Elogio de la blasfemia
El s¨¢bado de la semana pasada, la segunda cadena de la BBC present¨® una magn¨ªfica muestra de teatro musical. Jerry Springer: The Opera. Es obscena, ofensiva, blasfema y la BBC hizo muy bien en emitirla. Muy bien porque la obra no utiliza las obscenidades, las ofensas y las blasfemias como mero entretenimiento, sino para transmitir un inquietante mensaje sobre la cultura televisiva popular nacida en Estados Unidos y el vac¨ªo emocional de una sociedad de consumo atomizada en la que, como dice el estribillo de un coro, la vida consiste en "comer, defecar y ver la tele".
"Oh, c¨®mo anhela tener amor mi coraz¨®n", suspira m¨¢s tarde el coro, y la ¨®pera logra hacernos sentir aut¨¦ntico patetismo en el personaje de una mujer gorda, fea y estridente que quiere ser bailarina de strip-tease. Lo consigue gracias al arte musical: no hay m¨¢s que escucharla cantar. En una larga secuencia de un sue?o infernal, el personaje de Jerry Springer se encuentra con una invitada a uno de sus programas que tiene una llave inglesa incrustada en la parte posterior del cr¨¢neo. Es de suponer que ha muerto asesinada como consecuencia de su aparici¨®n en el programa. "?Sabes, Steve?", le dice ¨¦l a su ayudante, "una persona con menos experiencia en televisi¨®n podr¨ªa sentirse responsable".
La gran mayor¨ªa de las casi 50.000 quejas que recibi¨® la BBC se hicieron antes de la emisi¨®n del programa 'Jerry Springer: The Opera'. La BBC hizo bien en emitirlo
Algunos dir¨¢n que la religi¨®n mayoritaria y establecida puede y debe ser capaz de aguantar m¨¢s palos que las religiones minoritarias
Tiene que haber l¨ªmites cuando los comentarios ofensivos aumentan de forma significativa el peligro de violencia o intimidaci¨®n contra una comunidad concreta
Pero la BBC s¨ª ha actuado de forma responsable. Como explic¨® la directora de televisi¨®n Jana Bennett, sopesaron los "m¨¦ritos art¨ªsticos" del programa y lo que iba a ofender, y pensaron que los m¨¦ritos eran mayores. Y es verdad. La ¨®pera no es perfecta, por supuesto, y podr¨ªa demostrar que, en ¨²ltima instancia, es parasitaria de la cultura degradada que satiriza. Sin embargo, es exactamente el tipo de experimento art¨ªstico lleno de audacia que tiene que mostrar una televisi¨®n p¨²blica: en la BBC 2, cuando los ni?os ya est¨¢n acostados, y con las debidas advertencias.
Los cristianos que quemaron sus licencias de televisi¨®n (el sistema de financiaci¨®n de la cadena p¨²blica brit¨¢nica) delante de los estudios estaban protestando en el lugar equivocado. Si quer¨ªan manifestarse en alg¨²n sitio, ten¨ªan que haber ido a los estudios estadounidenses en los que el aut¨¦ntico Jerry Springer graba el programa que, como indica la ¨®pera, tiene una audiencia mundial "mayor que Bob Hope / y, mill¨®n m¨¢s mill¨®n menos, mayor que el jodido Papa". Ah¨ª, en el programa real de Jerry Springer -como en nuestro Gran Hermano, de una chabacaner¨ªa sin fin, y brevemente agraciado por la absurda visita de Germaine Greer-, est¨¢ la verdadera degradaci¨®n de la humanidad.
Es curioso que la gran mayor¨ªa de las casi 50.000 quejas que recibi¨® la BBC se hicieran antes de la emisi¨®n del programa. Las que se recibieron despu¨¦s fueron menos numerosas, y muchos espectadores llamaron para manifestar su apoyo. Un cristiano de Hemel Hempstead escribi¨® a The Times en un tono muy positivo, para dar las gracias a los autores de la ¨®pera y a la BBC: "No hay duda de que los mejores momentos de la televisi¨®n p¨²blica se producen cuando plantea a los espectadores unos problemas imposibles y les reta, sin paternalismo ninguno, a encontrar una soluci¨®n".
Los estatutos de la BBC
Creo, pues, que la BBC acaba de reforzar los argumentos para que se renueve con generosidad su estatuto, en virtud del cual los telespectadores brit¨¢nicos la financian mediante el pago de una licencia anual de televisi¨®n. Y debemos defender a la BBC frente a nuestra peque?a y mezquina versi¨®n de la derecha religiosa estadounidense, la llamada Voz Cristiana, que para defender a Dios todopoderoso juzg¨® apropiado publicar en su p¨¢gina web los n¨²meros privados de tel¨¦fono de los directivos de la BBC. Cuando se produjeron las llamadas insultantes que eran de esperar, el director de la Voz Cristiana, Stephen Green, dijo: "Tal vez he sido un poco ingenuo al pensar que nuestra p¨¢gina web s¨®lo la visitaban cristianos". ?Qu¨¦ cre¨ªa que iba a hacer la gente cuando tuviera esos n¨²meros? ?Cantar himnos por tel¨¦fono?
No obstante, una de las afirmaciones hechas por los cristianos escandalizados merece nuestra atenci¨®n. Stephen Green coment¨® tambi¨¦n que "si este espect¨¢culo presentara a Mahoma o Visn¨² como homosexuales, rid¨ªculos e ineficaces, nunca se habr¨ªa emitido. La BBC no se atrever¨ªa a mostrar un programa que pusiera por los suelos la religi¨®n de los sijs...". Quiz¨¢ me equivoque, pero tengo la ligera sensaci¨®n de que esta queja tiene, al menos, una m¨ªnima parte de raz¨®n.
Por ejemplo, me encantar¨ªa ver la obra Bezhti, de Gurpreet Kaur Bhatti, que el Teatro de Repertorio de Birmingham tuvo que retirar debido a manifestaciones sijs y amenazas de muerte contra el autor. Si la obra tiene una calidad art¨ªstica comparable a la de Jerry Springer: The Opera, y es posible organizar una representaci¨®n que pueda televisarse, creo que la BBC 2 deber¨ªa emitirla tambi¨¦n. Y, como es natural, los Versos sat¨¢nicos de Salman Rushdie deber¨ªan estar presentes en todas las buenas librer¨ªas.
Algunos dir¨¢n que la religi¨®n mayoritaria y establecida puede y debe ser capaz de aguantar m¨¢s palos que las religiones minoritarias, que han entrado en este pa¨ªs, en general, tra¨ªdas por inmigrantes m¨¢s recientes. Pero ¨¦sa no es la posici¨®n del liberalismo cl¨¢sico, y no me parece que sea la correcta. "La suma de todo lo que pretendemos", escribi¨® John Locke en su Carta sobre la tolerancia, "es que cada hombre pueda tener los mismos derechos que se otorgan a otros. ?Se permite venerar a Dios a la manera de Roma? Que se permita hacerlo tambi¨¦n a la manera de Ginebra". Es de suponer que lo que Locke reclamaba para distintas formas de pr¨¢ctica religiosa tiene que ser v¨¢lido hoy a la hora de faltar al respeto. Si se permite la irreverencia hacia lo cristiano, tiene que permitirse tambi¨¦n hacia lo musulm¨¢n. O proteger a ambos por igual.
Y ¨¦sa es precisamente la decisi¨®n a la que se enfrenta nuestra sociedad, cada vez m¨¢s multicultural. Podemos intentar defender a un n¨²mero cada vez mayor de "culturas" -definidas en funci¨®n de la religi¨®n, la raza, la tradici¨®n ¨¦tnica o la preferencia sexual- de los comentarios p¨²blicos que consideren muy ofensivos. Puede ser razonable, pero debemos tener muy claro qu¨¦ va a suponer. La consecuencia inevitable ser¨¢ menos libertad de palabra que ahora. De ser as¨ª, es posible que los futuros historiadores vean las tres ¨²ltimas d¨¦cadas del siglo XX como el momento culminante de la libertad de expresi¨®n, nunca repetido. Tal vez se gane en otros aspectos de la vida p¨²blica -como la paz civil-, pero habr¨¢ una evidente p¨¦rdida de libertad.
O podemos hacer todo lo contrario y pensar que, precisamente porque el Reino Unido es cada vez m¨¢s multicultural, todas las variantes religiosas, todas las "culturas" -incluidos, por supuesto, el ate¨ªsmo o el darwinismo devoto- deben acostumbrarse a vivir con m¨¢s posibilidades de que se les ofenda p¨²blicamente. O intentamos proteger a todo el mundo de las ofensas, o permitimos que se ofenda a todos por igual. Y yo soy firme partidario de la ofensa para todos.
Prevenir la intimidaci¨®n
Tiene que haber l¨ªmites, claro est¨¢. Unos l¨ªmites que surgen cuando los comentarios ofensivos aumentan de forma significativa el peligro de violencia o intimidaci¨®n contra una comunidad determinada. Es extraordinariamente dif¨ªcil decir cu¨¢ndo se cruza esa l¨ªnea. Y hay muchas l¨ªneas distintas: una para los tribunales, otra para la BBC, otra para una revista peque?a, o un teatro. Ahora bien, todas deben tener una cosa en com¨²n: estar trazadas despu¨¦s de que se eval¨²e seriamente la probabilidad de que se haga un da?o importante a la comunidad ofendida, y no tras las amenazas de la comunidad ofendida a otros (autores, editores, directivos de televisi¨®n) si no se retira la obra. Se trata de prevenir la intimidaci¨®n, no ceder ante ella.
Si nuestra meta es lograr una sociedad multicultural que sea libre y pac¨ªfica, lo que necesitamos no es la multiplicaci¨®n de los tab¨²es, sino la expansi¨®n de la tolerancia. La fe en el valor de la tolerancia no es como la fe en Jesucristo, el profeta Mahoma, Ahura Mazda o, ya puestos, la sabidur¨ªa cient¨ªfica de Darwin; es la ¨²nica fe que hace posible que coexistan todas las dem¨¢s creencias.
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