Cuando se arruinan los sue?os
"ESTUVE DOS MESES AHORRANDO para poder comprar los interruptores del piso a juego con la madera del suelo y el techo". A Gemma Velasco, administrativa, le brillan los ojos cuando describe la vivienda que ha arreglado hasta el detalle durante los ¨²ltimos cuatro a?os. Con sus propias manos y las de sus familiares, y un proyecto firmado por un prestigioso arquitecto, han reformado el piso de arriba abajo. Es precioso. De revista. "Este mes tocaba comprar el zapatero, y adem¨¢s acab¨¢bamos de pagar los plazos de los muebles del comedor y nos qued¨¢bamos s¨®lo con la hipoteca", a?ade su marido, Javier, que trabaja en una empresa de materiales de construcci¨®n, sentado en la cama de la habitaci¨®n de hotel en la que llevan viviendo un mes. "No nos ha dado tiempo a disfrutarlo", remacha Gemma.
Jos¨¦ Pizarro todav¨ªa llevaba menos tiempo disfrutando de su piso, una planta baja con patio. Apenas un mes y medio. Tambi¨¦n reformado por completo. "Y con la tele de plasma, la ilusi¨®n de mi vida, que me cost¨® 400.000 pesetas", suspira. El rescate de sus tres perras chihuahua fue ¨¦pico, porque Jos¨¦ vive justo enfrente del enorme agujero y durante unos d¨ªas no hubo manera de entrar a por ellas. Las fotos del reencuentro entre el due?o y las mascotas protagonizaron multitud de portadas. Tarde o temprano, Gemma, Javier y Jos¨¦, estilista, podr¨¢n volver al nido con el que han so?ado durante tantos a?os.
Otros no. Juan Jos¨¦ Castellanos tambi¨¦n dedic¨® tiempo y ahorros en arreglar su piso y lo derribar¨¢n. "Con mi novia nos hemos gastado siete millones de pesetas y todav¨ªa no lo hab¨ªamos estrenado. Justo est¨¢bamos llevando algunas cosillas de ropa. Pusimos parquet, cocina, techos y ventanas nuevos", lamentaba el ¨²ltimo d¨ªa que pudo entrar a sacar pertenencias. Juan Jos¨¦ se refer¨ªa tambi¨¦n a la marca y precio de cada uno de los electrodom¨¦sticos. Incluso de la grifer¨ªa del ba?o y del tresillo: 3.000 euros.
Estos testimonios y la cantidad de negocios de cocinas y ba?os y electrodom¨¦sticos que pueblan el barrio dan cuenta del valor que los vecinos del Carmel otorgan a sus viviendas. Y del esmero con el que las amueblan, visten las ventanas o tapizan los sof¨¢s, invirtiendo grandes sumas de dinero. El confort que han logrado de puertas adentro es inversamente proporcional a la incomodidad que les supone tener que vivir en los pocos metros cuadrados de una habitaci¨®n de hotel. Un espacio que no da para poder recibir visitas, ni tirarse en el sof¨¢ en pijama y zapatillas despu¨¦s de una larga jornada laboral. Como hace todo hijo de vecino en su casa. Pero antes que todo esto est¨¢ la seguridad, y no quieren que el ansia por volver sea m¨¢s r¨¢pida que las garant¨ªas de pisar suelo seguro.
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