El cambio tr¨¢gico
La conmemoraci¨®n del primer aniversario de la crisis vivida desde la matanza del 11 de marzo al vuelco electoral del 14 de marzo produce una extra?a sensaci¨®n. Por una parte, es algo que parece tan lejano como si estuviera sepultado por el tiempo, pues ya estamos hechos a la nueva situaci¨®n con Aznar en el olvido y Zapatero en el poder. Pero por otro lado, la crisis todav¨ªa sigue abierta, como demuestra la ruptura de relaciones entre los partidos y el bloqueo de la comisi¨®n de investigaci¨®n, sin que nadie asuma responsabilidades por cuanto pas¨®. Y tan extra?o resulta ese contraste que parece como si el 11/14-M no hubiera tenido lugar. Aunque ahora gobiernen otros, todo sigue como siempre, con los partidos enzarzados en su continua pelea de c¨ªnicas acusaciones mutuas haci¨¦ndose los inocentes ofendidos en su dignidad sin que parezcan importarles las v¨ªctimas ni los ciudadanos. Es como si el 11/14-M s¨®lo hubiera sido un mal sue?o que ya hemos olvidado, una vez reintegrados a la normalidad tras despertar de aquella absurda pesadilla que nunca debi¨® de suceder en realidad.
Pero no podemos hacer como si nada hubiera ocurrido. Nuestra obligaci¨®n ciudadana es tomarnos en serio lo que pas¨® para aprender de la experiencia y extraer consecuencias. Y no lo estamos haciendo. El PP se comporta como si el 11-M no hubiera tenido la responsabilidad gubernamental. Y el PSOE gobierna como si el 14-M hubiera ganado las elecciones con toda normalidad. Por eso suena tan falsa la conmemoraci¨®n oficial, mera pantomima para cubrir el expediente y guardar las apariencias. Se nota que no les gusta recordar lo que pas¨® porque no quieren saber nada de todo aquello, prefiriendo engolfarse en la disputa de sus actuales intereses creados. Pero no debemos permitirlo. Tenemos que recordarles lo ocurrido para exigirles que reconozcan la evidencia sin evadirse ni disimular. Aquella tragedia ocurri¨®, ellos estaban all¨ª, se comportaron como todos sabemos y no tienen derecho a hacerse los distra¨ªdos mirando hacia otro lado como si nada hubiera ocurrido. Al Gobierno del PP le estall¨® entre las manos un atentado islamista que estaba cantado y no se quiso enterar de lo que estaba pasando. Y el partido socialista se encontr¨® de rebote con una victoria en las urnas que nada ten¨ªa que ver con su oferta electoral.
Podr¨ªa parecer que el problema del PP es que no ha querido asumir su derrota electoral porque la considera injusta en tanto que inmerecida, pues de no ser por el atentado habr¨ªa ganado las elecciones. Y en este sentido puede que le asista alguna raz¨®n. Pero es que su problema no es ¨¦se. Lo que tiene que asumir el PP no es su derrota del 14-M (que carece de importancia, pues a veces se gana y otras se pierde), sino su responsabilidad por el 11-M. Si se hace el ofendido por la derrota, protestando de que le robaran un partido que cre¨ªa tener ganado, es para no enfrentarse a su verdadero problema, que es confesar su doble incapacidad de prevenir el atentado y enfrentarse a ¨¦l con dignidad. Pues, en efecto, al PP cabe imputarle dos graves responsabilidades. Ante todo, el no haber sabido prevenir un atentado cuyo riesgo de posible ejecuci¨®n hab¨ªa contribuido a incrementar con su participaci¨®n en la guerra de Irak. Y si baj¨® la guardia ante la amenaza islamista (como confes¨® Aznar) fue para no reconocer que su aventura iraqu¨ª pon¨ªa en peligro la seguridad p¨²blica. Pero como los atentados nunca se pueden prevenir por completo, la otra responsabilidad imputable al PP es de mayor gravedad. Me refiero a la incapacidad de reconocer qui¨¦nes eran los verdaderos culpables de la matanza, prefiriendo encubrirlos para minimizar el coste electoral. Y al hacerlo as¨ª perdi¨® su autoridad, dejando a los ciudadanos hu¨¦rfanos de lo que m¨¢s necesitaban entonces, que era alguien a quien creer, capaz de devolverles la confianza y la seguridad. Pero en el pecado llev¨® el PP su penitencia, pues al no poder confiar en un Gobierno que se desacreditaba a s¨ª mismo, los ciudadanos le retiraron tambi¨¦n su confianza electoral.
Pero el PSOE no est¨¢ demostrando mayor ecuanimidad, pues ejerce el poder como si hubiera ganado las elecciones por sus propios m¨¦ritos. Su l¨ªder incluso presume de haberlas ganado "a la primera", como si la diosa fortuna le sonriera concedi¨¦ndole sus favores por su cara bonita. Todo ello a pesar de haber un atentado terrorista y una grave crisis pol¨ªtica por medio, silenciando que no se trat¨® de una verdadera victoria socialista, sino de una inesperada derrota del PP, s¨®lo debida al voto de castigo al Gobierno. Y si el PSOE simula haber ganado por derecho propio, disimulando que no mereci¨® la victoria, es para no admitir que obtuvo el poder por una carambola a tres bandas tras el atentado y la espantada de Aznar, pues eso ser¨ªa como reconocer que padece un d¨¦ficit de legitimidad de origen, tal como le acusa el derrotado PP. ?Quiere esto decir que sin la masacre del 11-M hoy gobernar¨ªa Mariano Rajoy? Probablemente as¨ª es, a juzgar por los sondeos electorales previos a la crisis, aunque ya nunca lo podremos saber. Pero lo cierto es que aquella matanza fue la condici¨®n necesaria para que despu¨¦s ganara el PSOE. Aunque no la suficiente, pues adem¨¢s hizo falta que el Gobierno de Aznar fuera incapaz de enfrentarse al atentado con dignidad. Pues si hubiera demostrado m¨¢s valent¨ªa, reconociendo lo que estaba sucediendo, quiz¨¢s hoy gobernar¨ªa Rajoy.
De modo que, al darnos su versi¨®n de la crisis del 11/14-M, tanto unos como otros nos ocultan una parte de la verdad. El 14-M no venci¨® el "cambio tranquilo" que ofrec¨ªa Zapatero, sino que sobrevino un cambio tr¨¢gico, ante la incapacidad del Gobierno de Aznar de asumir el atentado del 11-M. Pero como el vuelco electoral del 14-M es la consecuencia ¨²ltima de la masacre del 11-M, el significado que eso representa para los dos partidos resulta muy dif¨ªcil de asumir. Los socialistas no pueden reconocer que la matanza fuera un regalo ca¨ªdo del cielo, que les permiti¨® alcanzar el poder gracias a 191 muertos, tal como les acusa el PP. Y ¨¦ste tampoco puede reconocer que la matanza fuera un justo castigo por las culpas de Aznar, como sostienen los socialistas: un castigo de Dios, del destino o de los electores, que s¨®lo habr¨ªan pagado justos por pecadores. Eso es inconfesable, pues no es f¨¢cil admitir que la p¨¦rdida detantas vidas suponga un premio para Zapatero, como precio a pagar para sustituir a Aznar, ni tampoco que sea el castigo de ¨¦ste, cuyas culpas pagaron con sus vidas otros por ¨¦l.
Estas acusaciones son demasiado vergonzosas para que puedan admitirse, pues reducen a las v¨ªctimas a moneda de cambio, ya sea como precio a pagar por la victoria de Zapatero o como deuda a saldar por las culpas de Aznar. Y por eso las esgrimen ambos partidos, que tratan de justificarse culpando al adversario de lucrarse a costa del da?o ajeno. El PSOE le echa en cara la masacre al PP, acus¨¢ndole de provocarla con su imprevisi¨®n y de manipularla con fines electorales, mientras el PP hace lo mismo con el PSOE, acus¨¢ndole de sacar partido de 191 muertos. Pero si descontamos su excesiva violencia verbal, ambas acusaciones tienen un indudable fondo de verdad. Y mientras cada parte se empe?e en culpar a la otra sin reconocer su propia responsabilidad inconfesable, la crisis del 11/14-M seguir¨¢ abierta en carne viva, la ruptura entre los partidos se ahondar¨¢ cada vez m¨¢s y las v¨ªctimas seguir¨¢n privadas de dignidad tras haber muerto en balde.
Enrique Gil Calvo es profesor titular de Sociolog¨ªa de la Universidad Complutense de Madrid.
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