Pacto de San Sebasti¨¢n
El jefe de la oposici¨®n, Mariano Rajoy, y la vicepresidenta Mar¨ªa Teresa Fern¨¢ndez de la Vega emplearon palabras muy similares, tras la entrevista del primero con el presidente del Gobierno, Jos¨¦ Luis Rodr¨ªguez Zapatero, para referirse a la carta abierta de Arnaldo Otegi al presidente del Gobierno: que Batasuna condene la violencia y ETA deje de matar, y luego ya se ver¨¢. La coincidencia sugiere un acuerdo impl¨ªcito en no cerrar puertas del todo (esperar y ver), pero sin comprometerse. Ayer, en San Sebasti¨¢n, Zapatero vino a decir lo mismo: que para que se escuche la voz de Otegi debe cesar la de ETA. La carta de Batasuna puede considerarse una versi¨®n algo m¨¢s afinada de su planteamiento de Anoeta, en noviembre, con la diferencia de que la dirige a Zapatero; es decir, que el emplazamiento no es ya al resto del nacionalismo, sino al Gobierno socialista.
?Por qu¨¦ habr¨¢ dado este paso Otegi? Seguramente porque ha comprendido que lo que ahora m¨¢s le urge, evitar la desaparici¨®n de su partido si no puede presentarse a las elecciones de mayo, no es algo que pueda conseguir el PNV, y ni siquiera es seguro que vaya a intentarlo. Tal vez haya tambi¨¦n un factor psicol¨®gico: el rencor con que desde hace meses contempla la izquierda abertzale los movimientos del nacionalismo instalado para atraerse a los votantes de Batasuna al mismo tiempo que protesta por su ilegalizaci¨®n.
Pero si Otegi ha dado ese paso es tambi¨¦n porque ahora, gracias a la ilegalizaci¨®n, existe la posibilidad de que los intereses del brazo armado (seguir en candelero) y los del brazo pol¨ªtico no coincidan. Otegi no puede ignorar que ninguna oferta suya tendr¨¢ credibilidad, y ni siquiera ser¨¢ escuchada, mientras no vaya acompa?ada de un anuncio de retirada de ETA. Como cuando los jefes del Sinn Fein hicieron saber a Londres que el IRA quer¨ªa dejar las armas definitivamente. Es decir: que ya no basta (despu¨¦s del experimento de Lizarra) con que Otegi diga que quiere la paz; hace falta que demuestre que es capaz de convencer a ETA de que abandone la violencia. Lo cual podr¨ªa conseguir si se atrae el apoyo de los presos, mucho m¨¢s numerosos que los activistas en libertad.
Mientras ETA no desista, su brazo pol¨ªtico deber¨¢ seguir fuera de la legalidad. Y en esto hay acuerdo claro entre el PP y el PSOE. Incluso es posible que el entendimiento sobre esta cuesti¨®n favoreciese el alcanzado contra el plan Ibarretxe y por una concertaci¨®n de cara a las reformas institucionales. Ese acuerdo ha sido mal recibido por los partidos nacionalistas, como era de esperar. Sin embargo, fueron los nacionalistas, o algunos nacionalistas, quienes m¨¢s contribuyeron a que la opini¨®n p¨²blica -cualquiera que sea el baremo para medirla: encuestas, opiniones en los medios, etc¨¦tera- presionara en favor de un acuerdo PP-PSOE frente a actitudes de las minor¨ªas nacionalistas percibidas como abusivas.
Frente a Ibarretxe en primer lugar, pero tambi¨¦n en relaci¨®n a desplantes de los aliados del Gobierno como el del anunciado y luego retirado boicot a la candidatura de Madrid para los Juegos Ol¨ªmpicos. La irritaci¨®n causada por tales desplantes dio alas a hip¨®tesis nada deseables como un acuerdo PP-PSOE para modificar la ley electoral y reducir la capacidad de influencia de los nacionalistas en la pol¨ªtica espa?ola. Cuando uno de los objetivos del sistema auton¨®mico es precisamente favorecer la participaci¨®n de los nacionalismos en las instituciones comunes.
Adem¨¢s, el principio de acuerdo PP-PSOE supone tambi¨¦n la aceptaci¨®n por parte del PP de la legitimidad del programa de reformas institucionales del PSOE. Lo cual no s¨®lo es una garant¨ªa para que esas reformas, y en particular las de los Estatutos, prosperen, sino de que un eventual cambio de mayor¨ªa no implicar¨¢ una rectificaci¨®n o un intento de bloqueo del desarrollo de las nuevas competencias.
En su discurso de ayer en San Sebasti¨¢n, seguramente el de m¨¢s contenido desde que fue elegido presidente, Zapatero dej¨® claro que es posible aumentar los niveles de autogobierno si las reformas se hacen en el marco constitucional y con verdadera voluntad de consenso. Y para esto el entendimiento con el PP no s¨®lo ser¨¢ "absolutamente conveniente", como dijo la vicepresidenta, sino, en la pr¨¢ctica, imprescindible.
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