No vale hacer trampas
Un hombre que acaba de enviudar decide abandonar la gran ciudad e irse con su peque?a hija a vivir en el campo, en busca de tranquilidad para la ni?a, particularmente perturbada por la despedida de su madre. El padre (De Niro) es psic¨®logo, nada menos, y la ni?a, Emily (Fanning), casi paralizada por la desgana y la mudez, no le pone precisamente f¨¢ciles las cosas. Y en ¨¦sas est¨¢n cuando, sin que le veamos, hace su aparici¨®n un tercer personaje, el evanescente Charlie, el ¨²nico con el que la ni?a parece hablar... y el ¨²nico al que en realidad teme. ?Qui¨¦n es Charlie? ?D¨®nde se esconde cuando el padre intenta hablar con ¨¦l?
?stos son los elementos que conforman esta peripecia de casa cerrada y solitaria, traumas violentos y visita amenazante. ?stos y dos o tres m¨¢s: un matrimonio afectado por la p¨¦rdida de su hijita, una colega del padre (Janssen), que vive en la ciudad y por la que la ni?a siente especial simpat¨ªa, y una bella mujer (Shue), que pronto parece dispuesta a ocupar el lugar de la madre desaparecida. Y Charlie, aunque seguimos sin verlo, por m¨¢s que cada vez con m¨¢s frecuencia seremos part¨ªcipes de su presencia.
EL ESCONDITE
Direcci¨®n: John Polson. Int¨¦rpretes: Robert de Niro, Dakota Fanning, Famke Janssen, Elisabeth Shue, Amy Irving, Dylan Baker. G¨¦nero: terror. EE UU, 2005. Duraci¨®n: 101 minutos.
Bas¨¢ndose en el gui¨®n de un primerizo, Ari Schlossberg, y con un funcionarial uso de sus atribuciones como director, John Polson intenta hacer llevadera su historia. Tiene buenos actores, claro, por m¨¢s que Robert de Niro parece no tomarse las cosas muy en serio y el resto no le va a la zaga. S¨®lo la peque?a Dakota Fanning emerge de la grisura general del asunto para erigirse limpiamente en aut¨¦ntica protagonista de la pel¨ªcula. Pero lo m¨¢s grave viene en el tercio final de la pel¨ªcula, cuando inevitablemente tenga que aparecer Charlie y explicar el porqu¨¦ de su err¨¢tico comportamiento.
Y entonces queda en evidencia que durante una hora y media el director Polson y su guionista han estado jugando con las cartas marcadas: un final que el lector agradecer¨¢ no le sea revelado, pero que resulta a todas luces no ya incongruente, sino sencillamente imposible, echar¨¢n por tierra no s¨®lo el edificio construido por la pel¨ªcula, sino la paciencia del espectador, que sale defraudado de la sala, con la sensaci¨®n de que le han tomado por incauto, y se le han quedado con su dinero con malas artes; en pocas palabras, que le consideran un imb¨¦cil.
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