Una violenta y sorprendente catarsis

Premiada en el pasado Festival de Cannes con el prestigioso Gran Premio del Jurado y ganadora absoluta en Sitges, Old Boy resume en sus hallazgos el por qu¨¦ el cine coreano se est¨¢ abriendo paso imparablemente en todos los mercados internacionales. Ante todo, sus logros: historia que cuenta la sorprendente prisi¨®n de un hombre durante 15 a?os (no se inquiete el lector: eso s¨®lo ocupa una peque?a parte de la primera mitad del filme) y, m¨¢s sorprendente a¨²n, su s¨²bita liberaci¨®n y el comienzo (entonces, s¨®lo entonces) de su verdadero calvario, catarsis incluida. Old Boy es una de esas narraciones en las que parece que todo el cine es posible, que nada se hubiera inventado a¨²n, que todos los caminos de la dramaturgia cinematogr¨¢fica est¨¢n ah¨ª para ser recorridos.

O, dicho de una manera m¨¢s directa, que se trata de una pel¨ªcula narrada sin ninguna atadura, sin pagar peaje a los c¨®digos de g¨¦nero m¨¢s manidos made in USA, a las convenciones m¨¢s gastadas, a la puesta en escena ordenada, ortodoxa y sin sorpresas. Es, como directa consecuencia a este robinsonismo narrativo, un producto ins¨®lito para los ojos occidentales, recorrido por una pulsi¨®n de muerte y destrucci¨®n, por una crudeza para la escenificaci¨®n del dolor nada habituales entre nosotros; en este sentido, su director, Park Chan-wook, rinde tributo a otra tradici¨®n, la oriental del cine de acci¨®n, aunque convenientemente aderezada con su propia inventiva.

Lo que hace este realizador con el encuadre es sencilla y brutalmente prodigioso por extra?o, por inesperado.

Y fruto tambi¨¦n de su sorprendente desarrollo, el filme parece un sendero siempre a punto de bifurcarse, aunque jam¨¢s tengamos la certeza de hacia d¨®nde, ni con qu¨¦ personajes, ni c¨®mo se resolver¨¢n las situaciones que la f¨¦rtil imaginaci¨®n de su m¨¢ximo creador ordena para nosotros. Todo esto, junto a un trasfondo de violencia que es com¨²n a buena parte del mejor cine coreano, y que parece nacer de un contexto social hipercompetitivo, en el que los creadores parecen asistir inc¨®modos a la deshumanizaci¨®n de las personas, configura lo mejor de un filme impactante e irrepetible.

Brutal desenlace

La m¨¢xima traba que atenaza al filme, no obstante, se revela abruptamente en su brutal desenlace, y no puede ser m¨¢s descorazonadora: una resoluci¨®n que, desde el punto de vista moral, resulta atroz, pero desde el narrativo es sencillamente un gatillazo, uno de esos apa?os que nos hacen interrogarnos sobre si vali¨® la pena tanto sufrimiento para terminar con una revelaci¨®n alambicada, casi insustancial. Tampoco salen aqu¨ª mejor paradas las mujeres, meros objetos de trueque entre los hombres, sin que el director se tome la molestia, por otra parte, de indicarnos el menor atisbo cr¨ªtico hacia esa actitud de sus criaturas masculinas. Todo esto afea, s¨ª, pero no dinamita un filme excepcional en toda la acepci¨®n de la palabra, narrado con fe ciega en las virtudes del lenguaje cinematogr¨¢fico por un director ya muy conocido en los festivales internacionales, pero aqu¨ª un completo desconocido: hora es de arriesgarse a conocer su cine.