Europa, pueblos y ciudadanos
El autor analiza las diferentes posturas de los nacionalistas frente al Tratado, que reserva a los Estados miembros su organizaci¨®n territorial.
La Constituci¨®n europea, refrendada en refer¨¦ndum el pasado 20 de febrero, introduce escasas novedades respecto a las relaciones entre instituciones comunitarias y entidades regionales de cada Estado. Ello ha permitido cr¨ªticas a la misma por parte de quienes aspiran a un mayor protagonismo de las regiones en el proceso de Uni¨®n Europea, en general, partidos de naturaleza nacionalista. Incluso algunos de estos partidos propusieron el no en el reciente refer¨¦ndum por esa causa.
Por otra parte, hay tambi¨¦n quienes, desde posiciones nacionalistas, finalmente apoyaron el s¨ª a la nueva Constituci¨®n.
Esta manifiesta contradicci¨®n, que puede conducir a la confusi¨®n, tambi¨¦n confirma, como m¨ªnimo, lo relativo de los argumentos de fondo en esta cuesti¨®n o, en otras palabras, que resulta l¨®gica la prevalencia de valores o intereses superiores a la hora de definirse sobre el texto.
La cuesti¨®n tiene relevancia en nuestro pa¨ªs, donde las cuestiones territoriales adquieren altas temperaturas con facilidad. Pero no la tiene en los dem¨¢s Estados de la Uni¨®n, ni a¨²n en aquellos en los que las entidades regionales tienen amplios poderes y facultades, como en Espa?a. Y es impensable en Estados federales como Alemania o Austria. No es gratuito preguntarse por qu¨¦ ocurre esto.
Los tratados de la Uni¨®n han declarado sistem¨¢ticamente un escrupuloso respeto a las estructuras constitucionales internas y a la distribuci¨®n territorial del poder de cada Estado. Por eso en la Uni¨®n conviven Estados federales, regionales, unitarios, centralizados o at¨ªpicos, sin que ello haya obstaculizado lo m¨¢s m¨ªnimo el proceso de Uni¨®n Europea. Y ¨¦ste se ha asentado sobre la voluntad de los Estados.
Las regiones tienen un canal de participaci¨®n, el Comit¨¦ de las Regiones, ¨®rgano consultivo, cuyo formato y funciones ha sido muy criticado y sin duda es perfectible, pero que permite englobar las muy variadas realidades regionales existentes en el espacio europeo. ?sta es la realidad y no cambiar¨¢ sustancialmente.
La Constituci¨®n europea, adem¨¢s de confirmar estos principios y normas de funcionamiento, da un paso m¨¢s y de gran trascendencia. Su art¨ªculo primero declara solemnemente que la Constituci¨®n "nace de la voluntad de los ciudadanos y de los Estados de Europa de construir un futuro com¨²n". ?stos son los pilares sobre los que se asienta la legitimidad de la futura Europa y sus instituciones. La soberan¨ªa de origen en la que se basa Europa es la voluntad de sus ciudadanos y los poderes inherentes a ella son los que le ceden los Estados. Ciudadanos y Estados son los ¨²nicos sujetos pol¨ªticos habilitados por la nueva Constituci¨®n para la construcci¨®n de la Uni¨®n Europea.
No cabe mayor claridad, m¨¢s a¨²n cuando la Constituci¨®n establece, como corresponde a su condici¨®n, un determinado sistema de garant¨ªas en esa direcci¨®n. Como cuando establece que la Uni¨®n respetar¨¢ la identidad nacional de los Estados miembros inherente a sus estructuras fundamentales pol¨ªticas y constitucionales. Es decir, que cada Estado actuar¨¢ en la Uni¨®n con una ¨²nica identidad nacional, dejando a cada Estado la formulaci¨®n constitucional en que aqu¨¦lla haya de manifestarse. Y consagra el respeto a las funciones esenciales del Estado, entre ellas, garantizar su integridad territorial y la seguridad nacional.
Al definir como sujeto pol¨ªtico activo y directo al ciudadano europeo no tiene sentido, ni cabida en la Constituci¨®n y las instituciones europeas, la pretensi¨®n de buscar categor¨ªas o conceptos que pudieran actuar de sujetos pol¨ªticos intermediarios entre los ciudadanos y las instituciones, como por ejemplo "los pueblos", pretensi¨®n tan acariciada por ciertos partidos nacionalistas en nuestro pa¨ªs. Se descarta, por tanto, la Europa de los pueblos, conscientes la mayor¨ªa de los europeos de que "el pueblo" como sujeto pol¨ªtico, conectado con el problema del espacio territorial, ha sido causa de innumerables conflictos y demasiados sufrimientos en la historia de Europa, sin aportar ninguna soluci¨®n.
El concepto de ciudadano como sujeto pol¨ªtico tiene una ra¨ªz y una profundidad democr¨¢tica de nivel muy superior a cualquier otro. Y desde luego al de "pueblo", de contornos m¨¢s difusos y variables, sujeto a definiciones coyunturales y discutibles y con gran carga de subjetivismo. Su concreci¨®n como sujeto pol¨ªtico siempre ha sido y ser¨¢ controvertida. Por ello, las Constituciones, y la europea tambi¨¦n, prev¨¦n un sistema de garant¨ªas, de derechos y deberes de los ciudadanos claros e inequ¨ªvocos que nada ni nadie puede ignorar ni violentar.
La Constituci¨®n europea asienta el concepto de ciudadan¨ªa sobre valores como la paz, la libertad, la seguridad y la prosperidad. Valores con garant¨ªas exigibles por los ciudadanos a las instituciones europeas, nacionales y regionales, y que ninguna de ¨¦stas puede ignorar. A veces pienso si en el Pa¨ªs Vasco los ciudadanos tenemos las garant¨ªas suficientes para la defensa de esos valores y si las instituciones hacen todo lo que deben en esa direcci¨®n. Porque los derechos de los ciudadanos como tales est¨¢n muy encima de cualesquiera otros que como grupo social, pol¨ªtico o como pueblo, pueden esgrimirse. Esto es la ciudadan¨ªa europea.
Declarar tambi¨¦n al Estado y su identidad nacional un¨ªvoca, sujeto pol¨ªtico con personalidad ¨²nica ante las instituciones europeas, supone en la pr¨¢ctica una "petrificaci¨®n" del orden territorial de los Estados en la configuraci¨®n actual. Y una garant¨ªa de estabilidad institucional y territorial de los Estados miembros. No caben por tanto pretensiones de obtener de la Uni¨®n status espec¨ªficos en la misma del tipo de Estado Libre Asociado o Estados Confederados, ni mucho menos veleidades secesionistas. Todo esto es, hay que decirlo claramente y sin ambig¨¹edades, totalmente inviable. No se trata de una opini¨®n particular, es la de cualquier responsable, sea del color pol¨ªtico que sea, que hable con conocimiento de causa y con sinceridad.
Los agentes del proceso de Uni¨®n Europea son los ciudadanos y los Estados. Avanzamos hacia una federalizaci¨®n europea sobre estos pilares de manera n¨ªtida e irreversible. Los problemas de organizaci¨®n territorial son propios de cada Estado, sin que quepa endosar la cuesti¨®n a las instituciones europeas o buscar la cobertura de ¨¦stas para una cuesti¨®n estrictamente interna.
No conviene ignorar esta realidad ni, peor a¨²n, alimentar sue?os que nunca ser¨¢n realidad. Y he de decir que me alegro de que as¨ª sea. Los m¨¢s pragm¨¢ticos de los nacionalistas, los de reconocida vocaci¨®n europe¨ªsta, conscientes de ello, nunca hicieron nada m¨¢s all¨¢ de lo prudente. Y, en el l¨ªmite, adoptan un discreto silencio. Saben que se es ciudadano europeo por ser espa?ol. Y que, fuera de Europa, sus sue?os se convierten en quimeras. Por eso es entendible su s¨ª a la Constituci¨®n europea.
Javier Rojo es presidente del Senado.
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