2005: entre Cervantes y Einstein
Estamos comenzando a adentrarnos en un a?o que para muchos vendr¨¢ marcado culturalmente por la celebraci¨®n de dos centenarios: el cuarto de la publicaci¨®n del Quijote, y el primero de la aparici¨®n de unos art¨ªculos que revolucionar¨ªan la f¨ªsica, y en muy diversos aspectos, el mundo tambi¨¦n, debidos a un entonces desconocido empleado de la Oficina de Patentes de Berna, y m¨¢s tarde celebridad mundial: Albert Einstein.
Como no pod¨ªa ser de otra forma, en Espa?a celebraremos -lo estamos haciendo ya- m¨¢s y mejor a Cervantes. Instituciones y personas admiradas y admirables nos animar¨¢n a que leamos o releamos el Quijote, a que nos sumerjamos en ese libro maravilloso que revienta de sabidur¨ªa y de humanidad. Un libro que es capaz de hacernos re¨ªr, aunque nos demos perfecta cuenta de que lo que estamos leyendo es lo m¨¢s triste del mundo: el escarnio, el rid¨ªculo, la derrota que sufre el m¨¢s noble, arriesgado, generoso e idealista hombre que podemos imaginarnos. El hombre m¨¢s cuerdo del que se conserva memoria, aunque algunos, aquellos que no saben distinguir lo que es verdaderamente real de lo ficticio, la esencia de lo accesorio, le considerasen un loco, insistiendo tanto que ¨¦l mismo termin¨® crey¨¦ndoselo y acept¨® que era Alonso Quijano y no Don Quijote de la Mancha, que es quien realmente era. Fue tan extraordinario, tan raro, que llegase a existir semejante ser que se extendi¨® la creencia, de la que todav¨ªa no nos hemos liberado, de que no existi¨® realmente, que fue producto de la imaginaci¨®n de un escritor llamado Miguel de Cervantes. ?Como si fuese posible que un simple mortal, por muy capaz que fuese, imaginase un personaje cuyos pensamientos, sentimientos y palabras han transcendido el tiempo y el espacio, sirviendo para todos y para todas las ¨¦pocas! Yo mismo, y a pesar de lo que acabo de decir, tengo que reconocer, ?ay!, que tambi¨¦n pienso que Don Quijote no existi¨®, que fue un personaje de ficci¨®n. Lo que no creo, eso s¨ª, es que estuviese loco: sostengo que el loco fue Alonso Quijano, y todos los que le rodeaban, bachilleres, posaderos, curas, amas y sobrinas de infame recuerdo. Y que Cervantes lo sab¨ªa mejor que nadie, pero que quiso jugar con sus lectores, desorientarlos..., acaso para vengarse de tantas afrentas y sinsabores que hab¨ªa padecido a lo largo de su vida.
Como Cervantes, fue Albert Einstein ciudadano de una patria con muy pocos habitantes: la patria del genio, de la creatividad extrema. Su apellido, al igual que el del hijo de Alcal¨¢ de Henares, hace mucho que se ha enquistado firmemente en la cultura popular, con todas las ventajas y los inconvenientes que ello acarrea. Inconvenientes como el de desfigurar, cuando no prostituir, sus ideas y contribuciones cient¨ªficas, en aras a una pretendida "divulgaci¨®n" de su pensamiento. Todav¨ªa, por ejemplo, se sigue utilizando -con escasa gracia y menos oportunidad- eso de "ya lo dec¨ªa Einstein: todo es relativo", cuando lo que pretend¨ªan -y lograron- tanto su teor¨ªa de la relatividad especial (1905) como la general (1915) es desarrollar formas de describir las leyes de la f¨ªsica independientemente de la "perspectiva" particular (sistemas de referencia) en que se encuentre el observador. Es bueno, naturalmente que es bueno, que se difunda el conocimiento de la obra de Einstein, y tambi¨¦n, por supuesto, que se conozca su biograf¨ªa, ¨ªntimamente ligada a la historia del tiempo -en buena medida malhadado- que le toc¨® vivir, pero no de cualquier forma. No podemos continuar diciendo y escribiendo s¨®lo generalidades que, por cierto, ya se han dicho una y otra vez, hasta la saciedad, durante generaciones. Si queremos honrar realmente al hombre que escribi¨® de s¨ª mismo (en sus Notas autobiogr¨¢ficas 1949), "lo fundamental en la existencia de un hombre de mi especie estriba en qu¨¦ piensa y en c¨®mo piensa, y no en lo que haga o sufra", tenemos que esforzarnos por adentrarnos en la inmensa riqueza que atesora la ciencia, filosof¨ªa y metodolog¨ªa de la ciencia einstenianas. Debemos, naturalmente, referirnos a sus art¨ªculos de 1905 sobre la estructura cu¨¢ntica de la luz, teor¨ªa de la relatividad especial, movimiento browniano y equivalencia masa-energ¨ªa, que han dado origen a las celebraciones de este a?o, pero con finura, sin caer en simplificaciones que a la postre enga?an m¨¢s que educan (la divulgaci¨®n cient¨ªfica pierde una gran parte de su valor si no transmite tambi¨¦n la idea de que la ciencia exige esfuerzo, precisi¨®n, rigor, detalle, sutilidad). Asimismo, no se deben olvidar otros apartados de la obra einsteniana tan importantes y aleccionadores como pueden ser: la cambiante relaci¨®n de Einstein con la matem¨¢tica; el papel que desempe?aron los experimentos mentales en el origen de algunas de sus teor¨ªas, las m¨¢s fundamentales; c¨®mo fueron variando, al hilo del desarrollo de su ciencia, sus ideas con respecto a la distancia que separa los datos observacionales y los conceptos que utilizamos en nuestras teor¨ªas cient¨ªficas; o qu¨¦ entend¨ªa por "realidad". Es tambi¨¦n obligado detenerse en la l¨®gica cient¨ªfica que subyac¨ªa detr¨¢s de programas de investigaci¨®n a los que dedic¨® grandes esfuerzos y que a la postre resultaron fallidos: la b¨²squeda de una teor¨ªa del campo unificado, que reuniese gravitaci¨®n y electromagnetismo, y su resistencia a aceptar la mec¨¢nica cu¨¢ntica, porque, en su opini¨®n, "Dios no juega a los dados". Debemos, por otra parte, dejar claro que no es cierto que el Einstein cient¨ªfico se acabase poco despu¨¦s de que formulase la relatividad general, la teor¨ªa gravitacional que super¨® a la que su hermano por encima del tiempo y el espacio, Isaac Newton, hab¨ªa formulado en 1687, y que, adem¨¢s de contribuciones fundamentales como las que realiz¨® en 1916 (creaci¨®n de la cosmolog¨ªa, como teor¨ªa anal¨ªtica y predictiva, frente a las cosmogon¨ªas anteriores), 1924 (contribuci¨®n a la estad¨ªstica de Bose, que termin¨® siendo denominada "de Bose-Einstein") y 1935 (art¨ªculo junto a Podolsky y Rosen sobre los fundamentos de la f¨ªsica cu¨¢ntica, que d¨¦cadas m¨¢s tarde enriquecer¨ªa radicalmente la comprensi¨®n de la f¨ªsica cu¨¢ntica), llev¨® a cabo otras menos conocidas, pero dign¨ªsimas, sobre cuestiones como la radiaci¨®n gravitacional, problema del movimiento en relatividad general o lentes gravitacionales. Naturalmente, tambi¨¦n debemos explicar, de manera que sea accesible a todo aquel que quiera esforzarse un poco, qu¨¦ significan todos estos problemas y contribuciones y por qu¨¦ son importantes. Y ?es posible hacerlo!, y si no, tal vez es mejor callar. Por ¨²ltimo, es fascinante, y ofrece lecciones inigualables, detenerse en los efectos e influencia que la ciencia einsteniana tuvo en otras disciplinas. En la filosof¨ªa en primer lugar, pero tambi¨¦n en otras, como las matem¨¢ticas, el arte o la pol¨ªtica.
Maestros de la literatura y de la filolog¨ªa nos guiar¨¢n durante este a?o por los universos de la obra de Cervantes, nos explicar¨¢n qu¨¦ significaban en los siglos XVI y XVII las palabras que utilizaba, de qu¨¦ fuentes se sirvi¨® y con qu¨¦ prop¨®sito. Incluso en ediciones pensadas para millones de lecto
-res, como el Quijote que ha publicado la Real Academia Espa?ola, aparecen estudios y notas que no por ser rigurosas y eruditas dejan de ser accesibles a todos los lectores. No se renuncia en ¨¦sta, y otras ediciones, al rigor, ni a avanzar en el conocimiento del libro de Cervantes y a transmitir tal avance al p¨²blico, a cuantos m¨¢s, mejor. No es, por supuesto, lo mismo la literatura que la ciencia, pero ?imitemos, al celebrar el centenario del a?o milagroso de Einstein, a esos admirables maestros de la historia, lexicograf¨ªa y filolog¨ªa hispanas! Huyamos de la rutina y la vulgaridad. Exij¨¢monos a nosotros mismos, y exijamos a nuestros lectores, que as¨ª todos seremos mejores. Esto es lo fundamental del a?o Einstein que nos espera; s¨®lo as¨ª contribuiremos realmente a insertar la ciencia en la sociedad, a crear una ¨²nica cultura en la que la ciencia y las humanidades vayan de la mano. Si al mismo tiempo algunos (instituciones o sociedades cient¨ªficas) aprovechan la figura de Einstein para celebrar y resaltar la importancia de la disciplina a la que ¨¦l sirvi¨®, la F¨ªsica -se ha declarado a 2005 el A?o Internacional de la F¨ªsica-, ?bienvenido sea! Sin duda que hay motivos de sobra para hacer hincapi¨¦ en la importancia de esta ciencia, pero eso es ahora, en m¨¢s de un sentido, secundario (sin olvidar que no es imposible utilizar el nombre de Einstein con intenciones claramente gremiales). Hora es, en este tiempo de masas y de globalizaciones, de honrar al genio, a la creatividad, a la individualidad, a los maestros, especie en v¨ªas de extinci¨®n en esta sociedad de los derechos y no de los deberes.
Incluye el Quijote unas frases que ser¨ªan las que yo intentar¨ªa salvar si ocurriese alg¨²n terrible cataclismo mundial, algo as¨ª como una locura colectiva que amenazase destruir todo aquello que la humanidad ha ido construyendo, laboriosa, lentamente, a lo largo de los siglos. Dejar¨ªa de lado, con dolor, eso s¨ª, sabiendo que con ellos abandono una parte esencial de mi vida, de las vidas de todos, pero sin dudarlo, cuadros de Vel¨¢zquez o de Leonardo, partituras de Beethoven o de Mozart, escritos de Shakespeare, Newton, Kant, Darwin o Einstein, y correr¨ªa a arrancar la p¨¢gina del cap¨ªtulo LVIII de la Segunda Parte que contiene esas memorables palabras que Don Quijote dirigi¨® a su leal escudero: "La libertad, Sancho, es uno de los preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierra la tierra ni el mar encubre; por la libertad as¨ª como por la honra se puede y debe aventurar la vida, y, por el contrario, el cautiverio es el mayor mal que puede venir a los hombres... ?Venturoso aquel a quien el cielo dio un pedazo de pan sin que le quede obligaci¨®n de agradecerlo a otro que al mismo cielo!".
Tambi¨¦n puso, no obstante, Cervantes en boca de Don Quijote otras frases que no debemos celebrar, aunque s¨ª nos sirvan -como pr¨¢cticamente todo de este libro inolvidable- para meditar profundamente. Como aquellas que aparecen en el cap¨ªtulo XX de la Primera Parte, en el que se narra el gran susto de Don Quijote y Sancho cuando en la oscuridad de la noche oyeron un terrible ruido, cuyo origen desconoc¨ªan. Al amanecer descubrieron que se trataba de un bat¨¢n, esto es, de una m¨¢quina, conocida desde antiguo, movida por agua, que se utilizaba para la operaci¨®n llamada bataneo o abatanado de los tejidos de lana, con la que se lograba desengrasar los pa?os y conseguir un tejido m¨¢s compacto. Ante tal hallazgo, "Don Quijote enmudeci¨®, enrojeci¨¦ndosele la cara, mientras que Sancho no pudo evitar estallar en carcajadas". Y viendo Don Quijote que Sancho hac¨ªa burla de ¨¦l, estall¨® pronunciando estas tristes palabras: "?Estoy yo obligado a dicha, siendo como soy caballero, a conocer y distinguir los sones y saber cu¨¢les son de bat¨¢n o no? Y m¨¢s, que podr¨ªa ser, como es verdad, que no los he visto en mi vida, como vos los habr¨¦is visto, como villano ruin que sois, criado y nacido entre ellos".
"?Estoy yo obligado -dec¨ªa- a dicha, siendo como soy caballero, a conocer y distinguir los sones y saber cu¨¢les son de bat¨¢n o no?". No es imposible entender estas palabras como pertenecientes a la m¨¢s negra tradici¨®n de la cultura espa?ola, en especial de la cultura espa?ola de todos aquellos -hidalgos, nobles y arist¨®cratas- que se pod¨ªan permitir vivir de las rentas y que, en nombre de no s¨¦ qu¨¦ idea de lo que es la cultura, la historia o la dignidad, pensaban que no era propio de su condici¨®n saber de algo de la t¨¦cnica o de la ciencia. Si lo pensamos bien, habr¨ªa sido sorprendente que un libro, El ingenioso hidalgo don Quixote de la Mancha, que es tan grande y variado como la propia vida -la espa?ola en particular-, no hubiese incluido estas ideas (tambi¨¦n, justo es recordarlo, aparecen otras favorables a la ciencia, principalmente a la astronom¨ªa y a algunas ciencias naturales como la bot¨¢nica). Espa?a ha conocido a lo largo de su historia demasiados de estos personajes, pudientes o no. Todav¨ªa hoy no son escasos los que piensan o parece que piensan de la misma manera como grit¨® el enfurecido hidalgo de La Mancha a su escudero. Hora es que desaparezca esta miserable tradici¨®n de pensamiento... y de actuaci¨®n. Hermanemos en sus respectivos centenarios a Cervantes y a Einstein. Unamos ciencia y literatura, ciencia y vida. No podr¨ªa existir mejor manera de honrar su memoria.
Jos¨¦ Manuel S¨¢nchez Ron es miembro de la Real Academia Espa?ola y catedr¨¢tico de Historia de la Ciencia en la Universidad Aut¨®noma de Madrid.
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