Visita a la ceniza
Viajaste de Leipzig a Weimar, y en Weimar le encargaste a Rudolf una corona de flores, no s¨®lo en tu nombre, sino en el de aquellos cinco profesores de diversas universidades espa?olas que te acompa?aban, en una visita a la entonces RDA. Pero Rudolf prefiri¨® que fueras con ¨¦l a la florister¨ªa y que eligieras t¨²: en definitiva, te confirieron la representaci¨®n y portavoc¨ªa del grupo de espa?oles invitados, y adem¨¢s estabas libre aquella tarde, despu¨¦s de haber almorzado en el restaurante de la Universidad Karl Marx, con el rector y el vicepresidente de la Uni¨®n de Escritores Alemanes. A la ma?ana siguiente, ten¨ªais en la puerta del hotel un coche oficial de fabricaci¨®n sovi¨¦tica, amplio y horroroso, en cuya maleta estaba la corona que hab¨ªas elegido finalmente. El coche se sum¨® a otros varios que formaban algo as¨ª como una comitiva f¨²nebre. De Weimar al campo nazi de concentraci¨®n de Buchenwald apenas si se tarda una media hora. Por la ventanilla, viste un descomunal monumento: a sus pies, estaban las dependencias de aquel siniestro lugar, que se conservaron para la memoria y que tanto tienen de museo de los horrores: los hornos crematorios del exterminio, los barracones, la enfermer¨ªa donde tantos prisioneros fueron eliminados en silencio, los objetos manufacturados con piel y otros restos humanos. Todo un escalofr¨ªo. Luego, en aquel monumento a la brutalidad nazi, se depositaron diversas coronas, entre ellas, por supuesto, la vuestra, que t¨² y un ministro de la RDA, dejasteis en el sitio adecuado. Luego, aquel ministro y brigadista internacional en Espa?a, te llev¨® frente a una gran placa que recordaba el lugar donde fue despachado de un tiro en la nuca Ernst Th?lmann, y entonces murmur¨® emocionadamente, en castellano: mi camarada, mi amigo. Y luego, la sorpresa: muchas flores para los espa?oles asesinados en Buchenwald. Y un dato: cuando las tropas estadounidenses liberaron aquellos territorios envilecidos por los nazis, a¨²n resist¨ªan 1207 republicanos espa?oles. Tantos a?os y siempre combatiendo al fascismo, pero ?de d¨®nde sale esta gente?, se pregunt¨® Rudolf.
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