Peque?o, pero Buda
Cuando muchos de sus admiradores lo daban por perdido, Iv¨¢n de la Pe?a se ha repuesto de su ataque de amnesia con el tiempo justo para conquistar Montju?c.
Desde su prematura llegada a Barcelona todos reconocimos sus excepcionales dotes para interpretar el juego. Embutido en un cuerpo compacto, combinaba una vista penetrante con una asombrosa agudeza para el toque. A mitad de camino entre esos b¨²hos monta?eses capaces de girar completamente el cr¨¢neo para ver el mundo desde las cervicales y de la torreta de un carro de combate, aquel ni?o adelantado era sin duda un deportista de ¨²ltima generaci¨®n, un taco de acero con botas. Un d¨ªa se rap¨® la cabeza y tom¨® la figura de bonzo que por afinidad con cierto personaje cinematogr¨¢fico del momento le valdr¨ªa el sobrenombre de Peque?o Buda.
En sus mejores noches, emboscado a diez metros de Pep Guardiola, el reci¨¦n llegado devolv¨ªa la luz de los focos como un espejo curvo y consegu¨ªa la s¨ªntesis del f¨²tbol ante nuestros ojos. Demostraba tal facilidad para simplificarlo, para convertir un largo despliegue en un solo pase capital, que llegamos a creer en la mutaci¨®n definitiva del medio-centro.
Fue precisamente esa habilidad suya para llegar al n¨²cleo por el camino m¨¢s corto lo que provoc¨® su primera crisis. Algunos de sus compa?eros m¨¢s autorizados confesaban en la oscuridad sus recelos sobre ¨¦l: aquel portento era en realidad un futbolista parad¨®jico, a veces la soluci¨®n al problema y a veces el problema mismo. No les faltaba raz¨®n; pretender la condensaci¨®n del f¨²tbol en cada jugada, renunciar expl¨ªcitamente al trabajo de mantenimiento y obstinarse en reducir cualquier maniobra a una sola entrega, impon¨ªa una contrapartida de inestabilidad. En las mejores noches encontraba cualquier atajo que llevase al gol, en las peores conduc¨ªa a su equipo a un callej¨®n sin salida. Entregado a la misteriosa energ¨ªa que llamamos inspiraci¨®n estaba tan prisionero en su estilo como el genio en la l¨¢mpara.
Repentinamente entr¨® en barrena, se fug¨® al f¨²tbol italiano y le levantamos acta de defunci¨®n. Su colapso profesional hab¨ªa sido la prueba de que una buena cabeza no acredita por s¨ª sola a un gran futbolista.
Por fin ha vuelto en el doble formato de martillo y baqueta. Bajo la limpia mirada de Lotina, uno de los entrenadores m¨¢s l¨²cidos y rectos que conocemos, ha reunido la dosis de paciencia necesaria para templar el juego y esperar el fogonazo de la intuici¨®n.
Por fin ha completado su viaje astral. Ha logrado desdoblarse a voluntad en cerebro y en c¨®mplice.
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