Patrimonio en peligro
Todos los pueblos del mundo, cual m¨¢s, cual menos, son due?os de un patrimonio. Comprende ¨¦ste sus recursos naturales y asimismo todo lo que abarca el concepto de cultura. Los recursos de la naturaleza son su entorno, tierra, r¨ªos, lagos y mar, subsuelo, flora y fauna. Cultura, en su sentido antropol¨®gico, incluye todo lo que es creaci¨®n humana, tangible e intangible. No s¨®lo las artes, la ciencia y todos los saberes. Tambi¨¦n son cultura las formas de organizaci¨®n social, pol¨ªtica y econ¨®mica, la visi¨®n del mundo, la lengua y la literatura.
El patrimonio de un pueblo, adem¨¢s de sus recursos naturales, sus creaciones culturales y todo cuanto llega a poseer, incluye, desde luego, cuanto a su econom¨ªa se refiere. Pues bien, lo que aqu¨ª expondr¨¦ se refiere a la amenaza, hoy m¨¢s grande que nunca, en contra del patrimonio de muchos pueblos. Es cierto que los d¨¦biles casi siempre han visto en peligro sus respectivos patrimonios. Pero hoy no son s¨®lo los d¨¦biles. Son muchos los pueblos y Estados del mundo que corren riesgo de ver saqueado o destruido su patrimonio. Y en m¨¢s de un sentido, incluso los mismos depredadores incurren en parecido peligro.
Es verdad que hay fen¨®menos naturales, como los tsunamis, que son causa de destrucci¨®n. Pero mucho m¨¢s frecuentes son las acciones perpetradas por seres humanos que en guerras y otras formas de agresi¨®n destruyen o se apoderan de bienes del patrimonio ajeno. Humanos inhumanos siempre ha habido a lo largo de la historia. Hoy parece que se concentran principalmente en algunos puntos del planeta. Guardan relaci¨®n con unas cuantas superpotencias y con no pocas transnacionales, bien sea bancos, empresas industriales y comerciales.
Desmenucemos un poco esto. Durante la Segunda Guerra Mundial mucho es lo que se destruy¨®. Los vencedores sostienen que fue inevitable y que s¨®lo as¨ª pudo restaurarse la libertad y la democracia en el mundo. Cabe aqu¨ª preguntarse: ?fue necesario para ello arrojar dos bombas at¨®micas en Jap¨®n? A la superpotencia que lo hizo, no s¨®lo no le import¨® destruir monumentos y causar enormes p¨¦rdidas econ¨®micas, ni, lo que es m¨¢s grave, matar a muchos miles de seres humanos, as¨ª como agredir a la naturaleza con la radiaci¨®n que ha afectado a varias generaciones. A su vez, los nazis despojaron a cientos de miles de jud¨ªos de sus pertenencias, que incluyeron obras de arte y joyas, antes de enviarlos a los hornos crematorios en los campos de concentraci¨®n.
La Organizaci¨®n de las Naciones Unidas para la Educaci¨®n, la Ciencia y la Cultura (Unesco) patrocina el Comit¨¦ del Patrimonio Mundial. ?ste se re¨²ne peri¨®dicamente y, despu¨¦s de amplias deliberaciones que incluyen una presentaci¨®n documental hecha por los correspondientes pa¨ªses miembros, inscribe en la Lista del Patrimonio Mundial tal o cual bien cultural o natural. Esa Lista comprende hoy buen n¨²mero de monumentos, ciudades enteras y ¨¢mbitos naturales que, por sus atributos, merecen ser considerados como parte del patrimonio de la humanidad. Dir¨ªase que, por fin, todos los humanos estamos ya dispuestos a compartir el disfrute de las grandes creaciones culturales y los ¨¢mbitos naturales particularmente privilegiados. La idea suena en extremo atractiva, pero ?ha sido universalmente puesta en pr¨¢ctica?
?Qu¨¦ ha ocurrido, a ciencia y paciencia de muchos pa¨ªses, en el caso reciente de la segunda invasi¨®n de Irak? La prensa mundial ha informado varias veces acerca de museos iraqu¨ªes saqueados o destruidos. Hace saber tambi¨¦n que monumentos de la antigua Babilonia han sido v¨ªctimas de la barbarie, en particular de la gran superpotencia, que, por cierto, ha suscrito la Convenci¨®n Internacional del Patrimonio Mundial.
Volvamos la mirada a Iberoam¨¦rica. En ella son muchos los monumentos, algunos extraordinarios, de sus culturas ind¨ªgenas, de su arte barroco y otras muchas creaciones. Algunos de esos bienes se han perdido porque traficantes provenientes de pa¨ªses ricos y poderosos se los han llevado para sus museos o colecciones particulares. Doloroso como es esto, igualmente lo es el da?o enorme que no pocas entidades transnacionales causan al patrimonio econ¨®mico de estos mismos pa¨ªses. ?stos han ca¨ªdo en las redes de los poderosos por desgracia desde hace ya mucho tiempo. Para subsanar sus necesidades o por la corrupci¨®n de sus gobernantes, han suscrito enormes empr¨¦stitos cuyos solos intereses han llegado a multiplicar varias veces el monto de sus deudas, que alguien calific¨® no s¨®lo de externas, sino de eternas. Miles de millones de d¨®lares son entregados anualmente a los poderosos acreedores, en vez de destinarlos a gastos de beneficio social de los respectivos pa¨ªses. ?stos se ven muchas veces en la necesidad de contraer nuevas deudas para satisfacer sus requerimientos en ramos como el de la salud, la educaci¨®n, las comunicaciones y otros. De esta suerte se crea un c¨ªrculo vicioso, en el que para cubrir el servicio de la deuda externa hay que contraer nuevos empr¨¦stitos.
Se busca como una panacea la inversi¨®n extranjera. Acude ella y se hace due?a de lo m¨¢s rentable: bancos, industrias, transportes y muchas otras cosas. Se dir¨¢ que eso favorece la creaci¨®n de puestos de trabajo. Es cierto, pero tambi¨¦n lo es que quienes en ellos laboran reciben salarios varias veces menores que los percibidos por quienes realizan parecidas tareas en los lugares de origen de las transnacionales. La p¨¦rdida creciente del patrimonio econ¨®mico de estos pa¨ªses es dram¨¢tica sangr¨ªa que empobrece cada d¨ªa m¨¢s a millones de iberoamericanos. Muchos de ¨¦stos se ven forzados a emigrar hacia los pa¨ªses ricos. La consecuencia es p¨¦rdida del capital humano que se suma a la sangr¨ªa de los recursos. Tan s¨®lo las remesas que env¨ªan los emigrantes subsanan en parte la permanente crisis econ¨®mica de los pa¨ªses de Iberoam¨¦rica. El caso de M¨¦xico es en esto dram¨¢tico. Muchos millones de hombres y mujeres de origen mexicano, documentados e indocumentados, cerca probablemente de cuarenta millones de personas, env¨ªan en un a?o al pa¨ªs m¨¢s de quince mil millones de d¨®lares. El dolor de abandonar a sus familiares y su tierra se consuela un poco con el hecho de auxiliarlos, haci¨¦ndoles entrega de buena parte de lo que con duro trabajo han ganado.
?Y qu¨¦ decir de los recursos naturales? Poco a poco y a veces solapadamente ¨¦stos van quedando en manos de las transnacionales. Dar¨¦ un ejemplo. La superpotencia mundial requiere cada vez m¨¢s energ¨¦ticos. Uno de ellos es el gas natural licuado, que importa ya desde lugares muy alejados en Asia. Para aprovecharlo requiere adem¨¢s plantas donde se reciba y almacene. Esas instalaciones son riesgosas, por lo cual parece preferible a la superpotencia ubicarlas fuera de su territorio. Un ejemplo digno de menci¨®n lo proporcionan las empresas transnacionales que han tramitado la concesi¨®n para construir sus instalaciones en las inmediaciones de las islas Coronado, en el oc¨¦ano Pac¨ªfico, frente a las costas de la Baja California, en M¨¦xico. Se ubican ellas muy pr¨®ximas a las del Estado de California, cerca del Puerto de San Diego. Varios grupos ecologistas se han opuesto a dichas instalaciones por el riesgo que implican y los da?os ecol¨®gicos que causan. Pero, como poderoso caballero es don dinero, la lesi¨®n al patrimonio natural est¨¢ en v¨ªas de consumarse.
A la luz de los da?os contra el patrimonio cultural y natural causados por la principal superpotencia y en menor grado por otras, as¨ª como por las grandes transnacionales, podr¨ªa decirse que los robos espor¨¢dicos de pinturas y otros objetos a museos son peccata minuta. Y, sin embargo, en tanto que se habla de esos robos, se suelen silenciar los enormes atropellos en contra del patrimonio sobre todo de los pa¨ªses d¨¦biles.
?C¨®mo y cu¨¢ndo podr¨¢n encontrarse remedios a todo esto? Mucho es lo que abarca el patrimonio de un pa¨ªs. Dir¨ªase que en su patrimonio se conjugan su esp¨ªritu y su cuerpo. Por esto se habla tambi¨¦n de patrimonio intangible: visi¨®n del mundo, creencias, lenguas, literaturas y hasta los recetarios o registros de su gastronom¨ªa. He se?alado la procedencia de las principales amenazas y depredaciones en detrimento de los patrimonios. ?Habr¨¢ de ser la Unesco y tambi¨¦n la ONU, as¨ª como, por supuesto, quienes en la comunidad mundial se preocupan por la dignidad de los seres humanos, los que deban hacerse o¨ªr y actuar? Levantar la voz cuantas veces sea necesario podr¨¢ tal vez ayudar. Esperemos que as¨ª sea, pero que sea pronto hasta ser escuchados. ?O es que la humanidad ha de contemplar necesariamente a una gran parte de s¨ª misma saqueada y empobrecida?
Miguel Le¨®n-Portilla, antrop¨®logo e historiador mexicano. Autor, entre otros libros, de Am¨¦rica Latina, m¨²ltiples culturas, pluralidad de lenguas y de Bernardino de Sahag¨²n, pionero de la antropolog¨ªa.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.