De cocodrilos y 'batzokis'
Dicen que finalmente todo el grupo se puso de acuerdo y que, para celebrarlo, Altiero Spinelli levant¨® la copa. Nac¨ªa, en pleno oto?o de 1983, el proyecto de ciudadan¨ªa europea en un local de Estrasburgo, el restaurante Cocodrilo. Algunos meses despu¨¦s, el 14 de febrero de 1984, el proyecto de Tratado de la Uni¨®n Europea fue aprobado en el Parlamento Europeo. En su art¨ªculo 3 recog¨ªa que "los ciudadanos de los Estados miembros son, por dicho motivo, ciudadanos de la Uni¨®n Europea. La ciudadan¨ªa de la Uni¨®n est¨¢ relacionada con la calidad de ciudadano de un Estado miembro; no se puede ni adquirir ni perder separadamente".
El proceso de construcci¨®n europea continu¨® su discurrir en el tiempo y en la actualidad se encuentra en fase constitucional. El pr¨®ximo d¨ªa 20 se refrendar¨¢ en nuestro pa¨ªs un texto europeo que supera la conceptualizaci¨®n econ¨®mica del individuo en la "Europa de los trabajadores" de 1957 y se da paso a una definici¨®n pol¨ªtica de los europeos en la "Europa de los ciudadanos". El elemento m¨¢s conocido de la Constituci¨®n Europea es la Carta de Derechos Fundamentales de los ciudadanos. La decisi¨®n de incorporarlos al texto proviene de nuestra propia tradici¨®n jur¨ªdico-pol¨ªtica que considera que sin protecci¨®n de los derechos de los ciudadanos no existe cuerpo pol¨ªtico que constituir. Son, por lo tanto, los derechos de ciudadan¨ªa el elemento indispensable de todo texto de car¨¢cter constitucional.
Todos nos igualamos en identidad europea sobre una misma serie de derechos de ciudadan¨ªa
Quienes no est¨¦n de acuerdo ideol¨®gicamente con el nuevo marco pol¨ªtico que se propone dejar¨¢n de ser vascos
Con todo ello, los ciudadanos europeos vamos poniendo las bases de una identidad ciudadana a escala europea que tiene una dimensi¨®n transnacional y que agrupa a m¨¢s de 450 millones de personas como sujetos de una misma serie de derechos comunes con rango de categor¨ªa pol¨ªtica incluyente. Con ello, todos nos igualamos en identidad europea sobre una misma serie de derechos de ciudadan¨ªa protegidos por nuestro texto constitucional com¨²n. Y as¨ª se van poniendo los pilares de una nueva forma de comunidad pol¨ªtica donde los ciudadanos nos enfrentamos al significado del propio concepto de ciudadan¨ªa europea; una problem¨¢tica pol¨ªtica y filos¨®fica de cuya s¨ªntesis surgen los principios arquitect¨®nicos de una sociedad post-nacional, un compromiso entre una concepci¨®n liberal y una dimensi¨®n voluntarista del desarrollo y el ejercicio ciudadano, una tensi¨®n constructiva entre elementos pol¨ªticos y culturales para constituirnos, en base al derecho, en ciudadanos libres, plurales e iguales.
En palabras de Fernando Buesa, para crear "un espacio de convivencia en el que los sentimientos de identidad nacional o cultural no resulten ser categor¨ªas pol¨ªticas, porque todos pueden expresar los suyos con libertad. Un pa¨ªs en el que la ¨²nica categor¨ªa pol¨ªtica que confiera derechos y obligaciones sea la de ciudadan¨ªa, que no distingue ni discrimina a nadie por raz¨®n de sexo, raza, religi¨®n, opiniones pol¨ªticas, identidades nacionales, culturales o sentimientos". Un espacio de convivencia que ya es una realidad en Europa y que Fernando Buesa so?¨® tambi¨¦n para Euskadi.
Dicen que los grupos pol¨ªticos nunca hab¨ªan estado tan en desacuerdo y que para celebrarlo, Joseba Egibar levant¨® el pu?o. Nac¨ªa, en pleno invierno de 2004, el Proyecto de Nuevo Estatuto Pol¨ªtico para Euskadi en el Parlamento de Vitoria. Algunos d¨ªas antes, en esa misma sede, el mismo parlamentario hab¨ªa se?alado que "ya s¨®lo ser¨¢n vascos quienes apoyen esta propuesta pol¨ªtica". Un documento que en su inquietante art¨ªculo 4, (Ciudadan¨ªa y nacionalidad vasca) los altos pensadores del Batzoki creen inventar una nueva mec¨¢nica para la fijaci¨®n jur¨ªdica de la fractura identitaria entre vascos.
Lejos de buscar espacios incluyentes a las diferentes formas de pensar y tratar de conseguir as¨ª un espacio de convivencia que pueda conformar Euskadi como comunidad pol¨ªtica, se divide a la sociedad vasca en dos categor¨ªas de vascos, diferenciadas en funci¨®n de adscripciones nacionales emanadas de la opci¨®n pol¨ªtica de cada uno. Se eleva, por lo tanto, la orientaci¨®n ideol¨®gica de cada individuo a categor¨ªa pol¨ªtica definitoria de la identidad para el resurgimiento de un nuevo pueblo vasco conformado por ciudadanos que ya s¨®lo ser¨¢n vascos, frente a otros que tan s¨®lo ser¨¢n espa?oles aceptados. Y apasionados con la propuesta, los altos pensadores se sienten orgullosos de esa b¨²squeda jur¨ªdica de la limpieza identitaria; duch¨¦monos por ley, dicen, de las contaminaciones sufridas, elevemos nuestra forma de pensar a categor¨ªa identitaria y, as¨ª, quienes ideol¨®gicamente no est¨¦n de acuerdo con este nuevo marco dejar¨¢n de ser vascos y el pueblo milenario volver¨¢, por fin, a los c¨¢nones perdidos de la pureza y de la homogeneidad.
Y una vez le¨ªdo el art¨ªculo en cuesti¨®n, sonaba a sensaci¨®n vivida la tribuna de Ram¨®n J¨¢uregui en este mismo peri¨®dico, cuando se?alaba hace unos d¨ªas, con este art¨ªculo 4 de la propuesta de Ibarretxe, se convierte por ley a los ciudadanos no nacionales en minor¨ªa ¨¦tnica en fase de extinci¨®n.
Era como si estuvi¨¦ramos de nuevo en aquel 30 de diciembre de 2004, cuando sal¨ªamos del Parlamento vasco y nos dio por pensar que con tanto art¨ªculo 4 y tanto tribunal identitario, los altos pensadores del Batzoki ni siquiera inventaban algo nuevo. Entre los ¨¢rboles y la nieve, en la oscuridad de aquella noche en Euskadi, una sensaci¨®n de angustia y un espejo preocupante. Una sombra como de Le Pen que atravesaba sonriente el parque.
Eduardo Madina es secretario general de las Juventudes Socialistas de Euskadi.
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