirse en una especie de narcoestado parecido a Colombia, dominado por la rivalidad entre los jefes militares y los c¨¢rteles de la droga, es lo que el ministro de Exteriores de Afganist¨¢n, Abdul¨¢ Abdul¨¢, me describi¨® como "el mayor peligro y amenaza para la estabilidad".
Ir¨¢n es otra zona de preocupaci¨®n. Desde principios del a?o pasado, varios agentes de Al Qaeda han aparecido en este pa¨ªs que algunos de ellos contemplaban como "un eje administrativo" para el grupo. Funcionarios estadounidenses me dijeron que Saif al Adel, el n¨²mero tres en la jerarqu¨ªa de la organizaci¨®n; Sulaim¨¢n Abu Ghaith, portavoz del grupo; Mohamed al Masri, un importante instructor de Al Qaeda, y Abu al Jair, uno de los adjuntos de Al Zawahiri, han sido detenidos por las autoridades iran¨ªes. Lo que ¨¦stas planean hacer con sus prisioneros es un misterio.
Dado el car¨¢cter secretista y jerarquizado de Al Qaeda y su obsesi¨®n por la seguridad, ?qu¨¦ estrategias ser¨ªan ¨²tiles para capturar a Bin Laden? ?Servir¨¢ la recompensa de 50 millones de d¨®lares por su cabeza? En el pasado, las compensaciones econ¨®micas han sido ¨²tiles para llevar a terroristas ante la justicia. Mir Aimal Kansi, un paquistan¨ª que asesin¨® a dos empleados de la CIA en Virginia en 1993, fue apresado en parte gracias a los dos millones de d¨®lares de recompensa. Otra de 25 millones de d¨®lares desempe?¨® un papel importante en la detenci¨®n de Jalid Sheij Mohamed. Pero estos hombres no inspiraban igual reverencia espiritual que Bin Laden. Es impensable que su c¨ªrculo pr¨®ximo vaya a entregarle por dinero. Se ofrecen recompensas multimillonarias por su cabeza desde 1999, pero nadie las ha aprovechado.
En Washington conoc¨ª a uno de los investigadores m¨¢s efectivos del FBI, el agente especial Brad Garrett, que dio captura a Mir Aimal Kansi en Paquist¨¢n en 1997. Le pregunt¨¦ a Garrett, un antiguo marine que suele vestir de negro, qu¨¦ m¨¦todos hab¨ªan funcionado para dar con Kansi. "Tienes que saber distinguir entre la mentira y la verdad, y conseguir muchas fuentes para ver qu¨¦ es real. El espionaje es perecedero, as¨ª que otro factor es tu propia capacidad para reaccionar a tiempo". Garrett se encontr¨® con muchos nidos vac¨ªos durante su persecuci¨®n de cuatro a?os a Kansi, hasta que logr¨® dar con ¨¦l en el polvoriento remanso de Dera Ghazi Khan, en el centro de Pakist¨¢n, un lugar que "parec¨ªa salido de El bueno, el feo y el malo". Garrett explic¨® que, aunque Kansi recibi¨® ayuda de una deslavazada red de simpatizantes que le respetaban, no dispon¨ªa de una organizaci¨®n en la que confiar, a diferencia de Bin Laden. Kansi era m¨¢s propenso a ser detectado que el cerebro terrorista, porque era un lobo solitario.
Es posible que la inteligencia de se?ales ['signal intelligence], conocida como sigint, fuera la perdici¨®n para Bin Laden. Esto fue esencial en el caso de la persona clave del narcotr¨¢fico colombiano, Pablo Escobar, objeto de una intensa cacer¨ªa humana por parte de la polic¨ªa en su ciudad nativa de Medell¨ªn en 1993. La operaci¨®n se sirvi¨® de tecnolog¨ªa de escuchas y localizaci¨®n de la CIA. Cuando Escobar hizo una llamada por el tel¨¦fono m¨®vil a su hijo, que dur¨® unos minutos, las fuerzas colombianas irrumpieron y lo mataron a tiros. Pero Bin Laden es m¨¢s inteligente; un alto cargo estadounidense me dijo que "ha desechado cualquier dispositivo que pueda ser escuchado". Eso incluye tel¨¦fonos por sat¨¦lite, tel¨¦fonos m¨®viles y transistores. Se sirve de mensajeros.
La informaci¨®n obtenida de los detenidos de Al Qaeda ha sido importante para la b¨²squeda de sus l¨ªderes, al igual que los n¨²meros de tel¨¦fonos m¨®viles, documentos y ordenadores recuperados. No obstante, los servicios de espionaje estadounidenses no parecen haber infiltrado a agentes en el c¨ªrculo interno de Al Qaeda, la ¨²nica forma segura de obtener informaci¨®n en tiempo real sobre el paradero del l¨ªder, aunque seg¨²n el analista del terrorismo paquistan¨ª Amir Mir, durante el a?o pasado se ha observado un prometedor desarrollo: agentes del FBI han creado el Grupo Ara?a [Spider Group], un equipo de ¨¦lite formado por oficiales retirados del ej¨¦rcito y la resistencia paquistan¨ªes, que est¨¢n recabando informaci¨®n sobre los talibanes y Al Qaeda.
Independientemente de cu¨¢ntos recursos se inviertan en la captura de Bin Laden, el asunto se complica por lo que se podr¨ªa denominar "el problema de encontrar a una sola persona". Los delincuentes a menudo permanecen en la lista de los diez m¨¢s buscados del FBI durante a?os. Eric Rudolph, quien presuntamente coloc¨® una bomba en Atlanta durante las Olimpiadas de 1996, no fue detenido hasta el a?o pasado, en el pueblo de Murphy (Carolina del Norte), cuando un polic¨ªa novato le vio. Y el problema se acent¨²a cuando la b¨²squeda se ampl¨ªa al extranjero. Durante casi una d¨¦cada, Estados Unidos y la OTAN han estado rastreando la antigua Yugoslavia en b¨²squeda de Radovan Karadzic y Ratko Mladic. "La ¨²ltima vez que tuvimos una pista de Karadzic", me dijo un alto militar, "fue en 1997". Durante la operaci¨®n Devolver la Esperanza, una misi¨®n humanitaria de 1993 contra el hambre en Somalia, Estados Unidos ten¨ªa 20.000 soldados destinados en Mogadishu, en busca de Mohamed Aidid, militar que fomentaba conflictos de facciones en Somalia. Aidid nunca fue capturado.
Por supuesto, la captura de Sadam Husein es un ejemplo de operaci¨®n estadounidense exitosa. Pero su b¨²squeda tuvo un tel¨®n de fondo distinto: Estados Unidos tiene cerca de 140.000 soldados en Irak. En Afganist¨¢n, un pa¨ªs mucho mayor, s¨®lo 20.000. Y en Pakist¨¢n, donde con probabilidad se esconde Bin Laden, s¨®lo agentes de la CIA y el FBI. Adem¨¢s, una vez derrocado el reino del terror de Sadam, surgieron pocos defensores suyos; en cambio, "amor" no es un t¨¦rmino excesivo para definir el sentimiento de quienes rodean a Bin Laden. Un ex funcionario antiterrorista de EE UU, Roger Cressey, me explic¨® que un agente de Al Qaeda que traicionara a Bin Laden ser¨ªa como "un cat¨®lico que entregara al Papa".
Si es improbable que las recompensas econ¨®micas, la detecci¨®n electr¨®nica y los topos puedan abrir una v¨ªa para la b¨²squeda de Bin Laden, ?qu¨¦ podr¨ªa funcionar sino la pura suerte? Un punto vulnerable evidente son las cintas que Bin Laden y Al Zawahiri env¨ªan a los medios peri¨®dicamente; en teor¨ªa, podr¨ªa seguirse la cadena de custodia de estas cintas hasta llegar a los l¨ªderes. Otra posible vulnerabilidad reside en la familia de Bin Laden: su madre, una siria que reparte su tiempo entre Arabia Saud¨ª y el pueblo tur¨ªstico de Latakia, en Siria; o sus veinte hijos. Algunos de ellos viven abiertamente en Arabia Saud¨ª y otros quiz¨¢ est¨¦n en Afganist¨¢n, bajo la protecci¨®n de importantes comandantes talibanes. Otra posibilidad es controlar a sus ¨ªntimos: Yalalud¨ªn Jaqani, temible comandante talib¨¢n que prosigue su ataque contra las fuerzas estadounidenses al este de Afganist¨¢n; Yunis Jalis, que les ha declarado la yihad en repetidas ocasiones, y el mul¨¢ Omar, viejo amigo de Bin Laden.
Robert Baer, un antiguo agente de la CIA afincado en Oriente Pr¨®ximo, afirma que para dar con Bin Laden s¨®lo funcionar¨¢ un enfoque proactivo. "Nunca resulta f¨¢cil encontrar a una sola persona", me explic¨®, "pero s¨ª si est¨¢s actuando sobre el terreno, te decantas por el asesinato y buscas a un grupo de gente que lo haga y se beneficie de ello". S¨®lo hay un problema: ?qui¨¦n ser¨ªa tan est¨²pido como para aceptar el encargo? Quiz¨¢ los cazadores de recompensas. Alguien como Jonathan Jack Idema, antiguo boina verde con un amplio historial de fraude, falsificaci¨®n y pleitos en Estados Unidos, y que cre¨® una c¨¢rcel privada en Kabul en un intento de dirigir su propia persecuci¨®n sobre Al Qaeda.
Puede que al final Osama Bin Laden sea detenido o asesinado. Pero en Washington no han pensado mucho en qu¨¦ ocurrir¨¢ despu¨¦s. ?Cu¨¢l es el desenlace m¨¢s deseable? Si es capturado vivo, ?d¨®nde se le deber¨ªa juzgar? ?Un tribunal internacional similar a los constituidos para cr¨ªmenes contra la humanidad en la antigua Yugoslavia y Ruanda? Y existe un precedente ¨²til para desear un Bin Laden capturado: las fotos que dieron la vuelta al mundo tras la captura de Sadam, en las que ¨¦ste se somet¨ªa a las pruebas m¨¦dicas, contribuyeron m¨¢s que ninguna otra cosa a acabar con el mito Sadam. Algo similar devaluar¨ªa mucho el aspecto m¨ªtico de Bin Laden. Por supuesto, ¨¦l ha afirmado que est¨¢ preparado para morir en esta guerra santa, afirmaci¨®n que deber¨ªa ser tomada en serio. Jalid Jawaya, antiguo miembro de IIS paquistan¨ª y que conoce a Bin Laden desde hace dos d¨¦cadas, me dijo: "Nunca le atrapar¨¢n. ?l no es Sadam. Es Osama. Osama ama la muerte". A corto plazo, su muerte quiz¨¢ desencadenar¨ªa violentos ataques contra Estados Unidos por todo el mundo. A medio plazo, ser¨ªa un duro golpe para Al Qaeda, que depende en parte del carisma del l¨ªder. Pero su martirio supondr¨ªa un enorme impulso para el poder de sus ideas.
? 2004, Atlantic Monthly. Distribuido por Media Services International.
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