Thomas Bernhard entra en el repertorio de la Com¨¦die Fran?aise
La compa?¨ªa reestrena 'Plaza de los H¨¦roes', que escandaliz¨® en Austria
El escritor austriaco Thomas Bernhard (1931-1989) ha entrado en el repertorio de la Com¨¦die Fran?aise con la m¨¢s pol¨¦mica de sus obras, Heldenplatz (Plaza de los H¨¦roes), que fue estrenada en noviembre de 1988 en Viena en medio de un enorme esc¨¢ndalo. El montaje franc¨¦s lo firma Arthur Nauzyciel. La plaza de los H¨¦roes es el lugar donde se reunieron, el 15 de marzo de 1938, m¨¢s de 100.000 personas para aclamar a Hitler tras la Anschluss, la anexi¨®n de Austria por parte de Alemania.
Uno de los personajes de la obra de Bernhard, la esposa del profesor jud¨ªo Josef Schuster, que vive en esa plaza, ha casi enloquecido porque en su cabeza siempre oye el vocer¨ªo de quienes aclamaban al dictador; pero el marido, que se ha suicidado cuando sube el tel¨®n, no ha querido cambiar de domicilio "porque eso ser¨ªa como aceptar que Hitler me expulsa de mi casa por segunda vez".
En su d¨ªa, Heldenplatz provoc¨® una grave crisis pol¨ªtica. El presidente del pa¨ªs, que no era otro que el ex nazi y ex secretario general de las Naciones Unidas Kurt Waldheim, pidi¨® en 1988 que la obra no fuese representada en un teatro oficial porque "es un insulto al pueblo austriaco" pronunciado por un dramaturgo que "ha abusado de la libertad del arte". El ministro de Exteriores de la ¨¦poca reclam¨® lisa y llanamente su prohibici¨®n. Cuatro de los actores se retiraron del proyecto antes del estreno.
Lo cierto es que Thomas Bernhard no abord¨® con especial delicadeza ni el pasado ni el presente de su pa¨ªs y de su capital. Austria es "una cloaca sin esp¨ªritu ni cultura"; su presidente, "un mentiroso"; el canciller, un mero "astuto jugador de Bolsa", y lo ¨²nico que distingue a sus conciudadanos es "el odio al jud¨ªo, el trazo m¨¢s caracter¨ªstico de la naturaleza austriaca". Los cat¨®licos son tratados de falsos, y los socialistas, de "capitalistas o nacionalsocialistas".
El director del montaje franc¨¦s dice: "en cualquier caso, la Com¨¦die no pod¨ªa montar la obra s¨®lo para decir horrores sobre Austria. Mi intenci¨®n era transmitir el texto de la manera m¨¢s abierta posible". Seg¨²n Nauzyciel, el autor "cree en el Arte, en la Belleza, y hay un deseo de reconciliaci¨®n en su gesto art¨ªstico" . Para ¨¦l la obra es "esencialmente" un texto sobre "la memoria y los muertos que nos atormentan; tambi¨¦n sobre la muerte del artista que ve c¨®mo la obra le sobrevive. Josef Schuster simboliza esa ausencia del autor".
Arthur Nauzyciel cree que, "liberada del contexto pol¨ªtico y de la locura medi¨¢tica que acompa?¨® su creaci¨®n en Viena, hoy el espectador de la Com¨¦die tiene la oportunidad de descubrir un texto cuyos temas sobrepasan ampliamente unos problemas propios de la Viena de los ochenta".
Las intenciones del director son buenas; los actores, excelentes -menci¨®n especial para Christine Fersen-, pero el resultado no desmiente los temores que pod¨ªan tenerse ante un drama concebido como un interminable exabrupto. Dejemos al margen que J?rg Haider siga obteniendo buenos resultados electorales; el problema es de la obra en s¨ª, que pierde su sentido si se la despoja de esa virulencia animal, de ese odio contra un pa¨ªs que juega el papel de amor traicionero. En su momento, un Bernhard moribundo, al asistir a la tormenta que se organizaba sobre su Heldenplatz incluso antes de que nadie la hubiese visto, decidi¨® a?adir algunas frases "a¨²n m¨¢s abominables". Ese estado de ¨¢nimo, de deseo de venganza, es tan poderoso que lo ocupa todo, hace inaudible las consideraciones de otro orden.
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