Miradas limpias
Har¨¢ unos veinte a?os se gener¨® un gran esc¨¢ndalo en Viena en torno al proyecto de un monumento a las v¨ªctimas de la guerra y el Holocausto. A unos molest¨® el hecho de fomentar el recuerdo. A muchos su emplazamiento, en pleno centro, en el parque triangular que el desescombro dej¨® en 1945 entre la ?pera, el Hotel Sacher y el museo- archivo Albertina. No era un sitio ajeno a las v¨ªctimas. All¨ª se hundi¨® bajo las bombas a finales de la guerra un refugio antia¨¦reo. Murieron sepultados cientos de vieneses. Una modesta placa lo recordaba. Para muchos bastaba. Otra cosa era construir un monumento para todas las v¨ªctimas de tres piezas de m¨¢rmol, una representando al monstruo de la guerra, otra a un anciano jud¨ªo fregando la acera con su cepillo de dientes -muchos jud¨ªos vieneses tuvieron que hacerlo en 1938 obligados por la S.A.- y una gran piedra con los nombres de los campos de exterminio nazis de toda la geograf¨ªa europea del terror. Un monumento de recuerdo al peor pasado reciente en pleno centro tur¨ªstico de Viena dar¨ªa, se dec¨ªa, una imagen nefasta de una ciudad en la que tantos viven de su imagen simp¨¢tica y rom¨¢ntica. El proyecto sali¨® adelante. Hoy el bello y desgarrador monumento de Alfred Hrdlichka es parte del paisaje urbano del primer distrito como la ?pera, las casas de Loos, el g¨®tico de San Esteban o la Cripta de los Capuchinos. Lejos de restar armon¨ªa al entorno, la aumenta. Confiere continuidad est¨¦tica, simb¨®lica e hist¨®rica al centro y honra tanto a las v¨ªctimas como a quienes hicieron resurgir Viena de sus escombros f¨ªsicos y morales y le devolvieron la dignidad.
Este invierno han irrumpido en el mercado alem¨¢n dos libros cuya fuerza benefactora es comparable a la ejercida por el monumento de Hrdlicka. Der Tote im Bunker (El muerto en el b¨²nquer) es la cr¨®nica apasionante y conmovedora que hace el escritor y periodista Martin Pollack de su investigaci¨®n sobre la vida de su padre real que siempre le fue ocultada, incluso por su padrastro cuyo apellido lleva. La reconstrucci¨®n de la vida de su padre, el oficial de las SS y criminal de guerra Gerhard Bast y de su entorno familiar, cultural y pol¨ªtico es una doloros¨ªsima gesta en busca de piezas para intentar entender, jam¨¢s justificar, c¨®mo surgi¨® el monstruo en aquel hombre, c¨®mo el odio y el mal banal se pudo adue?ar de tanta "gente normal".
Si apasionante es el libro de Pollack y doloros¨ªsimo hubo de ser escribirlo, Verbesserte Ausgabe (Versi¨®n mejorada) del h¨²ngaro Peter Esterhazy es -no exagero- una obra de arte. Su gestaci¨®n, genialmente inscrita dentro del relato de pasi¨®n que es el libro, es un canto a la humanidad y a la mirada limpia hacia el pasado, al amor traicionado y a la compasi¨®n hacia la v¨ªctima. Un canto al ser humano que camina entre los mundos del bien y del mal y tantas veces ha de ver como la lev¨ªsima debilidad determina en qu¨¦ lado es juzgado. Esterhazy acababa de terminar Armon¨ªa celestial, la historia de su gran familia de la aristocracia austroh¨²ngara -mecenas de Haydn, favoritos de emperadores, ¨ªntegros, valientes y generosos-. Pero Esterhazy no presum¨ªa de familia ni t¨ªtulos sino de su padre, de Matyas Esterhazy, noble represaliado bajo los comunistas que aguant¨® hasta su muerte todas las vejaciones y que, tambi¨¦n despu¨¦s del sue?o libertador de 1956, sac¨® adelante a su familia con cuatro hijos. Hab¨ªa concluido Armon¨ªa celestial, cuando se le ocurri¨® consultar, por curiosidad o vanidad, los archivos de la antigua polic¨ªa pol¨ªtica (AVO) en busca de su ficha. Horrorizado comprob¨® que con su ficha sin inter¨¦s le entregaban cuatro gruesas carpetas que eran el producto de m¨¢s de dos d¨¦cadas de labor como confidente y delator de su amado padre. Versi¨®n corregida es -asumida como "correcci¨®n de Armon¨ªa celestial"- un libro sobrecogedor de un virtuosismo narrativo dif¨ªcil de superar. Es un coraz¨®n partido por el dolor y la ira que exige explicaciones al padre otrora adorado. Como el monumento de Hrdlicka, llora por las v¨ªctimas y por los culpables, a los que exige explicaci¨®n.
Cuando hoy son tantos los que aqu¨ª miran al pasado para reinventar la historia y sacar partido de ella desde su supuesta inocencia, bondad primigencia y una virginidad democr¨¢tica nunca habida, las miradas limpias y valientes como ¨¦stas nos pueden sacar "del autoenga?o de que la culpa siempre la tuvo el otro" como dice Esterhazy. Un autoenga?o que esclaviza a hombres y sociedades por igual y s¨®lo perpet¨²a los odios y enfrentamientos.
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