La masacre en la embajada de Espa?a
El pr¨®ximo lunes 31 de enero se cumplen 25 a?os de la masacre en la embajada de Espa?a en Guatemala. ?Un cuarto de siglo! Es hora, pues, para el recuerdo y la reflexi¨®n. Hay que recordar sus nombres, en efecto. Uno a uno. Preservar la memoria de cuantos all¨ª perdieron la vida a ra¨ªz del brutal asalto por las fuerzas de seguridad guatemaltecas. 37 muertos. Los siete miembros de la canciller¨ªa espa?ola. 27 ocupantes, en su mayor¨ªa campesinos de Uspant¨¢n, Chimel y Chajul, en el departamento de El Quich¨¦. Una ciudadana espa?ola. Dos guatemaltecos que acudieron fatalmente a hablarme de la organizaci¨®n de un congreso de derecho procesal. Jaime Ruiz del ?rbol, compa?ero y amigo querido, Felipe S¨¢enz, Lucrecia Avil¨¦s, Nora Mena Aceituno, Miriam Rodr¨ªguez, Lucrecia Anl¨¦u, Mary de Barillas. La ciudadana espa?ola Mar¨ªa Teresa V¨¢zquez de Villa. Luis Ram¨ªrez Paz, Felipe Garc¨ªa Rac, Edgar Negreros, Vicente Mench¨², Salom¨®n Tavico, Gaspar Vi, Leopoldo Pineda, Mateo Sic Chen, Gavina Mor¨¢n, Jos¨¦ Xona, Sonia Welches, Regina Pol Cuy, dos Mar¨ªas Ram¨ªrez, Juan Lux, Mar¨ªa Lux, Trinidad G¨®mez, Mateo Sis, V¨ªctor G¨®mez Zacar¨ªas, Francisco Tum, Juan Chic, Mateo L¨®pez, Francisco Chen, Juan Us, Juan L¨®pez Yac, Juan Jos¨¦ Yos. Eduardo C¨¢ceres Lehnhoff, ex-vicepresidente de la Rep¨²blica, y Adolfo Molina Orantes, ex ministro de Relaciones Exteriores, cuyas familias siguen atribuyendo la responsabilidad de lo que sucedi¨® al entonces embajador de Espa?a, porque no pueden aceptar que quienes los condenaron a una muerte cierta formaban parte del mismo establishment al que pertenec¨ªan sus deudos. Por ¨²ltimo, Gregorio Yuj¨¢, cuyo destino era doblemente tr¨¢gico. Sobrevivi¨® al incendio, pero fue secuestrado horas despu¨¦s, en la cl¨ªnica donde ambos fuimos internados, y ejecutado ya en la madrugada del viernes 1 de febrero de 1980. All¨ª le entrevistaron clandestinamente y ¨¦l respondi¨® con un hilo de voz: "S¨ª, vino la polic¨ªa y ech¨® fuego en la casa del se?or... ?Saber qui¨¦n ech¨® fuego ah¨ª! Echaron fuego, saber por qu¨¦, como nosotros est¨¢bamos ah¨ª y nos iban a matar con armas tambi¨¦n..." La casa era la embajada; el se?or, el embajador. Recordar tambi¨¦n a los religiosos Faustino Villanueva, Jos¨¦ Mar¨ªa Gran, Juan Alonso, Carlos P¨¦rez Alonso, Andr¨¦s Lanz, muertos a manos del Ej¨¦rcito. Y a Roberto Mertins, presidente del Instituto Guatemalteco de Cultura Hisp¨¢nica, asesinado en septiembre de aquel mismo a?o por haber condenado p¨²blicamente el atropello gubernamental y haber denunciado a sus responsables: el general Romeo Lucas Garc¨ªa, presidente de la Rep¨²blica; Donaldo ?lvarez, ministro de Gobernaci¨®n; Rafael Castillo Valdez, ministro de Relaciones Exteriores; Germ¨¢n Chupina, director de la Polic¨ªa.
Es hora tambi¨¦n de reflexionar. Sobre unos acontecimientos que sacudieron Latinoam¨¦rica, de Tierra del Fuego a El Quich¨¦, ante la pasividad cuando no complicidad del mundo occidental. Eran los a?os de la guerra fr¨ªa, de la amenaza marxista, del espectro del castrismo. De los Videla, Pinochet, Bordaberry, Trujillo, Somoza, Lucas y R¨ªos Montt. De los Montoneros, los Tupamaros, del Frente Farabundo Mart¨ª, de los Sandinistas, del Ej¨¦rcito Guerrillero de los Pobres y del ORPA. De la contrainsurgencia y de la Escuela de las Am¨¦ricas. Eran a?os de una represi¨®n salvaje, sin cuartel y sin piedad. A?os en los que val¨ªa todo. Como arrojar a las v¨ªctimas desde aviones o helic¨®pteros al Atl¨¢ntico, al Pac¨ªfico o al volc¨¢n Pacaya en Guatemala. Y tildar de comunista o de subversivo a quien se quer¨ªa eliminar f¨ªsicamente, destruirlo moralmente o desacreditarlo profesionalmente. Afortunadamente, hoy en d¨ªa es inconcebible imaginar tanta pesadilla. Como la posibilidad de seguir, en directo, desde la calle, por la radio o en televisi¨®n, el asalto a una embajada por las fuerzas de seguridad del pa¨ªs ante el que est¨¢ acreditada, desoyendo sus m¨¢s altos dirigentes las reiteradas peticiones del embajador y de su ministro de Asuntos Exteriores para que la polic¨ªa levante el cerco de la representaci¨®n diplom¨¢tica. Tambi¨¦n es impensable asistir a la llegada vergonzante a Espa?a, hurtado al contacto con la prensa, de ese mismo embajador, vivo aunque herido, ¨²nico testigo de cargo de aquella matanza. Como si el hecho de haber sobrevivido a la matanza incomodara al Gobierno de turno. Pero entonces todo era posible. Tambi¨¦n aqu¨ª lo era, cuando apenas hab¨ªan transcurrido cuatro a?os desde la muerte en la cama de Francisco Franco y faltaban poco m¨¢s de doce meses para el golpe de Tejero. Hoy, por suerte, ya no lo es. Espa?a, por fin, ha dejado atr¨¢s su hist¨®rico aislamiento, ha arrinconado los resabios fascistas que entonces perviv¨ªan y ha tomado conciencia de la dignidad de sus instituciones.
No podemos olvidar, sin embargo, que tanta atrocidad sigue impune veinticinco a?os m¨¢s tarde. En Guatemala desde luego. Precisamente all¨ª, donde la justicia deb¨ªa haber investigado y juzgado aquel hecho ins¨®lito, sin precedentes en la historia de las relaciones internacionales. No en balde, el informe Guatemala: Nunca m¨¢s pudo denunciar en 1998 que el "Caso de quema de la Embajada de Espa?a" muestra claramente la falta de voluntad del Organismo Judicial y del Ministerio P¨²blico de investigar los hechos y de enjuiciar y castigar a los culpables. Hab¨ªan transcurrido diecisiete a?os. ?Guatemala! Tal vez el ¨²nico pa¨ªs latinoamericano en el que, incluso a estas alturas, nada permite pensar que vayan a soltarse las lenguas; que, arrepentido, confiese alguno de los militares, alguno de los polic¨ªas, alguno de los pol¨ªticos involucrados. Un pa¨ªs que sigue pagando un elevado tributo de sangre como consecuencia de la violencia estructural que, herencia de aquellos tiempos, sigue presidiendo sus destinos. A pesar de los Acuerdos de Paz Firme y Duradera de diciembre de 1996, en buena parte incumplidos. Por eso nuestra esperanza est¨¢ depositada, aqu¨ª en Espa?a, en ese pu?ado de magistrados y fiscales que creen en la Justicia Universal, todav¨ªa balbuciente pero que ha comenzado a hacerse sentir. Son los mismos que, invoc¨¢ndola, ya han puesto en la picota a Augusto Pinochet, a Adolfo Scilingo, a Donaldo ?lvarez, a Romeo Lucas, a Efra¨ªn R¨ªos Montt. Nombres ¨¦stos que tambi¨¦n hay que guardar en la memoria.
M¨¢ximo Cajal es embajador de Espa?a.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.