Consecuencias imprevistas
Es posible que Osama Bin Laden haya iniciado una revoluci¨®n democr¨¢tica en Oriente Pr¨®ximo? Una de las escasas leyes de la historia que tienen validez universal es la ley de las consecuencias imprevistas. Las repercusiones de lo que hacen los hombres y las mujeres no suelen ser las que pretend¨ªan; a veces son exactamente las contrarias. Si ocurriese en este caso ser¨ªa dif¨ªcil imaginar un ejemplo m¨¢s agradable.
Supongamos que Al Qaeda no hubiera destruido las Torres Gemelas en Nueva York. ?Estar¨ªa Oriente Pr¨®ximo en este estado de agitaci¨®n? ?Habr¨ªa manifestantes a favor de la independencia libanesa en la que la gente llama ya "plaza de la liberaci¨®n" de Beirut? ?Tendr¨ªamos un punto de partida serio para el Estado palestino, elecciones en Irak (con todos sus defectos) e incluso brotes diminutos de reforma democr¨¢tica en Egipto y Arabia Saud¨ª? ?Y ser¨ªa la democratizaci¨®n de Oriente Pr¨®ximo una preocupaci¨®n fundamental de los pol¨ªticos estadounidenses y europeos?
Lo que est¨¢ ocurriendo en Beirut no es consecuencia de la invasi¨®n de Irak ni justifica dicha invasi¨®n, pero s¨ª tiene algo que ver con la pol¨ªtica estadounidense
El que Francia y EE UU se hayan aliado en el asunto de L¨ªbano y Siria es un signo esperanzador. La pr¨®xima vez hay que buscar una declaraci¨®n de la UE y EE UU
La condici¨®n necesaria, pero no suficiente, para cualquier pol¨ªtica exterior europea es que Gran Breta?a y Francia est¨¦n de acuerdo
Poder militar
Nunca podremos saber con certeza "qu¨¦ habr¨ªa ocurrido si...". Pero s¨ª sabemos en qu¨¦ consist¨ªa la pol¨ªtica exterior de George W. Bush antes del 11 de septiembre de 2001: fortalecer el poder militar estadounidense, pero evitando los enredos que hab¨ªa tenido Clinton en el extranjero; concentrarse en las relaciones con las grandes potencias, sobre todo la rivalidad con China. Entonces se hablaba muy poco de extender la democracia. La promoci¨®n de la democracia era jerga clintoniana, salvo por unos cuantos neoconservadores que todav¨ªa no gozaban de la confianza del presidente. Y sabemos tambi¨¦n c¨®mo estaba Oriente Pr¨®ximo antes del 11-S: f¨¦tidas dictaduras ¨¢rabes, toleradas o incluso apoyadas por Occidente debido al petr¨®leo, la pereza y el miedo; una situaci¨®n pol¨ªtica de punto muerto y un ba?o de sangre constante entre Israel y los palestinos.
Decir esto no significa que George W. Bush haya tenido raz¨®n siempre. No significa que la guerra de Irak fuera justa. Hay un mensaje triunfalista que llega de Washington y al que debemos resistirnos no porque venga de Washington, sino porque est¨¢ equivocado y es contraproducente. V¨¦ase, por ejemplo, lo que la vicesecretaria de Estado de pol¨ªtica internacional, Paula Dobriansky, dijo el lunes: "Como se?al¨® el presidente en Bratislava la semana pasada, ha habido una revoluci¨®n rosa en Georgia, una revoluci¨®n naranja en Ucrania y, lo m¨¢s reciente de todo, una revoluci¨®n p¨²rpura en Irak. En L¨ªbano estamos viendo c¨®mo cobra impulso una revoluci¨®n del cedro que est¨¢ uniendo a los ciudadanos de ese pa¨ªs por la causa de la verdadera democracia y la libertad de influencias extranjeras".
Algo parece fuera de lugar. ?Una revoluci¨®n p¨²rpura en Irak? ?P¨²rpura, como el color de la sangre? Existe una diferencia fundamental entre una revoluci¨®n democr¨¢tica pac¨ªfica, aut¨¦ntica y engendrada por el pueblo de un pa¨ªs, y una revoluci¨®n impuesta, o propulsada, por una invasi¨®n y ocupaci¨®n militar. Por supuesto, en el primer caso, se puede y se debe fomentar desde el exterior. Esa ayuda puede extenderse incluso al nombre que se le d¨¦ a la revoluci¨®n. V¨¢clav Havel siempre insisti¨® en que el t¨¦rmino revoluci¨®n de terciopelo lo hab¨ªa inventado un periodista extranjero presente en Praga en 1989. Seguramente ocurri¨® lo mismo con la revoluci¨®n naranja en Ucrania, aunque esas cosas son pr¨¢cticamente imposibles de aclarar despu¨¦s de ocurridas. Ahora bien, el problema surge cuando la etiqueta asignada al poder popular liban¨¦s -revoluci¨®n del cedro- es idea de una alta funcionaria estadounidense que, a continuaci¨®n, habla de "libertad de influencias extranjeras".
Lo que est¨¢ ocurriendo en las calles de Beirut no es consecuencia de la invasi¨®n de Irak ni justifica dicha invasi¨®n a posteriori. Pero, desde luego, s¨ª tiene algo que ver con la pol¨ªtica estadounidense. La verdad es que, desde la conmoci¨®n del 11 de septiembre de 2001, Washington ha avanzado a tientas, a base de errores y aciertos, hasta una posici¨®n estrat¨¦gica con la que los dem¨®cratas de Europa y el mundo ¨¢rabe podr¨ªan perfectamente colaborar, si as¨ª lo desean. Un momento central de esa evoluci¨®n se produjo cuando nos dimos cuenta, en Irak, de que Estados Unidos pod¨ªa ganar cualquier guerra sin ayuda, pero no la paz posterior; y que la democracia no iba a producirse de la noche a la ma?ana, a punta de pistola. Si los europeos no defendemos la v¨ªa larga y pac¨ªfica hacia la democracia, ?qu¨¦ es lo que defendemos?
Pero resulta que, en el camino a Damasco, est¨¢ ocurriendo una cosa sorprendente: EE UU y Francia caminan del brazo. En la conferencia de Londres sobre Palestina, organizada por Tony Blair, los ministros de Exteriores franc¨¦s y estadounidense aparecieron conjuntamente para exigir "la retirada inmediata de L¨ªbano de todas las fuerzas militares y de inteligencia sirias". Mientras tanto, los manifestantes en Beirut alzaban pancartas que dec¨ªan "independance". No con e, en ingl¨¦s, sino con a, en otra lengua. Porque, en L¨ªbano, la libertad habla franc¨¦s.
Y la Francia de Jacques Chirac -ese amigo de dictadores, desde Bagdad hasta Pek¨ªn- ha respondido hablando en nombre de la libertad. O, por lo menos, el presidente ha dejado a su ministro de Exteriores que lo hiciera. Un dirigente de la oposici¨®n libanesa, Camille Chamoun, del Partido de Liberaci¨®n Nacional, ha comentado: "El mundo libre est¨¢ ayudando verdaderamente a L¨ªbano a recuperar su soberan¨ªa". ?El mundo libre! ?Cu¨¢ndo es la ¨²ltima vez que han o¨ªdo esa expresi¨®n, no en Washington, sino a alguien que est¨¢ sobre el terreno, en el mundo ¨¢rabe?
El cedro de L¨ªbano
Desde luego, no debemos enga?arnos y creer que los pr¨®ximos pasos van a ser f¨¢ciles. Los manifestantes que ondeaban esas banderas con el cedro de L¨ªbano eran principalmente cristianos maronitas, drusos y algunos musulmanes sun¨ªes. Hasta el momento, los miembros de la mayor comunidad del pa¨ªs, los musulmanes chi¨ªes, han permanecido m¨¢s bien alejados de las manifestaciones en contra de Siria. Adem¨¢s, tienen el problema de Hezbol¨¢, tanto un partido pol¨ªtico como una milicia, que Washington considera una organizaci¨®n terrorista. El pasado de pol¨ªticos como Camille Chamoun y Walid Jumblatt est¨¢ lleno de altibajos. No son precisamente Havel. Aparte de que, en cualquier caso, no existen garant¨ªas de que los sirios vayan a retirarse r¨¢pida ni pac¨ªficamente. Y ¨¦ste no es m¨¢s que un peque?o rinc¨®n del rompecabezas de Oriente Pr¨®ximo.
Ahora bien, ocurra lo que ocurra en L¨ªbano y Siria, el hecho de que Francia y Estados Unidos se hayan aliado en la causa de la libertad es un signo esperanzador. La pr¨®xima vez debemos buscar una declaraci¨®n conjunta de Europa y EE UU, en vez de s¨®lo francoamericana o angloamericana. Si triangulamos las ense?anzas de Bagdad, Bush en Bruselas la semana pasada, y los acontecimientos de Beirut, lo que obtenemos es la necesidad imperiosa de que Europa haga sus propias propuestas para extender la libertad en Oriente Pr¨®ximo. No basta con decir que Irak fue la manera equivocada de hacer las cosas, debemos sugerir la manera acertada.
?sta es una prioridad para toda la UE. El papel de Estados Unidos es ¨²nico, pero tambi¨¦n lo son sus desventajas. Desde el punto de vista institucional, todo esto significa aprobar el tratado de la Constituci¨®n europea y dar los poderes necesarios al futuro ministro de Exteriores de la UE, Javier Solana. Desde el punto de vista pol¨ªtico, la situaci¨®n plantea exigencias especiales a dos pa¨ªses europeos, Gran Breta?a y Francia. Son las dos antiguas potencias coloniales en la regi¨®n, son las que tienen m¨¢s experiencia en la zona, sus lenguas aparecen en las pancartas que llevan los manifestantes y las hablan los pol¨ªticos de la regi¨®n.
La condici¨®n necesaria, aunque no suficiente, para cualquier pol¨ªtica exterior europea es que Gran Breta?a y Francia est¨¦n de acuerdo. L¨ªbano y Palestina son buenos lugares para empezar a discutir lo que, con el tiempo, deber¨ªa ser un amplio compromiso hist¨®rico entre Londres y Par¨ªs. ?sa ser¨ªa otra consecuencia imprevista y positiva de Osama Bin Laden.
Traducci¨®n de Mar¨ªa Luisa Rodr¨ªguez Tapia
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