Los colonos de Sanchinarro
Cientos de inmigrantes, sobre todo latinoamericanos, han encontrado en el nuevo barrio una oportunidad laboral
En la parte de atr¨¢s de los autobuses 173 y 172 hay, a primera hora de la ma?ana, un bullicio tremendo formado por los empleados extranjeros, en su mayor¨ªa latinoamericanos, que van a trabajar al nuevo barrio de Sanchinarro. Cientos de hombres y mujeres inmigrantes han visto en este desarrollo urban¨ªstico del distrito de Hortaleza una oportunidad para encontrar empleo. Unos, porque trabajan en la construcci¨®n de edificios, colocando los sem¨¢foros, plantando hierbas o terminando las glorietas. Otras, las mujeres, porque han encontrado trabajo como empleadas del hogar en los pisos de clase media y alta que ya hay en Sanchinarro.
Gladys, ecuatoriana, acudi¨® la semana pasada al barrio en busca de una oportunidad laboral. Tuvo una entrevista de trabajo con una familia de Sanchinarro para trabajar como empleada externa. "Yo creo que me ha ido bien, pero no s¨¦, este barrio est¨¢ demasiado lejos y mal comunicado", lamenta. Encontr¨® la entrevista gracias a las gestiones de una amiga. Gladys vive en Usera: tarda m¨¢s de una hora en llegar hasta esta zona de Hortaleza. Va en metro hasta Mar de Cristal, y all¨ª coge el autob¨²s 172. En su primer d¨ªa en Sanchinarro tard¨® media hora en encontrar cu¨¢l era la parada de autob¨²s correcta para volver a Mar de Cristal.
Hay otras mujeres inmigrantes que ya tienen m¨¢s experiencia en Sanchinarro. Margot, peruana, pinta las u?as a su amiga Claudia, ecuatoriana, en el autob¨²s 173, que conecta con la plaza de Castilla. Las dos trabajan en una empresa de limpieza de Sanchinarro. Por trabajar de ocho de la ma?ana a una de la tarde cobran 400 euros. "Antes cobr¨¢bamos 500, pero nos han reducido el trabajo una hora y nos han bajado el sueldo", explica Margot, mientras pinta con un esmalte blanco las u?as de su amiga, sin importarle los baches por los que pasa el autob¨²s. "Con esos 100 euros que se han ahorrado dicen que nos van a pagar las vacaciones", se quejan a coro.
Las dos est¨¢n desoladas con el barrio en el que trabajan, y eso que ya llevan en Sanchinarro casi un a?o. Primero, porque viven lejos. Una en San Crist¨®bal de los ?ngeles (Villaverde), y otra en Men¨¦ndez Pelayo. "?Cu¨¢ndo van a poner el metro hasta Sanchinarro? ?El a?o que viene?", preguntan. Las previsiones del Gobierno regional pasan por que el metro ligero (en superficie) llegue a Sanchinarro, pero no antes de 2007.
Poco que hacer
El barrio es uno de los 13 nuevos incluidos en el Plan General de Urbanismo de 1997. De momento, y eso que es uno de los m¨¢s avanzados, apenas tiene el 30% de sus viviendas terminadas. Aparte de las malas comunicaciones, los inmigrantes se quejan de que en Sanchinarro, de momento, hay poco que hacer. Tampoco hay colegios, ni centros de salud. Las primeras farmacias y bancos empiezan a asomar entre las gr¨²as y el asfalto. Pero est¨¢ el enorme centro comercial de El Corte Ingl¨¦s, donde muchos van a matar las horas muertas. "Es que no hay nada, s¨®lo gr¨²as y glorietas", explican Margot y Claudia.
Los inmigrantes se sienten como aut¨¦nticos colonos en Sanchinarro, como los primeros moradores de una zona desconocida y que a¨²n tiene muchas posibilidades, sobre todo laborales, para explotar.
Adem¨¢s de los trabajadores extranjeros que pasan a diario por Sanchinarro, all¨ª tambi¨¦n viven unas 2.800 familias. Son s¨®lo una peque?a parte de las m¨¢s de 13.500 familias que habitar¨¢n el lugar cuando terminen las obras de la ¨²ltima vivienda, las mismas que ahora inundan de polvo y ruido los m¨¢s de tres millones de metros cuadrados del nuevo barrio. Por el momento ya hay unas ocho urbanizaciones, la mayor¨ªa de ellas con piscina incluida.
Ram¨®n Ord¨®?ez es un peruano que estos d¨ªas trabaja en el barrio como obrero. Est¨¢ contento, aunque no sabe qu¨¦ har¨¢ despu¨¦s, cuando el barrio ya est¨¦ completamente construido y ¨¦l, como muchos otros inmigrantes, tenga que buscarse una nueva oportunidad laboral en otro lado. "Un trabajo en este barrio es un poco de mentira. En unos meses se acaba y hay que empezar de nuevo, hay que buscarse enseguida otra cosa", cuenta.
Ram¨®n come a veces en un establecimiento que asoma a la carretera con un nombre significativo: El Currito. Pero, en general, los bares y cualquier tipo de negocio brillan, de momento, por su ausencia.
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