Ayala cuenta c¨®mo se acostumbr¨® a vivir con su biblioteca imaginaria
El escritor rememora un siglo de lecturas y libros perdidos
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Francisco Ayala (Granada, 1906) rememor¨® ayer en la Biblioteca Nacional su casi un siglo de lecturas. El escritor describi¨® su larga relaci¨®n con los libros. "No dependo de los libros", dijo, "s¨®lo los utilizo". Desde la biblioteca familiar en su casa del Albaic¨ªn de Granada, a principios del siglo XX, hasta la "biblioteca imaginaria" que mantiene viva a principios del XXI. Ayala repas¨® los lugares (Madrid, Par¨ªs, Buenos Aires, Nueva York) donde m¨¢s tiempo ha pasado y donde m¨¢s ha le¨ªdo. Universidades, bibliotecas p¨²blicas y casas por las que ha ido pasando a lo largo de su vida. Lecturas apasionadas y decenas de libros perdidos a lo largo de una vida accidentada. "Los azares han frenado mis deseos de coleccionista", se?al¨® sin un atisbo de pesar el autor de Recuerdos y olvidos.
"Cada libro cambia seg¨²n el momento en que se lee y ning¨²n libro es siempre el mismo libro"
Ayala, acompa?ado por la directora de la Biblioteca Nacional, Rosa Reg¨¤s, abri¨® con su conferencia el ciclo La biblioteca de..., que pretende reunir durante este a?o a escritores, cineastas, cantantes y actores para que hablen de libros, m¨²sica y cine. Est¨¢ previsto que participen F¨¦lix de Az¨²a, Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Joan Manuel Serrat, Aitana S¨¢nchez Gij¨®n y Gonzalo Su¨¢rez, entre otros. "Nunca he entendido una biblioteca como un lugar muerto. No es un cementerio. En realidad es algo semejante a la naturaleza, de donde se extraen productos que uno necesita para el organismo. Cada libro cambia seg¨²n el momento en que se lee y ning¨²n libro es siempre el mismo libro. ?La biblioteca ideal? No existe. Una biblioteca nunca puede ser ideal, entonces ser¨ªa una c¨¢rcel o una tumba".
Ayala record¨® las lecturas dom¨¦sticas en voz alta en su casa de Granada, o c¨®mo le¨ªa Los tres mosqueteros y El conde de Montecristo con una peque?a linterna debajo de las s¨¢banas siendo todav¨ªa un ni?o. El recuerdo de su madre, que se autorretrat¨® leyendo, o las palabrotas que aprendi¨® ("en mi candorosa inocencia") del Quijote.
La lectura como est¨ªmulo para ser escritor y el recuerdo de un profesor de literatura castellana ("don Braulio Tamayo") que impuls¨® su vocaci¨®n lectora. "Siempre he recordado el nombre de don Braulio igual que he recordado el de un profesor de lat¨ªn cuyo efecto fue, al contrario, desastroso para mi futura preparaci¨®n filol¨®gica".
Ayala traslad¨® sus recuerdos de la Granada infantil al Madrid que vivi¨® siendo adolescente ("ya no volver¨ªa a Granada en cuarenta a?os", record¨®). Luego, Buenos Aires, Nueva York... "De mi min¨²scula y privada biblioteca infantil he pasado a las bibliotecas p¨²blicas de Madrid, Princeton, Harvard, Buenos Aires, Par¨ªs, Madrid...". "La Guerra Civil y el exilio", a?adi¨®, "me separaron de mi biblioteca familiar y por eso me acostumbr¨¦ a vivir con mi biblioteca imaginaria". "Mi relaci¨®n con los libros no es ni ha querido ser la de un erudito. Mi figura no ha sido la de un hombre encerrado en la lectura. Aunque en mis obras de ficci¨®n aparece de vez en cuando la figura, no siempre simp¨¢tica, del guardi¨¢n de los libros".
Ayala (que se quej¨® del lento deterioro de algunas de sus bibliotecas favoritas, como la p¨²blica de Nueva York: "P¨¢ginas arrancadas, libros que desaparecen") se lament¨® de los libros perdidos de sus amigos y compa?eros de generaci¨®n. El azar le arrebat¨® El romancero gitano que le hab¨ªa firmado su amigo Lorca y la inundaci¨®n de un s¨®tano en Nueva York le arrebat¨® los que le hab¨ªan regalado Borges y Cort¨¢zar, entre otros.
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