La vieja emoci¨®n
Hans Christian Andersen ten¨ªa una tristeza considerable; la reflejaba en sus cuentos infantiles. Nadie ha podido decir nunca que los cuentos infantiles sean alegres; m¨¢s bien reflejan la pena y la pobreza de sus autores cuando eran ni?os. Siempre hab¨ªa, a requerimientos del editor que quiere siempre finales resolutivos y favorables, como hacen los productores de cine, una manera de terminar: donde era posible hab¨ªa boda, bas¨¢ndose en la creencia infantil de que el buen amor debe convertirse en matrimonio, y en la rima de felices con perdices, como plato suculento del banquete real. Recuerdo un modesto folletinista que cuando los dos pilletes, o los hu¨¦rfanos del arroyo, consegu¨ªan comer en casa de una marquesa, ¨¦sta les daba "una suculenta tortilla de patatas", que para el escritor era lo mas deseado del mundo.
La reina de las Nieves
Gui¨®n de Carlos L¨®pez sobre cuentos de Andersen, m¨²sica de Mario de Benito. Int¨¦rpretes: Andrea Soto, Emilio Gaviria, Daniel Millet, Eduardo Guerrero, Bel¨¦n Torres, Arancha Zambrano, Patricia Arroyo. Orquesta dirigida por Miguel Iniesta. Coreograf¨ªa de Bel¨¦n Torres. Figurines y mu?ecos: Araceli Sanz. Direcci¨®n de Manuel Rom¨¢n. Teatro Nuevo Apolo.
Bien, estos cuentos del zapatero dan¨¦s, de cuyo nacimiento hace 200 a?os y parece que fue ayer, escenificados en Espa?a tienen siempre buenas resoluciones, aunque las amenazas de congelaci¨®n y otros males est¨¦n siempre pendientes. Claro que es triste que el traje del emperador no sea ni siquiera transparente, sino falso; que el soldadito de plomo, amputado ya, caiga en la alcantarilla o que la sirena no pueda cumplir su amor con el humano; pero lo que brota de todos ellos es la ternura, la vieja emoci¨®n, el inter¨¦s y una cierta bondad.
Aparte de mirar al escenario, donde un juego de luces, corporeidad y proyecciones consegu¨ªan una cierta apariencia m¨¢gica, mir¨¦ al p¨²blico, lleno de ni?os y ni?as, de distintas edades, y estaban tan absorbidos por la atenci¨®n a lo que pasaba que resultaban, ellos, emocionantes. Muchos preguntaban a los mayores que iban con ellos lo que no acababan de comprender; nadie se molest¨® ni mand¨® callar por esos di¨¢logos espont¨¢neos que son necesarios para la buena representaci¨®n.
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