Valera en su centenario
El pr¨®ximo d¨ªa 18 de abril se cumple el primer centenario de la muerte de don Juan Valera (1824-1905), una de las cumbres de la escritura y la novela espa?ola del siglo XIX (lo cual quiere decir de su historia en general), y el mundo editorial se ha apresurado a celebrarlo a su manera, esto es con una nueva biograf¨ªa que viene a resumir lo que ya se sabe sobre el tema -casi todo- y con la aparici¨®n del tercer volumen de su m¨¢xima obra -que aunque insuperable no es del todo una obra-, la colecci¨®n completa de su correspondencia, que as¨ª cumple el paso del ecuador (ser¨¢n seis) de una empresa que en su d¨ªa califiqu¨¦ como un aut¨¦ntico monumento, pues la categor¨ªa y dimensiones de la obra epistolar de Valera va creciendo con el paso del tiempo y no tiene parang¨®n en la historia de nuestra literatura. No en vano, aunque quiz¨¢ exagerando un poco, Manuel de Lope declaraba en estas mismas p¨¢ginas que cambiaba la obra entera de P¨¦rez Gald¨®s por la correspondencia de Valera, algo sorprendente en labios de un novelista y dado adem¨¢s el estado de la cuesti¨®n, pues las cartas de Valera todav¨ªa carecen de una edici¨®n completa y definitiva, aunque tal vez estemos ya a punto de alcanzarla, antes quiz¨¢ de que termine el actual a?o del centenario.
CORRESPONDENCIA, III (1876-1883)
Juan Valera. Edici¨®n de Leonardo Romero Tobar, Mar¨ªa ?ngeles Ezama y Enrique Serrano Asenjo
Castalia. Madrid, 2004
640 p¨¢ginas. 58 euros
OTRO DON JUAN. Vida y pensamiento de Juan Valera
Manuel Lombardero
Planeta. Barcelona, 2004
456 p¨¢ginas. 20 euros
Pues la correspondencia de
Valera se ha ido abriendo paso poco a poco desde hace ya m¨¢s de medio siglo, a partir de los estudios de Francisco Rodr¨ªguez Mar¨ªn (1925), pasando por las investigaciones de Manuel Aza?a (que recibi¨® por ello el Premio Nacional de Literatura, perdi¨¦ndose despu¨¦s el manuscrito, recompuesto bajo el t¨ªtulo de Ensayos sobre Valera en 1971), Cyrus C. de Coster, Artigas y Sainz Rodr¨ªguez, S¨¢enz de Tejada y Bravo Villasante, hasta llegar a las m¨¢s recientes aportaciones de Matilde Galera, Mar¨ªa Brey y Leonardo Romero Tobar que es quien dirige esta edici¨®n en marcha que se presenta humildemente como Correspondencia a secas, sin ning¨²n a?adido, por si las moscas, y a quien el propio bi¨®grafo (Otro Don Juan), Manuel Lombardero, rinde las debidas gracias al final, y eso que s¨®lo ha podido citar en su bibliograf¨ªa los dos primeros tomos de su edici¨®n. Imag¨ªnense el panorama de estas m¨²ltiples cartas dispersas -m¨¢s de 1.700 se calcula frente a las del cl¨¢sico del g¨¦nero Madame de Sevign¨¦ (XVII) del que s¨®lo se conocen 900- semiprivadas y casi p¨²blicas por voluntad de su autor, que lleg¨® a permitir su publicaci¨®n a veces, y con cambios, pues sus destinatarios lo permit¨ªan por el puro placer de su lectura (como en el caso de las c¨¦lebres Cartas desde Rusia -hay reedici¨®n de Alberto Card¨ªn en Laertes-, que el joven diplom¨¢tico escribi¨® en privado a su jefe contando con tal desenvoltura la enloquecida embajada del duque de Osuna, que alcanz¨® as¨ª su primer gran ¨¦xito p¨²blico e inspir¨® la gran parodia quijotesca de Antonio Marichalar, Riesgo y ventura del duque de Osuna, a quien Lombardero ni cita). Y digo que la calidad de Juan Valera como escritor de cartas precedi¨® casi a su carrera como escritor y periodista, hasta su entrada en la Academia, casi a la de diplom¨¢tico y desde luego a la de diputado y senador, pues todo eso lleg¨® a ser, ocupando sus puestos en una diplomacia que le serv¨ªa para ganar algo de dinero, pues, aunque de familia de terratenientes siempre estaba a la cuarta pregunta, lo que le permiti¨® llegar a embajador, aunque no ante el Vaticano pues su fama de liberal se lo impidi¨® ante los medios m¨¢s conservadores de la ¨¦poca, ni tampoco a ministro, albures de la pol¨ªtica.
?C¨®mo era don Juan Valera,
liberal amigo de grandes conservadores -Est¨¦banez Calder¨®n, Laverde, Men¨¦ndez Pelayo, que descrey¨® de Donoso Cort¨¦s y disput¨® con los carlistas de C¨¢ndido Nocedal-, mujeriego perpetuo, mal casado por causa del dinero que siempre le regate¨® su mujer, coinventor del reinado de Amadeo de Saboya, bibli¨®filo, putero y al que todo se le iba por la boca cuando escrib¨ªa cartas sin parar a diestro y siniestro, aficionado al lujo y a vivir por encima de sus medios, quej¨¢ndose todo el rato de lo que cre¨ªa era la verdad, aunque no del todo y nunca demasiado? Manuel Lombardero ha bajado hacia el sur desde su Asturias natal -ha sido del grupo liberal asturiano de ?ngel Gonz¨¢lez y Paco Ignacio Taibo- pas¨® de ser librero a la bibliofilia, y a cofundador con Lara de esa gran empresa que es Planeta, pasado a una jubilaci¨®n ilustrada donde ha defendido muy bien a Campoamor y su mundo (2000), a pesar de todo, porque el p¨²blico est¨¢ por encima de todo y lo que supo siempre hacer muy bien ha sido y es vender libros. Valera le gusta menos y hasta le ayuda en su excelente prefacio su excelente amigo Carlos Pujol, y no por ser liberal de Sagasta o por no entender a C¨¢novas, sino por no ser del todo lo liberal que dec¨ªa ser. Aunque tambi¨¦n ¨¦l ha ca¨ªdo en brazos del seductor que fue, y ello desde su propio t¨ªtulo anunciado (eso de Otro Don Juan es manifiesto), pues han sido los progresistas quienes mejor le han defendido, empezando por Manuel Aza?a, que marc¨® el principio, mejor que Carmen Bravo-Villasante, frente a la que muestra reticencias. No, Valera no fue del todo costumbrista, ni rom¨¢ntico, ni realista, ni naturalista, aunque pas¨® del neoclasicismo de su juventud, del que nunca se desprendi¨® en su mediocre poes¨ªa, al modernismo de su vejez, lo que le llev¨® a defender a Rub¨¦n Dar¨ªo y a P¨ªo Baroja, m¨¢s por amistad que por fe, pues era algo de lo que m¨¢s carec¨ªa, pues aunque consideraba al catolicismo lo mejor de todo, siempre se alejaba de los curas sin parar, lo que le llev¨® a extra?as incursiones orientalistas y hasta budistas, en su testamento final, que es su gran novela Morsamor -?oh la influencia de Madame Blavatsky!- en esa historia de la decadencia espa?ola en una fantas¨ªa digna de la del doctor Fausto en medio del desastre de 1898, al que algunos llevan a tildar de novela hist¨®rica, qu¨¦ disparate.
No lleg¨® a ser republicano,
pero fue siempre liberal aunque poco democr¨¢tico, y los temas sociales le resbalaron siempre, y admir¨® a Voltaire a pesar de todo. Fue un cr¨ªtico ben¨¦volo, a la espa?ola, porque lo peor en Espa?a es escribir, frente a la dureza de su amigo Clar¨ªn, del que apreci¨® su rigor, pero no La Regenta, que nunca lleg¨® a leer. Azor¨ªn lo tuvo como modelo, pese a que no le regate¨® iron¨ªas, pues ya era una especie de sant¨®n de la ¨¦poca. Lombardero le acusa de estas carencias frente a lo social, de su amor al lujo, pero lo de su ociosidad cae por su base dada su inmensa laboriosidad, de la que dan fe no s¨®lo su obra (53 tomos en la primera edici¨®n p¨®stuma de su hija Carmen en 1905-1935, reeditadas tras la guerra y muchas veces sueltas, aunque ya han salido tres de los ocho tomos previstos en la Fundaci¨®n Castro, dirigida por Margarita Almela), sino tambi¨¦n esta ingente correspondencia que ahora se nos est¨¢ reuniendo. Fue un gran trabajador, cubierto de mujeres, peleas y manipulaciones pol¨ªticas -y acad¨¦micas- que utiliz¨® recuerdos de su vida en su obra, como en las populares Pepita Jim¨¦nez (donde realiza una parodia de los m¨ªsticos, pues la carne triunfa sobre el esp¨ªritu) o Do?a Luz (al rev¨¦s y por eso termina mal) o en Juanita la Larga, donde defiende el amor de un viejo con una joven, en el que podr¨ªan verse los recuerdos de su tr¨¢gica historia norteamericana (una joven que se le suicid¨® en su antesala al enterarse de su traslado) que tanto contribuy¨® desgraciadamente a su leyenda de Don Juan que tanto le perjudic¨®. Pero que no le impide seguir siendo el campe¨®n que fue del placer de la escritura, del arte puro, que abomin¨® de todo didactismo, y le granje¨® la admiraci¨®n de todos. ?Y qu¨¦ pensar de su obra final, Genio y figura, que aunque tambi¨¦n termina mal, es el otro modelo, con Morsamor, de lo que deseaba para una patria ideal: trabajo, austeridad, instrucci¨®n y tolerancia? La imagen del verdadero liberalismo, perdido en el oc¨¦ano de nuestras malas intenciones de "neo-cons, punto.com" y suma y sigue.
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