Pyongyang y la bomba
Corea del Norte ha admitido oficialmente por primera vez que posee armamento nuclear, y ha anunciado a la vez su retirada de las negociaciones para intentar que abandone su programa at¨®mico. Las reacciones al anuncio de Pyongyang han sido razonablemente moderadas. La Casa Blanca reiter¨® ayer que seguir¨¢ buscando una soluci¨®n pac¨ªfica al contencioso, en la l¨ªnea de lo manifestado por Bush en su mensaje de la Uni¨®n. Washington quiere reavivar las estancadas discusiones multilaterales con el r¨¦gimen comunista, de las que tambi¨¦n participan China, Jap¨®n, Rusia y Corea del Sur. El secretario general de la ONU cree que Corea del Norte podr¨¢ ser persuadida para hacerlo.
La declaraci¨®n norcoreana, que invoca la presi¨®n de EE UU como argumento supremo para dotarse del arma at¨®mica, no significa necesariamente que est¨¦ en condiciones de desplegar un sistema de ataque nuclear. Eso exige tecnolog¨ªa muy avanzada y ensayos repetidos, circunstancias que no constan a los refinados sistemas de espionaje estadounidense. Pero aun asumiendo que pueda haber un considerable elemento propagand¨ªstico en el anuncio, resulta evidente que el r¨¦gimen de Kim Jong Il, pese a su miseria econ¨®mica, ha venido desarrollando desde finales de 2002 un programa b¨¦lico clandestino, en violaci¨®n de los acuerdos de 1994. Bastar¨ªa que Corea del Norte -el Estado proporcionalmente m¨¢s militarizado del mundo y t¨¦cnicamente en guerra con su vecino del sur desde la tregua de 1953- estuviera en condiciones de colocar una cabeza at¨®mica en uno de sus misiles de alcance intermedio para alterar la ecuaci¨®n de seguridad asi¨¢tica.
La nueva situaci¨®n deja pocas opciones a Washington y a?ade urgencia a la reanudaci¨®n del di¨¢logo. Nadie en el escenario internacional apoya una soluci¨®n militar, y si Bush, como viene declarando, est¨¢ dispuesto a tratar pol¨ªticamente la nuclearizaci¨®n de Corea del Norte, parece llegado el momento de poner todo el ¨¦nfasis en la v¨ªa diplom¨¢tica. M¨¢s que amenazar con acciones m¨¢s o menos inminentes a las "avanzadas de la tiran¨ªa", el presidente estadounidense debe convencer a reg¨ªmenes como Ir¨¢n o Corea del Norte de que su seguridad no aumentar¨¢ con el arma at¨®mica.
El problema para EE UU, sin embargo, es lo mermado de su credibilidad. Recientemente, el Pent¨¢gono ha dado instrucciones a sus laboratorios para que desarrollen una nueva generaci¨®n de cabezas at¨®micas, destinadas a reemplazar a las miles almacenadas desde la guerra fr¨ªa. Que, una vez extinguida la amenaza de un enemigo planetario -Rusia-, Washington vaya a dotarse de un nuevo y m¨¢s poderoso arsenal nuclear para ser eventualmente utilizado contra pa¨ªses m¨¢s peque?os, ayuda poco a que los que se sienten amenazados desistan de sus ambiciones.
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