"Hegem¨²nculo"
A PARTIR del comentario del ensayo titulado Sin perfil: la cultura del marketing, el marketing de la cultura, escrito por John Seabrook, colaborador habitual de la revista The New Yorker, el tambi¨¦n estadounidense Hal Foster, en Dise?o y delito (Akal), hace un demoledor retrato cr¨ªtico de la situaci¨®n y el tratamiento del arte actuales en Estados Unidos, y hay que entenderlo en principio as¨ª, sea por la v¨ªa de la globalizaci¨®n, del imperialismo cultural o del mero papanatismo tecnocibern¨¦tico, de todo el mundo o, si se quiere, en la medida en que ¨¦ste se encuentre "occidentalizado". Lo que sostiene Seabrook es no s¨®lo una defensa de lo que antes se llamaba "cultura de masas", sino del "hegem¨²nculo", neologismo surgido de la hibridaci¨®n de "hegemon¨ªa" y "hom¨²nculo", que no es otra cosa que la nueva y feliz identidad del consumidor de modas en la "megatienda" a la que, adem¨¢s, se accede por ordenador sin necesidad de salir de casa. Este ciudadano sin m¨¢s perfil que el de su desenfadada aptitud para consumir cualquier cosa o idea cambiantes lleva al extremo el liberalismo progresista en la medida en que lo acepta todo menos lo pasado; pero con semejante falta de memoria hist¨®rica pierde por completo la angustia acerca de si, en efecto, una novedad lo es o s¨®lo relativamente. En definitiva: el "hegem¨²nculo", a fuer de liberal y progresista, es un feroz conservador de la actualidad.
Por lo dem¨¢s, Hal Foster no se entretiene s¨®lo en fustigar las trivialidades de la autosatisfecha cultura Pop hoy en boga, sino muchos de los t¨®picos ideol¨®gicos afines y la figura de sus agentes, artistas, cr¨ªticos e historiadores del arte, los cuales, en realidad, han cambiado sus respectivos papeles por los de marchantes, coleccionistas y comisarios, cuya probada capacidad generativa de la realidad les exime de la necesidad de justificar nada, ya que los valores existen en la medida en que son publicitados y consumidos. Foster da por supuesto que la posmodernidad no es sino el triunfo de la modernidad y esto le permite afrontar los graves interrogantes pendientes de ¨¦sta y, sobre todo, el m¨¢s acuciante: la consagraci¨®n del tiempo verbal del futuro anterior, legitimador de la actualidad por s¨ª misma. Esto es: del pasar, pase lo que pase, o, si se quiere, de la cultura del pasatiempo.
Hoy d¨ªa, sin embargo, lo m¨¢s pasota del mundo es el arte, pero la cuesti¨®n no es s¨®lo denunciar el que sea uno de los productos estrella de la megatienda ni, a¨²n menos, certificar su muerte, cuando su volumen como negocio se multiplica de manera exponencial, sino recordar el exceso de su pasado, que es su excelencia, justo lo que no cabe en esa proteica pantalla de la actualidad biempensante de lo ferial, como la historia del hombre diverge de lo que irrisoriamente se trata de embutir en el advenimiento del "hegem¨²nculo", ese indigente autosatisfecho, m¨¢s que feliz. Para ello, no est¨¢ mal el ejercicio cr¨ªtico que nos propone Foster haci¨¦ndonos pensar, entre otras cosas, en c¨®mo el dise?o, y no s¨®lo el ornamento, ha llegado a convertirse en un aut¨¦ntico delito impune.
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