En busca del vuelo perfecto
Buenos Aires. Encuentro con mi viejo amigo y compa?ero de colegio Bubi Vasina. Todos los hombres de su familia se llaman Wenceslao, por el santo patr¨®n polaco. Cuando todos se llaman Wenceslao, nadie se llama Wenceslao. Los apodos resultan imprescindibles. Bubi siempre fue un tipo macanudo, que en lunfardo significa enrollado. Era un traga -empoll¨®n- pero se juntaba con los quilomberos -gamberros- como este cronista. Una vez hizo de valedor, de garante, para evitar que me expulsaran del colegio. Funcion¨®: era capaz de muchos desfases, pero no pod¨ªa defraudar a Bubi.
El trabajo de mi amigo consiste en limpiar los aeropuertos de p¨¢jaros peligrosos. Un ave tragada por una turbina puede causar enormes p¨¦rdidas de vidas y bienes. Para evitar la onerosa tragedia se emplean muchos m¨¦todos: ca?ones de sonido, pirotecnia, venenos, diversas alteraciones del h¨¢bitat y... halcones. Bubi Vasina es una autoridad mundial en lo que ata?e a los halcones peregrinos y un maestro del arte de la cetrer¨ªa.
El deseo de manejar los halcones, hacerlos volar y compartir sus actividades es una p¨®cima adictiva que intoxica a los cetreros
La primera vez que fui a su casa -tendr¨ªamos 12 a?os- me lo encontr¨¦ cosiendo una caperuza de cuero. Ten¨ªa un halc¨®n en el jard¨ªn y lo estaba amaestrando. Es un lento trabajo por el cual el hombre acostumbra al ave de presa a su presencia y a comer cuando y como convenga al amo.
"Mi primer recuerdo relacionado con los halcones es un relato de mi abuela paterna -austroh¨²ngara- sobre c¨®mo su hermano hab¨ªa atrapado un ave rapaz en el bosque. Tendr¨ªa seis o siete a?os y me impact¨® la imagen del p¨¢jaro sobrevolando los ¨¢rboles. Compr¨¦ mi primer halc¨®n a los 11, en una pajarer¨ªa que estaba frente al Caf¨¦ de Los Angelitos, en Rivadavia y Rinc¨®n".
La atracci¨®n por los halcones es un camino de ida. "Once a falconer, always a falconer", dicen. El deseo de manejarlos, tenerlos a mano, hacerlos volar, compartir a discreci¨®n sus actividades en el campo, es una p¨®cima superadictiva que intoxica a los cetreros de una vez y para siempre.
En las vacaciones todos nos ¨ªbamos a la playa. Bubi volaba solo (su padre era oficial de la aeron¨¢utica) a una zona de Chile en la que se supon¨ªa que hab¨ªa una gran concentraci¨®n de halcones peregrinos. "El primero que vi iba en la barca de unos pescadores de marisco, en una caleta perdida. Ten¨ªa las alas cortadas. Lo compr¨¦. Conviviendo con esa gente descubr¨ª que aprovechaban cualquier ocasi¨®n para diversificar su dieta de frutos de mar. Cuando encontraban un nido de peregrinos... ?se com¨ªan a los pichones!".
Bubi se licenci¨® en Ingenier¨ªa Industrial. Durante 26 a?os -adem¨¢s- trabaj¨® en el Museo Argentino de Ciencias Naturales, estudiando, entre otras cosas, la conducta de las aves de rapi?a.
Aunque la cetrer¨ªa se puede practicar con ¨¢guilas, aguiluchos, gavilanes y azores, los halcones peregrinos son los "pura sangre" de esta antiqu¨ªsima disciplina desarrollada en Oriente. Un halc¨®n en vuelo picado es el animal m¨¢s r¨¢pido del mundo. Puede alcanzar los 400 kil¨®metros por hora. Los cetreros m¨¢s exquisitos de Argentina -Bubi y sus colegas- emplean horas y d¨ªas para lograr las condiciones ¨®ptimas de cacer¨ªa. La situaci¨®n ideal es una laguna con aves acu¨¢ticas. En la provincia de Buenos Aires hay cientos de ellas. Una vez localizada, conviene espantar a ciertos patos; luego hay que conseguir que otros remonten vuelo. En el momento exacto, cuando est¨¢n regresando a la laguna, se suelta al halc¨®n, que puede elevarse hasta 300 metros. Entonces elige una presa y se lanza sobre ella con v¨¦rtigo de proyectil. En la naturaleza, una vez derribada su v¨ªctima devora s¨®lo los m¨²sculos del pecho, los que sirven para volar, y desprecia lo dem¨¢s. Los halcones cautivos comen lo que sus amos deciden que coma. Pueden premiar o castigar a su socio de cacer¨ªa, seg¨²n su desempe?o.
El placer de los cetreros radica en contemplar el vuelo de su halc¨®n. Su trayectoria traza un dibujo fugaz en el cielo. Como una pincelada minimalista japonesa o la ver¨®nica de un artista del toreo, es algo dif¨ªcil de explicar a los no iniciados.
Bubi y sus colegas pueden pasar horas comentando tal o cual vuelo. "El cetrero suele ser un tipo so?ador, idealista, apasionado. Invierte mucho para conseguir algo ef¨ªmero, muy et¨¦reo. Su mente viaja por el aire, junto a sus p¨¢jaros. Encuentra la belleza en el cielo. Est¨¢ siempre en busca del vuelo perfecto".
El Caf¨¦ de Los Angelitos -ya lo dice el tango- est¨¢ en Rivadavia y Rinc¨®n. En la siguiente esquina, Rivadavia y Ayacucho, hay un magn¨ªfico edificio de finales del siglo XIX o principios del XX, recientemente restaurado. En la c¨²pula refulgen los ¨®valos de unos ventanales abovedados y compuestos, como los ojos de la moscas. Un poco m¨¢s abajo, en la base de esa c¨²pula, hay una frase escrita en grandes letras de molde: "No hi ha somnis impossibles".
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