El tesoro de las Gavarres
Si ustedes sobrevuelan alguna vez la zona de la Costa Brava, o m¨¢s concretamente el interior del Baix Empord¨¤, ver¨¢n una mancha parduzca -de color de ala de mosca, dec¨ªa Pla- que se extiende desde Girona a Palam¨®s y desde La Bisbal a Cass¨¤ de la Selva. En este espacio, que abarca m¨¢s o menos la misma extensi¨®n que la isla de Menorca, viv¨ªan anta?o un gran n¨²mero de familias agrupadas en mas¨ªas escondidas entre encinas, pinos y madro?os. La gente viv¨ªa del bosque y se dedicaba a pelar corcho de los alcornoques para elaborar tapones, a recoger gavillas de brezo (les feixines) para encender los hornos o para las escobas, trabajaba en carboneras y hornos de cal, cuidaba reba?os de ovejas, recog¨ªa caracoles, setas, le?a... Una manera de vivir que nos parece prehist¨®rica, pero en realidad muchos de sus protagonistas a¨²n viven y fueron ellos los que, despoblando la monta?a, hicieron crecer los pueblos que la rodean: Cor?¨¤, La Bisbal, Cass¨¤, Santa Cristina d'Aro, Girona. Esa mancha de ala de mosca se llama las Gavarres.
La revista 'Gavarres' habla de los habitantes de esa zona, de un mundo que ya no existe, para incorporarlo a nuestro presente
Las Gavarres es ahora una zona pr¨¢cticamente deshabitada, en un mundo, el de la Costa Brava, superpoblado. De las mas¨ªas, pr¨¢cticamente ya no queda nada, o mejor, quedan sus paredes, que muchos barceloneses han aprovechado para reconvertirlas en su segunda residencia, transformando as¨ª la monta?a en un lujo disparatado, econ¨®micamente inaccesible para los propios vecinos. No obstante, entre residencias palaciegas, a¨²n se pueden encontrar familias que viven de lo que les da la tierra, aunque, por supuesto, han acomodado su vida y su trabajo a los tiempos modernos. Y gracias a gente que ama esta tierra se pueden encontrar, tambi¨¦n, los restos de esos hornos de cal totalmente restaurados, los pozos de hielo, las viejas carboneras que una vez al a?o funcionan de verdad, caminos marcados para el excursionista, para el ciclista, para el corredor, para el que prefiere ir a caballo. Se organizan marchas que ya llevan 25 a?os de historia, se instala un restaurante que pocos conocen en la cima de la monta?a, se abre una casa de colonias y algunas casas rurales, surgen grupos ecologistas que reivindican m¨¢s sensibilidad a la hora de colocar l¨ªneas de alta tensi¨®n... Incluso se coloca una granja de avestruces ?Qu¨¦ le faltaba a las Gavarres? Pues una revista. Y alguno de los incondicionales de esta monta?a, los que restauraron su patrimonio o los que corren como locos los fines de semana por sus caminos, se lanzaron a la aventura. Y les va de maravilla.
?ngel Basart, de Cass¨¤ de la Selva, reuni¨® un buen d¨ªa a unos cuantos amigos de la zona a comer en un restaurante de cazadores de Jui¨¤. Les propon¨ªa montar una revista que hablara de los habitantes de las Gavarres, de este mundo que ya no existe para incorporarlo a nuestro presente. No ser¨ªa una revista hist¨®rica, ni nost¨¢lgica de un pasado idealizado, sino un lugar para dejar constancia escrita y gr¨¢fica de un tiempo y de un pa¨ªs. La idea pod¨ªa parecer descabellada, ut¨®pica, pero de eso se trataba, de hacer realidad la utop¨ªa. Eran conscientes de que a¨²n exist¨ªan esos testimonios y de que si no se daban prisa la historia se perder¨ªa para siempre. ?Por qu¨¦ no probarlo? De esto hace apenas dos a?os y medio. Aquel grupo fue disminuyendo: ahora el alma del invento tiene tres cerebros: ?ngel se encarga de la parte gr¨¢fica, Xavier Cortadellas es el coordinador y director y Pitu Basart se encarga de la edici¨®n. Han aparecido seis n¨²meros; del ¨²ltimo, dedicado al estraperlo y contrabando en las Gavarres y l'Ardenya, se editaron 4.500 ejemplares que se venden como churros. Por un exceso de prudencia, la edici¨®n de los primeros n¨²meros fue mucho m¨¢s corta y ahora han debido reeditarlos, lo que supone un despilfarro econ¨®mico que van superando bien porque las revistas salen volando.
?ngel, Pitu y Xavier est¨¢n exultantes y casi no se creen el ¨¦xito, que se redonde¨® el pasado diciembre con el premio a la mejor publicaci¨®n en catal¨¢n que otorga cada a?o la APPEC (Associaci¨® de Publicacions Peri¨°diques en Catal¨¤). Gavarres se vende en los quioscos de los pueblos colindantes con el macizo. Es un ¨¢rea de unas 300.000 personas, contando Girona, aunque esta ciudad no sea su mejor cliente, porque, como dice ?ngel, la capital ha vivido siempre de espaldas a las Gavarres. En Barcelona se puede encontrar en la librer¨ªa Quera, especializada en excursionismo.
?C¨®mo se explica el ¨¦xito de ventas? Los tres responsables son conscientes de que las Gavarres es un macizo sin un encanto especial: no tiene grandes picos, ni r¨ªos, ni es espectacular, pero tiene la gracia de estar moldeada por el hombre. "Su valor es el patrimonio humano de la gente que ha vivido aqu¨ª", afirma Xavier. "Queremos reflejar la peque?a historia de un mundo que va cambiando. Es un homenaje a la gente que vivi¨® aqu¨ª", contin¨²a ?ngel. En los n¨²meros anteriores han hablado de las mujeres que poblaban esta tierra, de los oficios y tiendas que generaron, del mundo que rodea el jabal¨ª... Josep Maria Fonolleras les ha dicho alguna vez que la revista parece un oficiante en un funeral de lujo. La definici¨®n, aunque algo macabra, no est¨¢ nada mal. Por eso los editores se afanan en buscar protagonistas: los testimonios se apagan. Las Gavarres es un ejemplo de que lo aparentemente simple es un tesoro.
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