Un ap¨®logo moral

Una sugerente y sencilla escenograf¨ªa de Carlos Evangelista, polivalente y muy transportable, acoge los saltos en el tiempo de este mon¨®logo de Jos¨¦ Luis Alonso de Santos, que tras su aparente ligereza de construcci¨®n dram¨¢tica esconde una cierta sabidur¨ªa de composici¨®n. Se trata m¨¢s bien de un relato, el de un antiguo actor de teatro que hace ahora series de televisi¨®n, que repasa su relaci¨®n con uno de los actores, casi un figurante, al que tuvo por compa?ero cuando el protagonista estaba en candelero.

Detr¨¢s de esto hay mucho de homenaje al oficio del actor, al antiguo oficio del actor cuando las giras eran interminables y en los lugares m¨¢s insospechados, y se llevaban varias obras en repertorio, de manera que el texto est¨¢ trufado de an¨¦cdotas, a veces casi chascarrillos, de esos que tanto gustan de contar a los actores en el caf¨¦ una vez terminada la funci¨®n de noche. Quiere decirse que, detr¨¢s del drama que se va tejiendo poco a poco, por sus pasos contados, siguiendo todas las reglas del suspense dram¨¢tico hasta la eclosi¨®n final, hay un tributo ciertamente melanc¨®lico al viejo teatro de repertorio. Eso, y un Juan Luis Galiardo muy c¨®modo en el escenario, que hace f¨¢cil lo dif¨ªcil y que domina el espacio entero sin problemas. Una obra para pasar un rato agradable, y que deja al final un cierto sabor agridulce. No es poco.