Europa, Europa
La identidad europea contempor¨¢nea es inseparable del proceso de formaci¨®n de los Estados, marcado por las hostilidades que se sucedieron desde el fin del Medievo con la Guerra de los Cien A?os y el Cisma de Occidente hasta la ca¨ªda de los Imperios y los tr¨¢gicos problemas pol¨ªticos y las guerras mundiales del siglo XX. Establecidos b¨¢sicamente a trav¨¦s de las guerras, los Estados no fueron producto de la necesidad como pretende una ideolog¨ªa a¨²n viva. Salvo Portugal, ninguno de los Veinticinco de la Uni¨®n ten¨ªa su actual forma territorial europea al principio del siglo XVI; s¨®lo cuatro eran Estados en el momento de la Revoluci¨®n Francesa. Con los Habsburgo, los reinos hisp¨¢nicos peninsulares estuvieron integrados durante largos periodos en la misma corona con la totalidad o parte de los territorios de Estados de la UE: Italia, Alemania, Austria, Holanda, B¨¦lgica, Portugal; de la misma Francia.
Pero esa identidad no se reduce a la formaci¨®n contingente de los Estados. Comprende tambi¨¦n momentos, como el Renacimiento y la Reforma, la Ilustraci¨®n y la Revoluci¨®n Francesa o las luchas socialistas y las conquistas sociales del siglo XX, en los que tomaron cuerpo el pensamiento pol¨ªtico y filos¨®fico y las organizaciones e instituciones que, formando parte de la identidad de Europa y estando ligadas al proceso conflictivo de la formaci¨®n de los Estados, tienen un valor universal.
Ahora la Uni¨®n Europea abre una nueva ¨¦poca. Por su transcendencia institucional y pol¨ªtica, sit¨²a este momento a la altura de acontecimientos como la Reforma o la Revoluci¨®n Francesa. D¨¢ndole un giro radical a la historia y la identidad europea, tiende a superar las fronteras que constitu¨ªan la realidad y el s¨ªmbolo de la soberan¨ªa absoluta de los Estados. Establece un espacio institucional y pol¨ªtico incompatible con la soberan¨ªa absoluta, transform¨¢ndola en compartida. Asume la construcci¨®n siempre inacabada de los valores de la libertad, la fraternidad y la igualdad, y no identifica la democracia y la igualdad internas con la exclusi¨®n de la diversidad cultural y nacional y con la ideolog¨ªa centralizadora y uniformizadora de los Estados.
Por su poder econ¨®mico, cient¨ªfico, tecnol¨®gico y por sus tradiciones sociales, puede instrumentar una sociedad abierta al mundo, especialmente capaz de arrostrar la globalizaci¨®n econ¨®mica sin someterse a las suicidas pol¨ªticas ultraliberales. Siendo ya la principal econom¨ªa mundial, puede ser una potencia pol¨ªtica internacional, fundamentada en los principios del respeto mutuo, el di¨¢logo, la paz y la solidaridad, en el marco de la ONU, lejos ya de las tentaciones colonizadoras e imperialistas que definieron su historia. Lo anuncian su comportamiento en el Protocolo de Kioto, en el Tribunal Penal Internacional, en las negociaciones para combatir la pobreza y en la b¨²squeda de acuerdos para una desnuclearizaci¨®n generalizada. Puede apoyar procesos semejantes en otros continentes, como en Latinoam¨¦rica, y al mismo tiempo ayudar a la consolidaci¨®n de Estados soberanos necesitados de establecer un poder democr¨¢tico, participando justamente en la mundializaci¨®n. La Uni¨®n cambia, adem¨¢s, la l¨®gica de las relaciones pol¨ªticas europeas, ya no explicables en los t¨¦rminos del enfrentamiento entre la URSS y los EE UU, y comienza a constituir uno de los polos de referencia superadores de la divisi¨®n de la guerra fr¨ªa y de la hegemon¨ªa unilateral de los EE UU.
Pero el futuro de la Uni¨®n es a¨²n incierto. Ni est¨¢ predeterminado, ni su desarrollo se puede dejar al azar de las circunstancias, "o seud¨®nimo de Deus quando n?o quer assinar", seg¨²n la feliz expresi¨®n de Lobo Antunes. Ser¨¢ la consecuencia de "un querer humano", como consider¨® Lucien Febvre las civilizaciones. En todo caso, como todos los acontecimientos trascendentes, necesitar¨¢ de una larga y dif¨ªcil maduraci¨®n. La Reforma tuvo el contrapunto de la Contrarreforma y la Revoluci¨®n Francesa, antes de condicionar el car¨¢cter de los acontecimientos de los dos ¨²ltimos siglos, y fue sucedida en 1815 por la recuperaci¨®n transitoria de las monarqu¨ªas din¨¢stico-religiosas, entre ellas la de Fernando VII.
La construcci¨®n de la Uni¨®n Europea se enfrenta a dificultades objetivas extraordinarias. No se puede transformar mediante el simple voluntarismo una realidad de la magnitud de los Estados y sus fronteras. Se suman a ello las resistencias pol¨ªticas de los Estados que, habiendo sido los protagonistas necesarios de la creaci¨®n de la UE, constituyen tambi¨¦n el principal obst¨¢culo para su desarrollo. Reunidos en el Consejo o individualmente, se resisten a admitir las consecuencias de sus decisiones, dificultando la materializaci¨®n de la dimensi¨®n com¨²n del proyecto europeo. Lo hacen especialmente frente a la Comisi¨®n y, sobre todo, frente al Parlamento Europeo, pero tambi¨¦n en la definici¨®n de pol¨ªticas determinantes: el Reino Unido no asumiendo el euro y vetando el desarrollo de las pol¨ªticas sociales comunes o encabezando a Estados, entre ellos el espa?ol con el anterior Gobierno, en la guerra de Irak, para condicionar la pol¨ªtica internacional y de defensa de la UE a la voluntad del Gobierno de EE UU, consider¨¢ndolo como el aliado preferente. Incluso Estados favorables a la Europa pol¨ªtica, como Alemania y Francia, pretenden reducir dr¨¢sticamente, junto con el Reino Unido, Holanda, Suecia y Austria, el ya escaso Presupuesto de la UE, a pesar de que, con la ampliaci¨®n a 27 Estados, ser¨¢n 153 y no s¨®lo 73 millones las personas objeto de la pol¨ªtica de cohesi¨®n. Tampoco fueron favorables actitudes como las del Gobierno espa?ol de la pasada legislatura, fanfarroneando con el d¨¦ficit cero frente a las dificultades presupuestarias de pa¨ªses, como Alemania, que a trav¨¦s de los Fondos Estructurales o de Cohesi¨®n enviaban a la Pen¨ªnsula las sumas que contribu¨ªan a hacer posible tal proeza.
Aun as¨ª, y a pesar de las dificultades y resistencias, la Constituci¨®n avanza en el camino de la Europa pol¨ªtica y no retrocede en la Europa social. Integra elementos de gran alcance para la estructuraci¨®n pol¨ªtica de la Uni¨®n: la Carta de Derechos Fundamentales, el incremento de la capacidad legislativa del Parlamento, la iniciativa legislativa popular. La definici¨®n de la UE como entidad jur¨ªdica, capacit¨¢ndola para firmar acuerdos internacionales. La inclusi¨®n de "competencias para definir y aplicar una pol¨ªtica exterior y de seguridad com¨²n". El Tratado Constitucional, manteniendo definiciones conservadoras de pol¨ªtica econ¨®mica, incorpora tambi¨¦n afirmaciones institucionales y sociales avanzadas y no presenta ning¨²n obst¨¢culo para el incremento del nivel del Presupuesto ni para la instrumentaci¨®n de pol¨ªticas progresistas. El texto afirma la primac¨ªa de la Constituci¨®n y del Derecho de la Uni¨®n, en el ejercicio de sus competencias, sobre el Derecho de los Estados miembros, situando en su lugar los debates interesados y dogm¨¢ticos que, en nuestro caso, pretenden sacralizar la Constituci¨®n de 1978. Abre nuevas perspectivas para las naciones sin Estado y la ampliaci¨®n interna, al definirse por la diversidad nacional y ling¨¹¨ªstica, aceptando de hecho el car¨¢cter plurinacional de los Estados, aunque por el interior de la Constituci¨®n discurre una corriente estatalista jacobina que impidi¨® hasta ahora el reconocimiento del estatus de naci¨®n europea a Escocia, Gales, Galiza, Catalu?a, Euskadi, Flandes o Breta?a, mientras integra institucionalmente a Luxemburgo, Chipre, Malta, Eslovenia, Eslovaquia, Letonia o Estonia (podr¨ªa incorporar incluso a Andorra porque tiene un Estado). La Constituci¨®n de la UE no asegura "las Bendiciones de la Libertad para nosotros mismos y nuestra Posteridad", como proclama en la introducci¨®n de la Constituci¨®n de los EE UU de 1787, pero sin llegar a asegurarnos tanta felicidad, afirma en el primer p¨¢rrafo de su Pre¨¢mbulo: "Los valores universales de los derechos inviolables e inalienables de la persona humana, la democracia, la igualdad, la libertad y el Estado de derecho".
Resultado de un compromiso, sin incorporar aportaciones m¨¢s avanzadas del Parlamento Europeo, constituye un paso m¨¢s en la consolidaci¨®n pol¨ªtica de la Uni¨®n. Cuando frente a la Convenci¨®n se reclama, leg¨ªtimamente, una Asamblea Constituyente, no se tiene en cuenta que su convocatoria s¨®lo ser¨¢ posible cuando exista un espacio de poder y territorial indiscutido, lo que no es hoy el caso de la UE, donde determinados Estados podr¨ªan ignorar los resultados de la Asamblea, frustrando todo lo emprendido. La consolidaci¨®n de la Uni¨®n con el desvanecimiento de las fronteras hist¨®ricas y la creaci¨®n de una ciudadan¨ªa europea constituyen el camino acertado y practicable para que un d¨ªa se pueda elegir directamente un Parlamento que sobre lo ya andado escriba la Constituci¨®n de la Europa pol¨ªtica y social, donde se afirme la unidad y se asuma toda la diversidad de los pueblos de Europa.
Camilo Nogueira ha sido diputado en el Parlamento de Galicia y en el Parlamento Europeo
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