De Mladic, Ternera Karadzic y Gotovina
Mucha gente indeseable en un t¨ªtulo, cierto. Pero conviene recordarlos de vez en cuando para que algunos otros, no tan marcados por la ignominia y en principio valedores de intereses leg¨ªtimos, no tengan el ¨¦xito que pretenden en hacernos creer que aqu¨¦llos ya no tienen importancia para nuestras vidas y las de nuestros hijos. Porque estamos asistiendo en Europa, precisamente ahora que a¨²n resuenan los ecos del Kaddish (canto f¨²nebre) por las v¨ªctimas de Auschwitz, sesenta a?os despu¨¦s, a unos esfuerzos tan obscenos como intensos de hacernos creer que la impunidad de estos indeseables irredentos nos es conveniente a todos para no tener disgustos de cara a reordenar nuestro futuro sin mayores estridencias. Molestan las v¨ªctimas.
Por supuesto que los indeseables y criminales tambi¨¦n tienen intereses muy concretos en reescribir la historia, ejercicio que vuelve a adquirir tremenda popularidad despu¨¦s de que dos d¨¦cadas, los ochenta y los noventa, tanto hicieran por combatir la desmemoria y el fraude. As¨ª, hoy somos testigos de un fen¨®meno editorial, por ejemplo, en Serbia, que supera en mucho la desverg¨¹enza de aquellas famosas biograf¨ªas autojustificatorias que comenzaron en Alemania con la publicaci¨®n de las memorias de Albert Speer en los a?os sesenta. Salvando, por supuesto, las distancias, intelectuales que no morales, porque Speer, el arquitecto y ministro ideal de Hitler, era un hombre de gran cultura y, por tanto, con muchas m¨¢s capacidades tramposas que los verdugos a pie de obra, de fosa u horno.
Aquellos libros de los "incomprendidos" c¨®mplices de la Endl?sung (soluci¨®n final) llevaron m¨¢s pronto que tarde a las perfectas teor¨ªas banalizadoras del nazismo de algunos historiadores, algunos tan s¨®lo revisionistas, honestos o no, como Ernst Nolte, y otros perfectos apologetas crecidos del nazismo como David Irving. Ahora en Serbia los t¨ªtulos ideales para regalarle a un adolescente para que vaya formando car¨¢cter son las obras de Biljana Plavsic, aquella catedr¨¢tica de literatura que dirig¨ªa los bombardeos sobre Sarajevo y hoy cumple condena en La Haya por cr¨ªmenes de guerra; las de de Radovan Karadzic, el poeta y trovador que so?aba en voz alta con limpiar todos los Balcanes de musulmanes y cumpli¨® en buena parte al decidir con su general Ratko Mladic en Srebrenica la muerte de ocho mil hombres entre los 14 y los 65 a?os, y las del asesino m¨¢s temido de la guerra, Milorad Ulemek, alias Legia, gran caudillo paramilitar ahora en prisi¨®n no por los miles de cr¨ªmenes cometidos entonces cuando hac¨ªa arder talleres y garajes llenos de mujeres y ni?os, sino por matar al primer ministro serbio Zoran Djindjic. La Serbia del presidente Kostunica se tendr¨¢ que preguntar seriamente si ha emprendido el camino hacia la Europa civilizada cuando la labor de luto m¨¢s popular en el pa¨ªs es el entusiasmo por las apolog¨ªas del crimen de sus m¨¢s famosos asesinos. ?Qu¨¦ es lo que se les cuenta a los j¨®venes serbios en los colegios sobre la guerra? Desde la c¨¦lebre Juventud sin Dios, de ?don von Horv¨¢th, nuestro problema con el odio lo tenemos en los colegios.
Todos debi¨¦ramos ser conscientes de que la lucha entre las mafias pol¨ªticas no ha cesado en Serbia y que Karadzic, a¨²n en libertad, y el propio Legia, aunque est¨¦ en la c¨¢rcel, han impedido con ¨¦xito que en aquel pa¨ªs se hablara de la desnazificaci¨®n necesaria. Pero hay razones para indignarse por el hecho de que en Croacia, donde la era pos-Tudjman despert¨® ilusiones, la democracia se da por consolidada y para el 17 de marzo se espera una decisi¨®n sobre la apertura de negociaciones para el ingreso en la UE, siga gozando de libertad -como Mladic y Karadzic en Serbia- el general Gotovina. Sin su entrega, Zagreb debiera saber que no habr¨¢ paso alguno hacia la UE para su pa¨ªs. Gotovina a¨²n no ha escrito una novela, pero si ha de hacerlo tiene que ser en La Haya. Tampoco tenemos a¨²n biograf¨ªa de Josu Ternera. Aunque, eso s¨ª, manda misivas a instituciones democr¨¢ticas espa?olas que le permiten codecidir reformas constitucionales y estatutarias desde la clandestinidad. Quiz¨¢s est¨¦n juntos Mladic, Gotovina y Ternera. No estamos tan lejos de los Balcanes como parece.
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