Todos obnubilados
"El portentoso prodigio de la creaci¨®n se desarrollaba en su seno", pero ella s¨®lo pensaba en el precio de las hortalizas, de la luz...
El mundo va de cat¨¢strofe en cat¨¢strofe, por obra de la naturaleza y del hombre. Ni?os enfermos de sida, esclavizados, hambrientos; ni?os soldados, minas antipersona, terrorismo, prostituci¨®n infantil y esclavitud sexual adulta. Una muy larga lista de calamidades aflige a muchos millones de seres humanos y aqu¨ª mismo no estamos libres de azotes ni de amenazas nada fantasiosas. En la CV o como quieran llamarla, sectores industriales declinan porque no hubo previsi¨®n para mantenerlos competitivos; pero pol¨ªticos y algunos que no lo son, andan bulliciosa y rabiosamente enzarzados por cuesti¨®n tan relevante como el nombre de la lengua que hablamos quienes la hablamos. Caigan sobre el mundo y sobre nos todas las plagas de Egipto y otras de nuevo cu?o. Pero mientras aliento nos quede, "todos juntos en uni¨®n defendiendo la bandera de la santa tradici¨®n", como se dec¨ªa cantando durante las felices d¨¦cadas del franquismo. "Mi yo, que me roban mi yo", clamaba otro que tal, Unamuno; quien soportar¨ªa zarandeos, pu?etazos e insultos, con tal de que fueran en espa?ol; y si eso dec¨ªa ¨¦l, que a la postre era hombre culto y de talento, aunque un tanto extraviado, ?por qu¨¦ no va a decir lo mismo la vanguardia patri¨®tica valenciana? La diferencia consiste, ¨²nicamente, en que los Unamuno est¨¢n dispuestos a jug¨¢rselo todo por la causa, mientras que aqu¨ª muchos de quienes la defienden ni siquiera la conocen: no hablan valenciano lo sepan o dejen de saberlo. No es un enjambre un¨¢nime, ciertamente; pero no s¨¦ que es peor, pues nunca el castellano, el valenciano o el ingl¨¦s los he sentido como sangre de mi esp¨ªritu, ni nadie puede robarme una identidad que ha sufrido mil muertes. "El portentoso prodigio de la creaci¨®n se desarrollaba en su seno, pero ella s¨®lo pensaba en el nombre de su lengua". Encuentren a esa mujer y que nuestro escultor m¨¢s laureado le haga una estatua tal que se vea desde cualquier rinc¨®n de nuestra (maltrecha) geograf¨ªa.
Pero puestos a rese?ar dislates, encontraremos lleno el mundo. Pues si todos los intelectuales est¨¢n obnubilados, seg¨²n nos informa el docto teniente de alcalde Dom¨ªnguez, no todos los obnubilados son intelectuales y eso complica endiabladamente las cosas. Obnubilados por doquier de modo que apenas hay sart¨¦n que no tenga ese mango. La gente de Carod Rovira amenaza con no votar la Constituci¨®n europea porque seg¨²n dijo en la Euroc¨¢mara un fren¨¦tico guardi¨¢n de las esencias, Bernat Joan, all¨ª no puede hablar en su lengua materna; y para que tanta piadosa beater¨ªa no se le escapara a ninguno de los eurodiputados presentes, recurri¨® al idioma de Shakespeare. Por su parte Le Pen, un obnubilado tan escasamente sospechoso de intelectual como Dom¨ªnguez, tambi¨¦n se mostr¨® hostil a la Constituci¨®n europea porque crea ?un superestado europeo! Este individuo cree firmemente en tal dislate, pues toda su pasi¨®n empieza y termina en Francia, pero en una Francia bru?ida, es decir, limpia de polvo y paja; l¨¦ase sin moros ni dem¨¢s ralea for¨¢nea.
As¨ª que Europa superestado. Blair ni siquiera acepta que se convierta en confederaci¨®n, sino que, en el fondo, lo suyo es una mera alianza ali?ada con un poco de ret¨®rica. Ni Francia ni Alemania albergan el sue?o de Carlos I de Espa?a y V de Alemania, aunque a decir verdad, no le van muy a la zaga. Pues aquel emperador no quer¨ªa m¨¢s territorios, sino restaurar la paz cristiana en Europa por medio de un compromiso. Por su parte, Francia y Alemania quieren una Europa de los Estados, sobre la que naturalmente ejercer¨ªan la influencia del m¨¢s fuerte, para lo que s¨®lo tendr¨ªa que inclinar a su favor el voto de los d¨¦biles. Con este dise?o, los centenares de regiones ser¨ªan un engorro insuperable, como ya nos lo advirti¨® hace a?os Felipe Gonz¨¢lez, contento (sin decirlo) de que eso fuera as¨ª. Alguien ha hablado de un "federalismo intergubernamental", lo que naturalmente tambi¨¦n es demasiado para los Le Pen, los Carod Rovira y probablemente los Rajoy.
Por su parte, los eurodiputados ultraconservadores se niegan a darle el s¨ª a la Constituci¨®n porque en ella no se hace referencia a las ra¨ªces cristianas de Europa. Pero qu¨¦ obnubilaci¨®n. Es como si no estuvieran seguros de que todo europeo sabe que tales ra¨ªces -entre otras- existen. Es como hacernos aprender el cat¨®n. Reconocer esas ra¨ªces en un texto constitucional es como reconocer que tenemos nariz, pero sembrando discordia. Pues tambi¨¦n existen en Europa ra¨ªces de otras religiones. Entonces, si no se introducen jerarqu¨ªas en el texto, los santos saltar¨¢n de sus hornacinas; y si se introducen, le estaremos dando munici¨®n al islamismo radical.
As¨ª que ya lo saben. Habr¨¢ quienes digan no a la ¨²ltima esperanza de Europa en el mundo si en el Parlamento europeo no suena su lengua. Otros, presas del p¨¢nico, temen la disoluci¨®n de su identidad en el gran conglomerado y como dijo un nacionalista de por aqu¨ª, prefieren ser m¨¢s pobres antes que asumir tal cat¨¢strofe. (R¨®mpase Espa?a y no habr¨¢ parte que no se suma r¨¢pidamente en la miseria; y si el pueblo percibe que contra tal peligro Rajoy es mejor vacuna que Zapatero, ganar¨¢ Rajoy y la tendremos, pues la percepci¨®n del pueblo puede muy bien ser err¨®nea; que aqu¨ª acierta una vez el gran n¨²mero y nos ponemos tan l¨ªricos que enrojecen las malvas).
Los griegos se sab¨ªan griegos y estaban orgullosos de serlo. Pero la idea de un panhelenismo no lleg¨® a cuajar, sobre todo, por culpa del feroz localismo de las Ciudades-estado. Tem¨ªan que la expansi¨®n les convirtiera de ciudadanos en s¨²bditos. Se quedaron en naciones -con alianzas contingentes- y rehusaron fundir sus naciones en un gran Estado. Y fue as¨ª como cavaron su propia sepultura.
Europa, supuesto que gane el s¨ª, no deber¨¢ caer en localismos m¨¢s all¨¢ de los puramente anecd¨®ticos. Valgan las Fallas si do?a Rita se decide a controlar los petardos. Pero la Europa pol¨ªtica debe de ir al comp¨¢s de una Europa social con el acento en los derechos humanos y de una difusi¨®n europea de lo europeo, pues inevitablemente -gran obst¨¢culo- esta casa hay que empezarla por el tejado.
Mi deseo particular es que Europa se nos trague. Pero soy un obnubilado...
Manuel Lloris es doctor en Filosof¨ªa y Letras.
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