Chile, esencias longitudinales
Un viaje de norte a sur, del lago Chungar¨¢ al glaciar de San Rafael
Los extremos se acent¨²an cuando se dan la mano. Calor y fr¨ªo, aridez y humedad, volcanes y glaciares, cumbres andinas y fiordos. Entre Arica y el cabo de Hornos, a lo largo de 4.300 kil¨®metros (en una estrecha franja de una anchura media de 177 entre los Andes y el Pac¨ªfico) se suceden contrastes que convierten a Chile -el pa¨ªs de las "esencias longitudinales" de Pablo Neruda- en un concentrado de paisajes y emociones. "Noche, nieve y arena hacen la forma / de mi delgada patria". Cada vez m¨¢s turistas de los 1,8 millones que visitan Chile al a?o eligen combinar los extremos, el norte ¨¢rido y el sur verde.
El lago Chungar¨¢
Acorralado por el desierto de Atacama y la cordillera de los Andes, el Altiplano es un microcosmos de condiciones extremas: sol t¨®rrido, gran altura (por encima de 3.200 metros), viento y fr¨ªo, sobre todo de noche, cuando los term¨®metros rondan los cero grados. En la portuaria Arica comienza un viaje emocional. Despu¨¦s de atravesar el desierto de Atacama, pasando por valles que cubren las gamas del ocre y kil¨®metros donde sobre la arena y los pedregales se dibujan punzantes los cactus candelarios, entramos en un mundo t¨ªmidamente verde, de terrazas de cultivos que rodean el pueblo de Putre -del aimara phuxtiri, murmullo de agua-, un buen lugar para aclimatarse a la altura.
Los 3.500 metros se notan y los viajeros escuchan consejos de unos y otros: "Hay que tomar mucha agua". "La clave es no moverse bruscamente". "La cena, mejor ligera". Los ¨²ltimos rayos de sol colorean las moles gemelas de los Nevados de Putre, los volcanes de Anacoma y Taapaca (el m¨¢s alto, con 5.790 metros), en una teatral sucesi¨®n de naranjas y rojos. Anochece r¨¢pidamente y con la oscuridad aumenta el fr¨ªo. En las adoquinadas calles del pueblo se encienden farolas de luz baja, que iluminan casas sencillas, algunas con portales de piedra labrada del siglo XVII, cuando el comercio del oro impuls¨® la econom¨ªa local. Libertad Paco Bola?os se dirige al hotel Kukuli para llevarle un mate de coca a uno de sus hu¨¦spedes, aturdido por la falta de ox¨ªgeno. "Ma?ana estar¨¢ como nuevo". O no. Unos pasos m¨¢s all¨¢, en el restaurante Kuchu Marka, Gloria Ulloa recibe a los viajeros con un cuenco de ma¨ªz tostado, pisco sour y picante de llaita, guiso de una sabrosa alga fluvial.
Entre so?ar y flotar, la alta noche de Putre agudiza los sentidos. Pero no es s¨®lo eso lo que hace tan alucinante levantar la vista al cielo. El aire seco causa una visibilidad ¨®ptima, que ha dado celebridad a los observatorios astron¨®micos del norte chileno. Miles de luces manchan el fondo negro. Las estrellas parecen, de verdad, al alcance de la mano.
Putre es la puerta natural de entrada al parque nacional de Lauca, fr¨¢gil entorno de llanuras ¨¢ridas, lagunas, salares, zonas h¨²medas (bofedales), y, al final, el lunar e inm¨®vil lago de Chungar¨¢, entre los m¨¢s elevados del mundo, a 4.570 metros. El reflejo de la mole nevada del Parinacota (6.342 metros) en la superficie plateada del lago constituye la vista m¨¢s buscada.
Las llanuras de Lauca, zona de pasto de vicu?as, alpacas y llamas, revelan una intrigante biodiversidad. Con prism¨¢ticos y paciencia se observan hasta 130 aves distintas, como los flamencos chilenos, con sus rodillas y patas rojas, o el pato puna, de pico azul jacinto. A pocos metros saltan sin miedo las graciosas vizcachas, peque?os roedores de color pardo de la familia de las chinchillas. La vegetaci¨®n, que no se levanta apenas del suelo, se teje con plantas como el cactus rastrero o la llareta, un liquen que crece en forma de coj¨ªn.
Para no perder detalle vale la pena descubrir Lauca con un gu¨ªa, como la bi¨®loga B¨¢rbara Knapton, que lleg¨® hace a?os a Putre desde Alaska y se qued¨® estudiando y observando las aves. "Me fascina c¨®mo plantas y animales se adaptaron a este mundo inh¨®spito", insiste mientras muestra fotos de las especies que no se dejan ver tan f¨¢cilmente, como la tortolita de la puna o el c¨®ndor. Para conocer a los aimara y comprar artesan¨ªa, una parada en Parinacota, pueblo de 18 habitantes y una hermosa iglesia encalada, con techo de paja y, en el interior, frescos policromados del siglo XVII.
El aire es ligero en el Altiplano. El "silencio profundo" reina, anot¨® Sara Wheeler en su diario Viajes por un pa¨ªs delgado. Se escucha el cantar de los p¨¢jaros (llega como a c¨¢mara lenta), y, de vez en cuando, el ruido bronco de los camiones bolivianos que, desde La Paz, se dirigen al puerto de Arica. Decenas de animitas, peque?os altares para los muertos, recuerdan los riesgos de un trayecto en pendiente (Bolivia perdi¨® el acceso al mar en la guerra del Pac¨ªfico, cuando se enfrentaron Per¨² y Bolivia contra Chile, que tom¨® tras la victoria, en 1884, las regiones de Arica y Tacna, ricas en nitrato y cobre).
De vuelta a la costa, un viaje al pasado en el cercano museo arqueol¨®gico de San Miguel de Azapa, donde se revelan los secretos de la cultura chinchorro, con las primeras momias preparadas del mundo (hasta 7.000 a?os de antig¨¹edad). En los valles de Azapa y Lluta, el viaje entre olivares se ve acompa?ado por los geoglifos, figuras de piedra de c¨®ndores, llamas y humanos que recuerdan en lo alto de las laderas la tradici¨®n y las plegarias de los antiguos habitantes de este mundo des¨¦rtico.
Hielos eternos
"Si llueve, no piensen que han tenido mala suerte", advierte el gu¨ªa del barco. "Es mejor que est¨¦ nublado, as¨ª el azul se ver¨¢ m¨¢s intenso", anima a los viajeros expectantes. El fr¨ªo aumenta en el r¨ªo T¨¦mpanos, v¨ªa de entrada a la laguna de San Rafael, y huele a hielo. S¨²bitamente, a la vuelta de un recodo, aparece el glaciar, lengua que baja del campo de hielo Norte hasta el agua, donde est¨¢n suspendidos miles de t¨¦mpanos sin rumbo. La pared glaciar, de radiante azul el¨¦ctrico, mide dos kil¨®metros de ancho y hasta 85 metros de alto. Para acercarse m¨¢s, los pasajeros suben a zodiacs que avanzan entre el crujir de los hielos flotantes, acompa?ados por el sonido roto de un cubito de hielo al entrar en contacto con un l¨ªquido, multiplicado por mil y constante.
Un paisaje con fecha de caducidad. Desde 1937, el glaciar retrocede cada a?o unos 150 metros. Gran parte de la laguna estaba penetrada por el hielo cuando fue descubierta en 1674. Un siglo despu¨¦s, el capit¨¢n Enrique Simpson escribi¨® en su diario: "No hay en las regiones polares escenas que puedan competir con ¨¦sta". Una fascinaci¨®n que sigue viva y que el escritor chileno Luis Sep¨²lveda recoge en su viaje al Mundo del fin del mundo: "El aire nos anunciaba la presencia de los hielos eternos (...), donde hace apenas un siglo se reun¨ªan los chonos, los alacalufes, los onas y los chilotes para faenar alguna ballena varada, para intercambiar pieles, cazar focas, elefantes marinos, saldar viejas cuentas con la vida y la muerte, y para que los dioses marinos pre?aran a las v¨ªrgenes y llenaran las cabezas de los mocetones con promesas de dicha y placer". De vuelta en el catamar¨¢n espera el ineludible whisky con hielo milenario. Y empieza a llover.
Entre septiembre y mayo llegan a la laguna cruceros tur¨ªsticos como el Patagonia Express, que zarpa del lujoso resort de las termas de Puyuhuapi (con sus calientes aguas carbonatadas del volc¨¢n Melimeyu), a unas siete horas de navegaci¨®n. Durante el viaje apenas se perciben se?ales de civilizaci¨®n, s¨®lo alg¨²n barco y alg¨²n pueblo pesquero. S¨®lo paisajes salvajes, pintados con verde y azul. Charles Darwin describi¨® este territorio on¨ªrico y brav¨ªo como un "desierto verde". El hotel propone, adem¨¢s, explorar a pie la mara?a verde del parque de Queulat, entre saltos de agua y el canto de aves como el chucao, que emiten un sonido entre carcajada y casta?uelas. La excursi¨®n -que comienza con un corto tramo en autob¨²s por la carretera Austral- lleva al mirador del Ventisquero Colgante, un glaciar del que se precipita nieve y agua. La selva fr¨ªa atrapa la humedad. Helechos y bamb¨²es. ?rboles como el canelo, sagrado para los mapuches, o el delicado array¨¢n.
El viaje hacia el aeropuerto de Balmaceda parte de Puerto Chacabuco, y sigue a trav¨¦s de valles batidos por el viento y pueblos de casas de madera que refulgen con colores como el azul turquesa. Atr¨¢s queda la desmembrada tierra de la Patagonia, donde surge del oc¨¦ano la cordillera que vertebra todo Chile, ese nerudiano "largo p¨¦talo de mar y vino y nieve".
GU?A PR?CTICA
Datos b¨¢sicos- Prefijo telef¨®nico: 00 56. Poblaci¨®n: Chile tiene 15 millones de habitantes. Moneda: peso chileno (0,0013 euros).C¨®mo ir- Lanchile (www.lanchile.com; 902 11 24 24). Ida y vuelta a Santiago de Chile desde Madrid, 640 euros m¨¢s tasas. Vuelos internos: Suram¨¦rica Airpass, por 80,11 el trayecto. Para visitar Lauca y la laguna de San Rafael: cuatro trayectos (ida y vuelta a Arica y a Balmaceda; ambos desde Santiago).- Iberia (902 40 05 00; www.iberia.com). Ida y vuelta a Santiago desde Madrid, a partir de 807 euros m¨¢s tasas.- Ra¨ªces Andinas (58 23 33 05; www.raicesandinas.com). Rutas al Altiplano desde Arica (tres viajeros, dos noches de alojamiento, transporte y comidas, 157 euros por persona).- Alto Andino Nature Tours (928 26 19 5; www.birdingaltoandino.com). Observaci¨®n de aves desde Putre.- Patagonia Connection, Hotel y Spa Termas de Puyuhuapi (22 25 64 89; www.patagonia-connection.com). Paquete de tres noches, con crucero a la laguna de San Rafael, caminatas, acceso a balneario, transporte, gu¨ªa y pensi¨®n completa, desde 565 euros.Informaci¨®n- Turismo de Chile en Espa?a
(900 10 20 60; www.visit-chile.org).- www.sernatur.cl.
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