Recompensa final para una vida de mala suerte
Su pa¨ªs les trat¨® muy mal, pero no guardan rencor. Al rev¨¦s. "C¨®mo nos vamos a quejar de Espa?a, bastantes jaleos ten¨ªan all¨ª con Franco", se r¨ªe el vasco Antonio Herranz. De la dictadura no esperaban nada estos hijos de republicanos. Pero volvi¨® la democracia, y tampoco. "Se olvidaron de nosotros hasta mediados de los 90", recuerda Jes¨²s Onorino Garc¨ªa. En el 94 llegaron de Espa?a unas pensiones escasas, unos 130 d¨®lares mensuales de media. "Tampoco nos gusta quejarnos, peor est¨¢n los rusos", sentencia Pablo Romero, bilba¨ªno de 77 a?os. "Desde que se hundi¨® la Uni¨®n Sovi¨¦tica, esto es un desastre. 60 a?os estuve trabajando de ingeniero, hasta los 78. Y al final de la vida, el Estado ruso me da 75 euros al mes para que sobreviva".
Una delegaci¨®n del Gobierno y del Congreso comunica a los 'ni?os de la guerra' el aumento de sus pensiones
Son todos ni?os de la guerra, "espa?oles de pleno derecho", seg¨²n el ministro de Trabajo, Jes¨²s Caldera, que acudi¨® ayer a Mosc¨², con una delegaci¨®n de diputados de todos los grupos, para anunciar a los 237 supervivientes que su exigua pensi¨®n se multiplicar¨¢ por cuatro a partir de marzo, para equiparla a las que se perciben en Espa?a. "Es un broche moral a un periodo tr¨¢gico", dice el ministro. Ser¨¢n 6.090 euros anuales. ?Y lo primero en que piensan para gastar ese dinero? Cultura, todos coinciden. "Podremos ir mucho m¨¢s al teatro y al cine", se alegra Herranz. A Josefina Iturrar¨¢n, una comunista que cant¨® para Neruda y Alberti en Mosc¨², se le ilumina la cara. "Para celebrarlo voy a ir al conservatorio, es un capricho que tengo hace tiempo, pero no pod¨ªa permit¨ªrmelo".
Son cultos, la mayor¨ªa universitarios, sobre todo ingenieros o m¨¦dicos. Les dieron una educaci¨®n privilegiada y adem¨¢s en castellano, idioma que conservan a la perfecci¨®n, porque Stalin y Dolores Ib¨¢rruri, Pasionaria, quer¨ªan convertirles en un ¨¦lite, la vanguardia del comunismo espa?ol cuando cayera Franco. Pero no cay¨®, y los ni?os comenzaron su camino de mala suerte. Se hab¨ªan ido en el 37 para unos meses, y ya llevan en Rusia 68 a?os. Huyeron de una guerra brutal para acabar en otra peor, y en el lugar m¨¢s duro. 26 millones de rusos murieron en lo que ellos llaman la Gran Guerra Patria, la mayor¨ªa de hambre. 70 ni?os espa?oles, los mayores, cayeron combatiendo contra los alemanes, otros 200 de los 3.000 que llegaron a la URSS desaparecieron enfermos y hambrientos.
Antonio Herranz se libr¨® de milagro. "Ten¨ªa 14 a?os, estaba sin papeles y reclutaban a todos. Cuando ya iba hacia el frente de Leningrado, un capit¨¢n se dio cuenta de que era espa?ol. Yo quer¨ªa combatir porque all¨ª te garantizaban la comida. ?l me dijo: vete a casa, ya tendr¨¢s tiempo de luchar en Espa?a. Se equivoc¨® pero me salv¨® la vida".
La gran guerra, que ninguno cita sin poner cara de horror, acab¨® en el peor momento para ellos. Quer¨ªan volver a Espa?a, pero Stalin se neg¨® a entreg¨¢rselos a Franco. Pasaban los a?os, y las familias se romp¨ªan. Lo explica el asturiano Manuel Pereira, de 74 a?os. "Nunca m¨¢s pude ver a mi madre. Muri¨® a finales de los setenta en Argentina. Yo no pod¨ªa pagarme el viaje hasta all¨ª. En 1956 me dejaron ir a Espa?a, y all¨ª me mand¨® los papeles para que me fuera con ella, pero yo no ten¨ªa ni para alpargatas, muchos menos para un viaje. Me volv¨ª a Rusia, donde ten¨ªa la mujer. Me escrib¨ª con mi madre hasta que muri¨®; desde los seis a?os, nunca la abrac¨¦".
Siempre tarde. Cuando quer¨ªan volver no les dejaban. Cuando se lo permitieron, en 1956, ten¨ªan 30 a?os y una vida hecha. Manuel Arce, burgal¨¦s, de 76 a?os, presidente de la Fundaci¨®n Nostalgia, volvi¨® edad y se sorprendi¨® de que sus padres pudieran reconocerlo. Estuvo unos meses y regres¨® a Rusia para poder ser m¨¦dico. En 1966 se qued¨® en Espa?a. Se queja del trato recibido hasta ahora por los ni?os en Rusia. "El anterior presidente, Alberto Fern¨¢ndez, estaba enfermo y tuvo que pagarse ¨¦l la operaci¨®n, y lo pas¨® muy mal". Los socialistas les dieron pensiones exiguas muy al final de su mandato. El PP no quiso aumentarlas.
El ¨²ltimo episodio de mala suerte lo vivieron a principios de los noventa. Tras una vida de trabajo, al llegar a la edad de jubilaci¨®n el sistema se desmoron¨®. "Pasamos la guerra, la posguerra, el comunismo sanguinario y ahora el capitalismo salvaje", se queja Francisco Mansilla, presidente del Centro Espa?ol. Por eso siempre pidieron unas pensiones dignas equiparables a las de otros espa?oles que se pasaron la vida trabajando. "No somos emigrantes, sino refugiados forzosos. Nos sacaron de all¨ª por una guerra, no nos fuimos", insiste Mansilla.
La nostalgia se hereda
Lo ¨²nico que quieren los ]]>ni?os de la guerra moscovitas es poder juntarse para ver la televisi¨®n espa?ola y hablar del pa¨ªs lejano. Todo es nostalgia en el Centro Espa?ol, antigua sede del PCE, nostalgia incluso del anterior r¨¦gimen ruso. "Ahora no hay cultura; todos esos j¨®venes con sus grandes coches y sus prostitutas, lo tienen todo y no saben nada", truena Herranz. Las nietas de algunos de ellos, que ayer bailaron unas sevillanas para deleite de sus abuelos, confiesan que "la nostalgia se hereda". Hasta Ruperto Sagasti, que fue futbolista profesional del Spartak de Mosc¨² y antes del BBS, el equipo del hijo de Stalin, tiene nostalgia de cuando "se jugaba bonito" en los 50. Algunos quieren morir en Espa?a, pero lo que m¨¢s les importa es saber que all¨ª se les recuerda. Su presidente es tajante: "Hemos luchado para que ning¨²n ni?o de la guerra sea olvidado. Ahora sabemos que nuestra patria no nos dejar¨¢ solos". "Quiz¨¢ un poco tarde", reconoce Caldera.
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